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Sociedad|Domingo, 10 de marzo de 2002

Un plan de reciclado donde trabajarán los cartoneros

Por Eduardo Videla
El gobierno porteño se apresta a lanzar el primer plan piloto para la recolección diferenciada de residuos con la participación de una cooperativa de cartoneros. El plan incluye la puesta en funcionamiento de una planta de acopio y selección de residuos, donde trabajará la gente que hoy hace la selección revolviendo las bolsas en la calle. Los objetivos: blanquear a este sector de trabajo informal y extender la experiencia a otros puntos de la ciudad, paulatinamente, tras la futura licitación de la recolección de residuos en la ciudad, prevista para el año próximo.
“Ya estamos preparando a los chicos como promotores ambientales: ellos van a salir a repartir folletos a los vecinos para promover el cambio de hábitos en el manejo de la basura”, explica a Página/12 Cristina Lescano, presidenta de la cooperativa El Ceibo, involucrada en el proyecto. La idea es que en algunos puntos de la ciudad –aún no determinados, pero que estarían en los barrios de Palermo y Belgrano– los vecinos saquen sus residuos en dos bolsas, una con la basura orgánica (restos de alimentos) y otro con los desperdicios inorgánicos, como papel, plástico, vidrio y metales, materiales que son de utilidad para el reciclado y son los buscados por los cirujas.
A nivel oficial, el programa es impulsado por la Secretaría de Medio Ambiente, a cargo de Eduardo Ricciuti. Es el producto de un preacuerdo al que llegó el gobierno, en octubre, con la cooperativa de cartoneros, por un lado, y con las empresas recolectoras, por otro, en unas jornadas sobre recolección informal organizadas por la Legislatura porteña.
Entusiasmada con la iniciativa, Cristina Lescano explica que el proyecto tiene cuatro patas: uno contempla la participación de chicos y adolescentes en tareas de promoción, mediante la distribución de folletos, “porque no queremos que estén juntando basura en la calle, queremos otro futuro para ellos”; la segunda etapa es la recuperación puerta a puerta, de las bolsas con el material inorgánico ya seleccionado; luego le sigue el acopio en un depósito y, por último, la clasificación de los materiales.
La experiencia apunta a resolver varios frentes de conflicto. Uno, con los propios cartoneros, que quieren desarrollar su trabajo en condiciones dignas, sin persecución de la policía y de los inspectores municipales; otro, el de los vecinos, molestos por la rotura de las bolsas en la vereda, para seleccionar los desperdicios; por último, las empresas recolectoras, que verían disminuidos sus ingresos por la menor carga de basura, pero que se verían beneficiadas con una recolección más rápida e higiénica, por la menor cantidad de bolsas rotas.
De hecho, la actual licitación del servicio de higiene urbana, que tiene fuerza de ordenanza, prohíbe el cirujeo. Por eso, si el gobierno quiere evitar futuras demandas, debe conseguir el consenso de las empresas. Esto no será un problema en el futuro, ya que la licitación de la próxima concesión que prepara el gobierno porteño no prevé el pago del servicio por toneladas de basura recogida sino por área limpia.
El acuerdo con la cooperativa El Ceibo, por otra parte, apunta a regular el trabajo de los cartoneros. En la ciudad de Buenos Aires trabajan cuatro organizaciones de cirujas –además de los independientes–, de las cuales tres provienen del Gran Buenos Aires. La única de origen porteño es El Ceibo, surgida a partir de un grupo de familias que habita casas tomadas de Villa Crespo y Palermo y que integra a su vez una cooperativa de vivienda.
“Para incorporar a las otras cooperativas primero tenemos que hacer un acuerdo con la provincia de Buenos Aires”, aclara el secretario de Medio Ambiente, Eduardo Ricciuti.
En el área metropolitana, se estima, hay unas 100.000 personas que viven del cirujeo. Muchas de ellas se incorporaron a la actividad en los últimos años, empujados por la crisis. Un trabajo de campo realizado por investigadores de la Universidad Nacional de General Sarmiento permitió saber que en 1999 sólo el 50 por ciento de los cartoneros eran personas con trayectoria en el rubro (botelleros y clasificadores en los basurales). “La otra mitad había caído desde otra actividad, eran operarios de fábrica, empleados de maestranza, trabajadores de la construcción o empleadas domésticas que habían quedado desempleados”, explica Francisco Suárez, responsable de la investigación.
Además de ser una fuente de trabajo, la actividad de los cartoneros cumple un papel importante para la ciudad. La acumulación de basura recolectada en Buenos Aires ha puesto al borde del colapso al relleno sanitario de Villa Dominico, administrado por el Ceamse, destino obligado de la mayor parte de la basura porteña. Las autoridades del organismo buscan, contra reloj, un nuevo lugar en su reemplazo. Mientras tanto, y con vistas al futuro, asignarle un lugar destacado al reciclado de residuos permitiría disminuir notablemente la cantidad de basura que se destina a los rellenos. En esa tarea juegan un papel importante la recolección diferenciada, por un lado, y los recolectores informales, por otro.
La cooperativa El Ceibo nuclea a 122 familias de distintos barrios: Palermo, Villa Crespo, la Villa 31, Barracas y la Boca. Actualmente tienen dos centros de acopio, uno en la villa 21-24, de Barracas, y otro en la 31, de Retiro. Mediante las negociaciones que mantienen con el gobierno porteño y con la Corporación Buenos Aires Sur apuntan a conseguir un galpón para instalar allí la planta de selección de residuos.
“El costo para al ciudad es casi nulo –dicen en el gobierno– porque se trata de utilizar un inmueble desocupado, y el equipamiento ya está comprado.” A partir del acuerdo con el Gobierno, los recolectores de El Ceibo trabajarán con credenciales, uniforme y guantes y tendrán una libreta sanitaria.
“La experiencia debería estar en marcha en abril o, a más tardar, en mayo, según prometió el Gobierno”, afirma Eduardo Valdés, legislador porteño por el peronismo y organizador del diálogo entre cartoneros y funcionarios, que se llevó a cabo en octubre. Valdés reclama que el programa piloto involucre a las cuatro cooperativas de cartoneros que trabajan en la ciudad.
El secretario de Medio Ambiente acaba de defender en la Legislatura su proyecto de ley para cambiar el sistema de recolección en la ciudad, según el cual el servicio se pagará por área limpia y no por peso, y en el que se le dará un papel importante a la separación de residuos, el reciclado y el trabajo de las cooperativas.

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