Le costó conciliar el sueño. El clima en la oficina se habÃa enrarecido en las últimas horas. O posiblemente imaginara cosas y estuviera nervioso por los aprestos que estaban organizando sus amigos para festejar su cumpleaños número 31. Recién logró dormirse profundamente bien pasada la medianoche. Sin embargo, no habÃan pasado más de dos horas cuando, sobresaltado, escuchó golpes secos en la puerta de su departamento. Eran exactamente las tres y media de la mañana del pasado 15 de septiembre cuando la policÃa londinense detuvo –como inesperado regalo de cumpleaños– a Kweku Adoboli, un operador financiero de UBS AG, la filial inglesa de una de las principales entidades financieras suizas. Sólo dos horas antes, las autoridades del gigante financiero helvético habÃan solicitado su detención responsabilizándolo por el fraude financiero más importante perpetrado en un banco suizo, que alcanzaba los 2300 millones de dólares. La versión deslizada por la institución sostiene que el operador realizó transacciones financieras sin autorización en contratos de futuros ligados a Ãndices bursátiles europeos y estadounidenses. La maniobra habrÃa incluido contabilizaciones falsas iniciadas en octubre de 2008 y habrÃa sido posible debido a que el operador escondÃa las riesgosas operaciones que realizaba inventando transacciones ficticias. Adoboli habÃa nacido en Ghana, graduándose con honores en la Universidad inglesa de Nottingham con un tÃtulo en comercio electrónico y negocios digitales.
El caso guarda cierto parecido con el del también joven financista francés Jerome Kerviel, operador de Société Générale que fue condenado a tres años de prisión luego de perder 4900 millones de euros en operaciones no autorizadas entre 2007 y 2008. Las similitudes van desde el hecho de que tanto Adoboli como Kerviel trabajaban en una unidad especial de sus bancos llamada Delta One, dedicada a este tipo de operaciones financieras sofisticadas, hasta la decisión del ghanés de contratar al mismo estudio de abogados internacionales que defendió al pÃcaro operador francés.
La falta de controles de este nuevo escándalo resulta muy llamativa si se tiene en cuenta que el caso Kerviel ya habÃa disparado todas las alarmas posibles sobre este tipo de operaciones tanto en los entes reguladores como en los departamentos de control interno de los bancos. En 2008 el supervisor financiero británico alertó a las principales instituciones financieras que operaban en Londres sobre los riesgos inherentes a estos productos requiriéndoles que revisaran en detalle operaciones similares a las denunciadas. Resulta extraño que movimientos financieros de tal envergadura no hayan hecho saltar rápidamente las alarmas existentes en las áreas de control, considerando que caÃdas en los precios de estos productos financieros suelen disparar inmediatamente la obligación de constituir garantÃas adicionales difÃciles de ocultar para la institución involucrada.
En este contexto, parece difÃcil creer que un solo operador –sin ninguna complicidad– pudiera durante años esconder operaciones fraudulentas de las miradas de todos sus compañeros y jefes, llevando a su institución a perder más de 2000 millones de dólares. La increÃble falta de controles internos puesta en evidencia en este caso constituye una nueva señal de alarma y abre interrogantes recurrentes respecto a cuál es la mejor forma de supervisar al complejo mundo financiero, dados los canales de contagio que éste mantiene con el resto de la economÃa.
Casualmente, el pasado 15 de septiembre no sólo se celebraba el frustrado cumpleaños del atribulado operador financiero ghanés. Ese mismo dÃa se cumplÃan exactamente tres años de la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers, hecho que aceleró una crisis financiera mundial devastadora en términos de caÃda en los ingresos y pérdidas de puestos de trabajo en todo el planeta
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