Dramaturgo y director argentino residente en España desde fines de los ’80, Rodrigo GarcĂa visitĂł su paĂs con dos de sus montajes hace sĂłlo cuatro años, durante el Festival Internacional de Buenos Aires. Dueño de un estilo provocador que cruza elementos de diversas expresiones artĂsticas, el creador del afamado grupo madrileño La CarnicerĂa no es, sin embargo, un autor cuyos textos tienten a los grupos locales, aunque Ă©l los considera “escritos en libertad, para una azarosa utilizaciĂłn ulterior” (ver recuadro). El caso es que hasta fin de agosto se presenta en el Teatro del Pueblo una puesta de su obra Borges, dirigida por Marcelo Jaureguiberry e interpretada por dos actores de su grupo tandilense Cero Grupo Teatro: Pablo Moro RodrĂguez y Pedro Tissier.
Borges recibiĂł los premios a la mejor obra y mejor direcciĂłn en el Festival de Teatro Tandil 2004, organizado por la Comedia de la Provincia de Buenos Aires. La pieza consiste en el monĂłlogo desencantado de un hombre que recuerda el encuentro que mantuvo con su Ădolo de la adolescencia, Jorge Luis Borges, a la salida de una de sus conferencias: “Borges me sedujo porque el texto muestra al escritor de carne y hueso, con todas sus contradicciones –afirma el director en una entrevista con Página/12–, y porque desarrolla la opiniĂłn de muchos argentinos sobre Ă©l de puertas para adentro, porque nadie suele escribir sobre esa imagen controvertida”. Pero hay tambiĂ©n algo más en la pieza: “Está expuesto el tema de la idolatrĂa, porque el chico de diecisiete años descubre que su Ădolo es de barro, y pasa entonces del amor al odio en el tránsito del texto, y es este punto lo que me resulta más atractivo de trabajar con los actores”, afirma Jaureguiberry.
–¿Borges está en consonancia o en disonancia respecto de su obra anterior?
–Con nuestro grupo venimos trabajando desde hace 10 años y somos bastante eclĂ©cticos en la elecciĂłn del repertorio. Yo dirĂa que lo distintivo de este repertorio nuestro es el espĂritu de investigaciĂłn y el riesgo que ponemos en juego en cada texto que abordamos. Me gusta que los actores de mis puestas tengan contundencia y que sean orgánicos en escena.
–¿HabĂa visto puestas de GarcĂa? ÂżQuĂ© le atrajo de su teatro?
–Me seducen muchĂsimo los textos de Rodrigo. Me parecen geniales porque mezcla lo poĂ©tico y lo cotidiano, fragmenta las historias y les imprime imágenes contundentes que me provocan como director. DespuĂ©s de haber montado Borges aquĂ, vi una puesta de He comprado una pala en Ikea para cavar mi propia tumba, en Barcelona.
–¿Qué modificaciones hizo respecto de la obra original?</p>
–El texto no tiene una sola didascalia, pero está lleno de imágenes que a mĂ, particularmente, me provocaban muchĂsimo. Tampoco tiene los 4 personajes que interpreta el actor y los dos que ejecuta el cantante, ni el fragmento del RĂ©quiem de FaurĂ©. Me entreguĂ© a esas palabras con la certeza de construir mi mundo y en ese punto creo que el texto de Rodrigo GarcĂa fue mi mejor compañero de ruta. EnviĂ© el video de mi puesta a Nel Diago, catedrático de la Universidad de Valencia, fanático de las puestas de este director y Ă©l me escribiĂł diciĂ©ndome que lo que yo habĂa hecho “no era GarcĂa”, cosa que me puso muy contento, porque, en realidad, se trataba de mi propia concepciĂłn de la obra. Cuando dirijo me dejo llevar por la energĂa que se produce en los ensayos, parto desde el “no sé”. Desde el trabajo con los actores, inmersos en un proceso creativo sin red. AsĂ nacen las diferentes voces en este texto de GarcĂa, un impacto vital al corazĂłn del texto.
–¿Por qué el protagonista se enfrenta a una cámara de video?
–Esa es otra cosa: aunque vaya amasando la puesta en los ensayos, mi otra profesiĂłn me hace guiños continuamente. Soy arquitecto, además de licenciado en Teatro, y admiro mucho a los renacentistas, asĂ que, desde los primeros ensayos, sabĂa que iba a trabajar la simetrĂa y operar sobre ella una deconstrucciĂłn de la misma. Con la cámara juego a estructurar una multiplicidad de espacios que, puestos en un eje simĂ©trico, se multiplican sin lĂmite, se trastrocan y reconvierten en otros espacios. El pĂşblico, en el caso de esta puesta, tiene que seleccionar continuamente quĂ© observar, quĂ© obra quiere ver, ya que indudablemente son miradas diferentes del espectáculo: si uno mira la pantalla o al actor en vivo, o si hace intermitencia entre estas dos instancias. Cada espectador participa en un juego ambiguo y desestabilizador definiendo quĂ© obra fue la que presenciĂł.
–El personaje de la obra critica ferozmente el hecho de que Borges haya tenido tan poco vĂnculo con el entorno polĂtico y social de su Ă©poca. ÂżCuál es su posiciĂłn en relaciĂłn con la figura del escritor?
–Borges me parece genial como escritor. Admiro, sobre todo, su poesĂa que, dentro de su producciĂłn, es lo menos conocido. El espectáculo es un poco duro para la gente que viene a presenciar un homenaje a Borges: provoca, cuestiona, transgrede todos los lĂmites del “prĂłcer” Borges. Pero es un canto de amor, un bolero donde no existen lĂmites entre ese chico de diecisiete años y el escritor.
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