“PerdĂ mi guitarra, mi hogar, mi esperanza y mi fortuna/ PerdĂ a mi abuelo dos vecinos y un amigo/ Le ruego a Dios que venga y hunda al Presidente/ cuando el dique se rompa otra vez.” Si hay algo que une a The Nightwatchman y Rage Against the Machine es la intenciĂłn de decir cosas más allá de la mĂşsica: “Midnight in the city of destruction”, una de las grandes canciones del sorprendente segundo disco solista de Tom Morello, se encarga de subrayar el vĂnculo. Pero allĂ se terminan las comparaciones: Morello, personalĂsimo guitarrista al que RATM (y sus sucesores Audioslave) le deben buena parte de su ADN sonoro, decidiĂł en 2007 abrir un sendero completamente nuevo, en ese momento con One man revolution y ahora con The Fabled City (Sony BMG), que se acaba de editar en la Argentina. Uno de esos discos que, aun abrevando en fuentes conocidas, implica un bienvenido soplo de aire fresco.
El mismo Morello admite que ese paso no fue fácil, y que las primeras presentaciones estuvieron dominadas por un inesperado miedo escĂ©nico. Es que la obra solista de Morello está directamente conectada con una lĂnea que une a Woody Guthrie, Johnny Cash, Bob Dylan y Bruce Springsteen: una clase de material eminentemente acĂşstico, con una fuerte carga lĂrica, que supone un protagonismo atĂpico para un mĂşsico acostumbrado a expresarse por vĂa de sus seis cuerdas. Como sea, Morello asume esta faceta con la personalidad necesaria. Su grave voz parece cortada a medida para el poderoso combo de apertura con “The fabled city” (“He visto la ciudad legendaria, y sus calles están pavimentadas con oro/ pero una cerca de hierro las rodea, y la puerta de hierro está cerrada”) y la potente “Whatever it takes”, que alcanzan como declaraciĂłn de principios y fijan el clima para un disco que abunda en discurso polĂtico, sĂ, pero sobre todo rezuma convicciones musicales.
Con el esporádico aporte en algunos instrumentos de Brendan O’Brien y la presencia del tambiĂ©n militante Serj Tankian (System of a Down) en “Lazarus on down”, Morello les va dando curso asĂ a once canciones rotundas y encantadoras, vibrantes, con nobleza de nylon y madera allĂ donde suele asociarse su nombre con furia y electricidad. Puede ser luminoso y lĂşdico en canciones como “The lights are on in Spidertown” o la galopante “St. Isabelle”, que parecerĂan convocar a un coro de beodos en el bar de la esquina; puede adquirir la gravedad necesaria para momentos melancĂłlicos como la preciosa “Lazarus...” o “Rise to power”, que cierra el álbum con una nota algo amarga; puede ponerse Ă©pico, como en “The iron wheel” (“A veces te dicen que te quedes quieto, cuando sabĂ©s que es el momento de correr”) o “Gone like rain”. Y en ningĂşn caso Morello suena impostado, como intentando algo diferente para zafar del tono algo monĂłtono que habĂa adquirido el RATM de los Ăşltimos tiempos. AsĂ, The fabled city puede entenderse como el audaz paso de un hombre que, cansado de ser guitar hero, se probĂł el traje de songwriter. Y no le sienta nada mal.
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