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Martes, 6 de mayo de 2008
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Polémica por el museo que inaugurarán donde funciona el CETC

Un experimento muy poco vanguardista

Una programación aún no definida en su totalidad y la repentina ocupación de gran parte de la superficie del CETC con una muestra provocaron el alerta entre numerosos referentes culturales, desde Sergio Renán hasta León Ferrari.

Por Santiago Giordano
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Sergio Renán, ex director del Colón, y Martín Bauer, ex del CETC, critican el estado de las cosas.

“Actualmente no se dispone de mayor información”, se lee en el link de la página web del Teatro Colón que conduce al Centro de Experimentación (CETC). A pesar de ser el único espacio escénico del máximo coliseo en condiciones de funcionar, el subsuelo reacondicionado y reinaugurado el año pasado pareciera no poder sustraerse al contexto de un teatro resignado a una temporada fragmentada –por usar un eufemismo–, en medio de interminables reestructuraciones edilicias, cuya realidad en general es tan compleja como incierto su futuro inmediato. Una programación aún no definida en su totalidad y la repentina ocupación de gran parte de su superficie con la muestra El mundo de Giuseppe Giacosa, como anticipo del museo que se inaugurará próximamente en ese lugar, son otros puntos espinosos en la gestión de ese sótano que desde hace años es lugar de experimentación, y por eso de vanguardia. “Al CETC lo instituimos durante mi gestión en 1990, porque entonces nos parecía inexplicable que un teatro como el Colón no tuviese un lugar para la experimentación, un espacio para poner en práctica actividades de creación a partir de prueba y error, para arriesgar estéticamente”, cuenta Sergio Renán. Desde entonces artistas de diversas disciplinas como Alfredo Arias, Mariano Etkin, León Ferrari, Gabriela Prado, Alejandro Tantanian, Edgardo Cozarinsky, por nombrar sólo algunos –además de numerosos creadores jóvenes–, contribuyeron con sus búsquedas a consolidar el perfil de una de las pocas instituciones del país capaces de encargar obras originales, abordar nuevos repertorios y establecer cruces interdisciplinarios. “Inclusive hubo producciones como Europera de John Cage o La ciudad ausente, de Gerardo Gandini y Ricardo Piglia, que se iniciaron en el CETC pero se dieron en la sala mayor, creando un tránsito de público muy interesante”, recuerda Renán.

Si bien las actividades del CETC comenzaron oficialmente el sábado con un concierto del Ensemble Nuove Forme Sonore –ofrecido por el Instituto Italiano de Cultura–, todavía no se definió la programación completa para esta temporada. “Hay muchas cosas que todavía no están confirmadas”, reconoce el músico Omar Cyrulnik, director del CETC desde diciembre. Entre lo ya pautado menciona al compositor y director Marcelo Delgado, que estará en junio, y anticipa además que en julio se pondrá la ópera Cenicienta de Marta Lambertini –“para que los niños vayan al CETC”–, en agosto estará la coreógrafa francesa María Donata D’Urso y en septiembre el compositor argentino radicado en Francia Martín Matalón. “Delgado interpretará a Messiaen, mientras que Matalón tendrá dos conciertos con su obras –explica–; a esto último le estoy buscando la vuelta para concursar una coreografía”. “Tenemos numerosos proyectos –continúa–, muchos de ellos presentados por los mismos cuerpos artísticos del Colón, porque el CETC debe ser del Colón y estoy decidido a correr ese riesgo.”

Por su parte, el compositor Martín Bauer, predecesor de Cyrulnik, asegura que al terminar su gestión en diciembre dejó avanzada una programación para este año, con ocho títulos, además de un proyecto de creadores residentes para componer microóperas. “Lo único que puedo decir es que durante cinco años trabajamos muchísimo; pensamos y discutimos ese espacio con mucha intensidad y logramos producciones importantes, pero sobre todo sembramos el terreno para que sea un lugar de experimentación”, comenta Bauer. La coreógrafa Diana Theochraridis, subdirectora del centro durante la gestión de Bauer, va más allá. “Me alegraría si se diese una continuidad artística –explica–; naturalmente cada gestión puede tener su manera de hacer las cosas, pero hay una cuestión de fondo que hace al sentido del Centro de Experimentación.” “Lo que me molesta es que no se declare que una parte de la programación actual viene de antes. Nosotros establecimos los contactos, hicimos esas gestiones y las concretamos. Matalón, por ejemplo, tenía que venir para hacer un espectáculo escénico y no solamente dos conciertos, como se anuncia”, agrega.

Cualquier discusión sobre lo que debería ser la programación en un ámbito como el del CETC se vuelve vana cuando el espacio físico que fue privilegiado para ampliar el horizonte de lo posible de pronto se ocupa para consagrar la conservación. Un museo en el lugar de un centro de experimentación es casi una provocación y hasta podría parecer una broma, si no se explicase desde las asperezas naturales que produce un lugar de vanguardias dentro un espacio tradicional como es un teatro de ópera. Y estas tensiones que alguna vez fueron fértiles para la creatividad hoy recrudecen a partir de un gesto que en la coyuntura es la clara definición del perfil de una gestión. “No sé qué va a pasar con el espacio, esperemos –se defiende Cyrulnik–. Sanguinetti es el director general del Colón y si considera que hay que hacer un museo tendrá sus razones. Por ahora hay una muestra y no sé hasta cuándo estará; espero que no mucho, además porque el Colón merece un museo más grande que ese espacio.”

“Si el Colón necesita un museo de ópera no tiene por qué afectar al Centro de Experimentación –opina Renán–, que sí podría cambiar de lugar, pero hay que tener en cuenta que los espacios son condicionantes para la creación; en este caso reducir el espacio quiere decir reducir la capacidad de producción y la llegada al público. No es posible hacer eso.” “Hay que tener una cabeza menos tradicionalista y apoyar a las vanguardias –comenta el artista plástico León Ferrari, que en 1994 formó parte de Enclaves, una producción multidisciplinaria del CETC–, pero creo que no es el caso de esta gente. En un principio todo fue vanguardia, por eso el hecho de que un teatro como el Colón se levante sobre un sótano de experimentación tiene un significado trascendente. Es una lástima que no se conserven las cosas que funcionan bien.”

“Me parece que se está defendiendo sólo un espacio físico –sospecha Cyrulnik–. ¿Qué pasa si el Master Plan decide que es necesario cerrar todo el teatro? ¿Desaparece el CETC? No creo, simplemente seguiremos en otros lugares.” “Es cierto que el CETC no es sólo un espacio físico –reflexiona Theo-chraridis– , en los últimos años hubo migraciones al Centro Cultural Recoleta o al Museo de Arte Moderno y siguió siendo el CETC; de todas maneras ese sótano es el espacio que le dio identidad al centro, el que inspiró obras, permitió la creación de nuevos repertorios, el intercambio entre artistas locales y extranjeros. Ese deber ser un espacio para la creación y la circulación del arte, ésa es una misión que no se puede dejar de lado, de otra manera el centro perdería su razón de ser.”

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