La semana pasada hubo una colorida adici贸n a los anales de la historia de Hollywood, cuando se revel贸 que un joven Russell Crowe telefone贸 a las 3 de la ma帽ana a un productor de Gladiador para lanzarle palas inmortales: 鈥溌os, hijo de puta! 隆Te voy a matar con mis propias manos!鈥 La amenaza de Crowe surgi贸 de una discusi贸n sobre el magro salario que percib铆a su equipo de asistentes personales. Seg煤n se dijo, poco despu茅s el desafortunado productor 鈥揃ranko Lustig, 77 a帽os, sobreviviente del Holocausto鈥 llam贸 a Steven Spielberg a Los Angeles y le pidi贸 que lo retirara del proyecto. Todo el mundo ama las buenas historias de superestrellas port谩ndose mal, con conductas de divas y un toque de la vida imitando al arte. Tras ser delatado en el sat铆rico sitio web Defamer, la falta de sentido del humor de Crowe, de proporciones 茅picas, se convirti贸 en moneda corriente en titulares de todo el mundo.
Detr谩s de las escenas, una intriga m谩s profunda se estaba cocinando. La historia revelada por Defamer fue sacada de un avance The Men Who Would Be King, libro de 400 p谩ginas escrito por Nicole Laporte, que cuenta la historia de DreamWorks. Laporte, ex periodista de Variety, pas贸 casi una d茅cada siguiendo al estudio cinematogr谩fico y sus jefes de alt铆simo perfil. Y mientras las historias como la de Crowe son relativamente comunes 鈥損uede pensarse en Christian Bale y su amenaza a un t茅cnico electricista de 鈥渄estrozar las luces鈥, registrada en cinta鈥, el libro de Laporte promete algo m谩s raro y m谩s jugoso: una chance de explorar la ropa sucia de tres magnates intocables de Hollywood: Spielberg, Jeffrey Katzenberg y David Geffen. El tr铆o fund贸 DreamWorks en 1994, en una ola de rebote medi谩tico y con el declarado objetivo de ser la m谩s excitante y amplia marca del entretenimiento, desarrollando artistas y llev谩ndoles a las masas proyectos de animaci贸n, actores, dramas de TV y videojuegos. En vez de eso, la compa帽铆a se fue paralizando y debilitando, produciendo tantos fracasos como 茅xitos, y cerrando la mayor铆a de las divisiones que no produc铆an beneficio. Hoy es s贸lo una versi贸n fracturada del vasto imperio de medios que sus fundadores so帽aron. Katzenberg preside DreamWorks Animation, una compa帽铆a con acciones al p煤blico. Spielberg tiene DreamWorks Films, una empresa separada cuya mayor parte est谩 en manos de inversores de India. Geffen est谩 fuera del asunto.
El libro de Laporte intenta encontrarle sentido a esta historia de ambiciones fallidas, espiando dentro de los jets privados, oficinas de alto status y mansiones de Beverly Hills de los tres fundadores, en un esfuerzo por explicar c贸mo sus considerables talentos fallaron a la hora de hacer que esa gran idea levantara vuelo. La autora dice que fue todo un desaf铆o, ya que Spielberg, Katzenberg y Geffen son c茅lebres por proteger su imagen p煤blica. En la industria se susurran desde hace a帽os duras historias de sus supuestos raptos de temperamento y sus excentricidades personales, pero a pocos periodistas se les ha permitido investigarlas. De hecho, los intentos de Laporte de entrevistarlos fueron frustrados (ella asegura que Katzenberg advirti贸 a toda posible fuente que no le hablara), pero que se las arregl贸 para hablar con alrededor de doscientas fuentes internas, que a veces tomaron precauciones extremas para mantenerse an贸nimas. 鈥淯na persona accedi贸 a hablar conmigo un fin de semana en un restaurante de Malib煤鈥, dice Laporte. 鈥淐uando fui, vino corriendo y me dijo que adentro hab铆a alguien que lo conoc铆a; nos metimos en su auto y durante dos horas manej贸 por la costa. Hablaba y yo tomaba notas.鈥.
DreamWorks fue siempre algo excitante. Al fundarse, en 1994, fue el primer estudio nuevo de Hollywood en sesenta a帽os, y abraz贸 un revolucionario principio, que no se consideraba desde que Douglas Fairbanks y Charlie Chaplin fundaron United Artists en 1919: que el equipo creativo deb铆a imperar sobre los hombres de traje. Geffen, un billonario empresario musical, iba a ser el realizador de acuerdos. Katzenberg era su capit谩n incansable, a cargo de las operaciones del d铆a a d铆a. Spielberg, el cineasta misterioso y obsesivo, era el artista residente, que pod铆a agregar estrellas al barco. Iban a crearse diez divisiones separadas, incluyendo un estudio f铆sico de producci贸n cinematogr谩fica, sellos de pel铆culas de animaci贸n y con actores, una estaci贸n televisiva, una compa帽铆a de videojuegos y un sello discogr谩fico. Los empleados tendr铆an comida gratis y se llamar铆an entre s铆 por su nombre propio. Paul Allen, fundador de Microsoft, aport贸 500 millones de capital. Era la empresa m谩s ambiciosa y de pensamiento m谩s adelantado en toda una generaci贸n de Hollywood.
Pero, de alg煤n modo, los tres fundadores nunca llegaron a engranar entre s铆. Laporte acusa al fren茅tico Katzenberg, a cargo de DreamWorks Animation, de manejar car铆simos fracasos como El camino a El Dorado, Sinbad y Spirit. Con la excepci贸n de Shrek (que ahora vuelve a los cines por cuarta vez), la compa帽铆a nunca tuvo el 茅xito comercial de su rival Pixar, y necesit贸 una reinyecci贸n de capitales en 2004. Geffen, famoso por su robusta personalidad, podr铆a haber sido lo que Laporte llama 鈥渦n gran solista鈥, pero como les sucede a muchos hombres acostumbrados a arreglarse por la suya debi贸 luchar para trabajar en un ambiente de 鈥渟upergrupo鈥, donde era una de tres estrellas principales. Spielberg estaba a menudo ocupado en asuntos externos.
Eso no quiere decir que la compa帽铆a haya fallado en todo nivel. Luego de un comienzo titubeante, disfrut贸 una 茅poca de oro a fines de los 鈥90, cuando lanz贸 pel铆culas ganadoras del Oscar como Rescatando al Soldado Ryan, Gladiador y Belleza Americana, que gracias a su rara naturaleza y bajo presupuesto (15 millones) es descripta a menudo como la pel铆cula quintaesencial de DreamWorks. Pero los negocios sufrieron los h谩bitos del excesivo gasto corporativo. Divisiones deficitarias debieron ser cerradas o vendidas. La rama de videojuegos fue clausurada. El proyecto de un estudio de filmaci贸n fue abandonado, tras devorarse decenas de millones. En un punto, Allen fue forzado a poner otros doscientos millones para evitar la bancarrota. En 2005, la divisi贸n de pel铆culas con actores fue vendida a Paramount, donde permaneci贸 hasta el a帽o pasado, cuando Spielberg tom贸 nuevamente el control con capitales privados.
Laporte captura cada giro equivocado en la historia de la compa帽铆a. Incluso cuenta c贸mo Spielberg le dijo a George Clooney 鈥揺ntonces estrella de la TV鈥 que pod铆a hacer historia grande en el cine 鈥渟i manten铆a la cabeza quieta鈥. El lector tambi茅n se entera de que los tres fundadores consiguieron peque帽os beneficios cuando partes de la empresa se vendieron, pero la mayor铆a de su equipo (que hab铆a sufrido recortes en su paga a cambio de trabajar en un ambiente 鈥渁rt铆sticamente amistoso) no percibi贸 ning煤n beneficio extra. El director Sam Mendes, cuyo Belleza Americana recaud贸 350 millones, obtuvo (descontados impuestos y cargas varias) 32 mil d贸lares.
En cuanto a Russell Crowe, Laporte agrega que se fue del set de filmaci贸n de Gladiador dos veces, porque pensaba que su l铆nea 鈥淭endr茅 mi venganza, en esta vida o en la pr贸xima鈥 era 鈥渞ecargadamente engre铆da鈥. El director Ridley Scott lo persuadi贸 de quedarse, y la frase termin贸 ayudando a Crowe a ganar el Oscar al mejor actor. Otra prueba de que, como demuestra la historia de DreamWorks, los grandes no siempre tienen raz贸n.
* De The Independent de Gran Breta帽a. Especial para P谩gina/12.
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