La relación que la industria hollywoodense mantiene con John Carpenter es por lo menos paradójica. Al tiempo que vuelven una y otra vez sobre su obra previa, hallando en sus viejas pelÃculas una fuente incesante de remakes, los estudios convirtieron al Carpenter de hoy en poco menos que un desterrado, haciéndole pagar tal vez el precio de ser un sesentón, algo que en el Hollywood actual parecerÃa estar poco menos que interdicto. En abril del año pasado, el mÃtico realizador logró interrumpir un ostracismo de una década entera, volviendo a la acción (con resultados apenas medianos, hay que reconocer) con Atrapada. Unos meses más tarde se estrenaba The Thing, remake del film homónimo, que rehacÃa a su vez uno que Howard Hawks –su maestro adoptivo– dirigió en los años ’50. The Thing es, después de Terror en la niebla (2005), Masacre en la cárcel 13 (2005) y Halloween, el comienzo (2007), la cuarta remake o paráfrasis de un film de John Carpenter que el cine de Hollywood encara en el último lustro. El sello AVH la lanzó en DVD hace unos dÃas, con el tÃtulo de La cosa (recuérdese que la versión de Carpenter se estrenó treinta años atrás en la Argentina, como El enigma de otro mundo, tÃtulo con que se habÃa conocido la de Hawks).
Si la Halloween de Rob Zombie parafraseaba la original, ésta se plantea como precuela de The Thing. Pero si no fuera que en el epÃlogo un husskie escapa, sobre el hielo antártico, a los disparos de un par de hombres –escena con la que la de Carpenter empezaba–, la condición de precuela quedarÃa subsumida por el carácter de calco que esta nueva versión tiene en relación con la anterior. Los miembros de una estación cientÃfica hallan, en un establecimiento vecino, a todos sus ocupantes muertos, entre restos de una nave espacial. Se llevan un cadáver para investigarlo y hallan signos de vida dentro de él. De una forma de vida que no se parece a las conocidas en la Tierra. Y que posee una cualidad única: la de mimetizarse con el cuerpo que le sirve de huésped, duplicándolo. Como los cadáveres de los miembros de la estación vecina lo prueban, la invasión de cuerpos practicada por la rara especie no es pacÃfica ni soterrada. Asà como no es agradable a la vista la verdadera apariencia de la cosa, que en sus mutaciones es capaz de fusionar patas de araña con una dentadura que no tiene nada que envidiarle al Alien (algo asà como su hermano mayor: el film de Carpenter sucedió en un par de años al de Ridley Scott). Además, el espécimen tiene la capacidad de partirse en dos, de dividirse y amalgamarse.
Si en algo se diferencia de la de Carpenter esta versión dirigida por el holandés Matthijs van Heijningen Jr., emparentándose a su vez con la de Hawks, es en que aquà sà hay una mujer. Y esa mujer será la heroÃna (no arquetÃpica, como lo era el personaje de Kurt Russell, sino sólo práctica). Se trata de una bióloga que no tarda en enfrentarse con un superior, tÃpico cientÃfico más interesado en los altos intereses de la biologÃa espacial que en la supervivencia de los suyos (lo interpreta el danés Ulrich Thomsen, conocido por La celebración, pero también por 007, el mundo no basta). Narrada en forma seca y eficaz, con unos efectos especiales que renuncian a la digitalización para volver a aquellos más fÃsicos de los años ’80, seguramente esta tercera Cosa será más apreciada por quienes no hayan visto la anterior (si es que alguno no la vio). En la comparación perderá tanto en términos de tensión como de paranoia: el riesgo de rehacer lo que estaba espléndidamente hecho.
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