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Jueves, 14 de agosto de 2008
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Cómo romper con la maldición de las películas con autistas y discapacitados

Detrás de un vidrio oscuro

Schnabel consigue hacer suyo el punto de vista de su protagonista, asumir su ética y su estética, y transfigurarlo en un film original, genuinamente emotivo, que no tiene miedo de la voz interior ni del discurso indirecto libre.

Por Luciano Monteagudo
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La cámara subjetiva pone al espectador en el lugar desesperante del protagonista.

Lo primero que cabe decir de La escafandra y la mariposa, tercer largometraje del director neoyorquino Julian Schnabel, que le valió el premio al mejor director en el Festival de Cannes del año pasado, es que resuelve muy bien un problema difícil: si el cine es palabra y movimiento, ¿cómo hacer un film sobre un personaje que ha quedado completamente paralizado, mudo prisionero de su propio cuerpo inerte? Basado en el libro autobiográfico de Jean-Dominique Bauby, periodista y bon vivant, editor de la revista Elle, que sobrevivió penosamente a un ataque cerebral, Le Scaphandre... juega una carta difícil y recurre durante la primera mitad de sus dos horas de duración a la cámara subjetiva como el único ojo en funcionamiento de Bauby, cuya voz en off va dando cuenta de lo distinto que es el mundo cuando se lo ve a través de un vidrio oscuro.

De esta historia trágica, Schnabel extrae una película audaz, en varios sentidos. En primer lugar, La escafandra y la mariposa se permite romper con la maldición que aqueja a las películas con autistas, discapacitados y enfermos terminales: no hay aquí las dosis de condescendencia, paternalismo o demagogia que suelen afectar en el cine a estos temas, desde Ana de los milagros hasta Mar adentro. Por el contrario, acorde con el espíritu vital del personaje –que antes de su accidente vascular era un hedonista consumado–, la película narra el combate de Bauby por comunicarse con el mundo a través de su humor corrosivo y de su visión muchas veces cínica pero siempre terriblemente lúcida, no sólo de la realidad que lo rodea sino de la suya propia, que no podría ser peor.

En segundo término, La escafandra... propone una suerte de pequeño laboratorio estético en el contexto de una película concebida y realizada para un público amplio, no habituado a experiencias formales por fuera de los usos y costumbres del film narrativo de organización aristotélica. Si Bauby –plenamente consciente pero cautivo de su propio cuerpo– puede comunicarse con el exterior apenas haciendo parpadear uno de sus dos ojos, Schnabel hará de esa imposibilidad el disparador de todas sus posibilidades como cineasta. ¿Qué se puede hacer y decir cuando nadie te escucha ni te entiende?, se pregunta Bauby. Y a partir del ejemplo de su personaje, que fue capaz de escribir un libro en esas condiciones, Schnabel da rienda suelta a su imaginación, se lanza a la asociación libre de ideas, funde el pasado y el presente, los deseos con la realidad.

Este logro de Schnabel –de quien en el último Bafici se vio su documental Lou Reed’s Berlin– habla muy bien de su evolución como cineasta, porque sus dos films de ficción anteriores, Basquiat y Antes que anochezca, eran particularmente chatos y convencionales, considerando que abordaban a dos personalidades tan sulfúreas como el artista plástico Jean-Michel Basquiat y el perseguido poeta cubano Reynaldo Arenas. Aquí, por primera vez, Schnabel consigue hacer suyo el punto de vista –incluso literalmente– de su protagonista, asumir su ética y su estética, y transfigurarla en un film que no tiene miedo de la voz interior y del discurso indirecto libre.

A medida que Bauby progresa en su comunicación con el exterior, el film de Schnabel sale de su escafandra, muestra al actor (Mathieu Amalric, estupendo como siempre) y se vuelve más previsible, más prosaico, como si no se hubiera animado a llevar hasta sus últimas consecuencias su propio planteo. Pero aun con esta salvedad, Le Scaphandre et le papillon sigue siendo un film original, valioso e incluso genuinamente emotivo, sobre todo cuando trabaja la relación de Bauby con su padre (el bergmaniano Max Von Sydow) y de él mismo con sus propios hijos.

8-LA ESCAFANDRA Y LA MARIPOSA

(Le Scaphandre et le papillon, Francia/Estados Unidos/2007.)

Dirección: Julian Schnabel.

Guión: Ronald Harwood, basado en el libro homónimo de Jean-Dominique Bauby.

Fotografía: Janusz Kaminski.

Música: Paul Cantelon.

Intérpretes: Mathieu Amalric, Emmanuelle Seigner, Marie-Josée Croze, Anne Consigny, Patrick Chesnais, Niels Arestrup, Max Von Sydow, Jean-Pierre Cassel, Olatz López Garmendia, Marina Hands, Isaach de Bankolé.

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