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Lunes, 22 de octubre de 2012
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La lengua como lugar de pertenencia

En Seres desconocidos, al narrador argentino que vive en Madrid le dicen que habla mal –el leísmo es “el mejor detector de argentinos disfrazados”– y hasta se menciona a un personaje que alguna vez, en el pasado, presentó un proyecto para que se prohibieran para siempre “las indigestas traducciones procedentes de Buenos Aires”. Como escritor y traductor, ¿qué opina de este espinoso asunto?

–La lengua, como el país en que uno vive, es un lugar de pertenencia, cosa que todo el mundo sabe. Si hay diez o veinte clases de castellano, cada usuario de cada país creerá que su castellano es el más natural, el más espontáneo, el menos aparatoso. Por eso un argentino puede encontrar graciosas, raras o feas tal o cual expresión de telenovela mexicana o venezolana. Lo que cuesta más plantearse es que eso necesariamente funciona también al revés y que, por ejemplo, todo el mundo se ríe de nuestro “che”. La lengua, ya lo sabemos, es política y por siglos fue instrumento de colonización. Los españoles tal vez sienten que tienen las prerrogativas del origen, pero si a eso vamos habría que remontarse al latín, y así sucesivamente. A los españoles les divierte mucho la manera de hablar porteña, pero hay ciertas cosas que encuentran grotescas, o que para ellos evidencian una manera incorrecta de pensar o un uso perverso de la gramática. La frase “indigestas traducciones de Buenos Aires” es una cita de la autobiografía de Juan Goytisolo, porque cuando leí ese libro me espantó que el gran campeón de los derechos de la cultura árabe excluida de España hablara de una manera tan imperial y desdeñosa, y que contradijera tanto su supuesta visión ecuménica de las cosas. Se ve que nadie le contó a Goytisolo que en la Argentina no podemos tolerar traducciones donde los tíos follan y se corren y gritan “coño” a los cuatro vientos. Además, gracias a esas indigestas traducciones él y muchos otros pudieron leer cosas que en España en ese momento ni se les ocurría publicar. Pero ya ve, la lengua enseguida dispara los egos nacionalistas y eso hay que evitarlo.

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