Sábado, 29 de junio de 2002
Final del juego
Donde se habla del vacĂo y se propone un enigma de palabras
Por Leonardo Moledo

El experimento de Torricelli. (IlustraciĂłn de Gaspar Schott, 1664).
–RĂgidas o no, las varillas tampoco fueron un obstáculo para nuestros lectores, que masivamente resolvieron el acertijo –dijo el Comisario Inspector–, pero quiero decir una palabritas sobre Alejandro Satz: ¡Compara a ParmĂ©nides con George Bush! El solo hecho de incluir a ambos en una misma frase es un insulto al lenguaje y a la especie humana.
–En realidad –dijo Kuhn–, si se lo piensa un poco, que la misma especie pueda producir a Parménides y a George Bush es una verdadera sorpresa.
–Sà –dijo el Comisario Inspector–, es la misma pregunta que suelo hacerme cuando prendo el televisor, en especial durante los programas de la tarde, aunque por supuesto, no son tan letales. Por lo visto, la evolución fue capaz de producir un abanico sorprendentemente grande.
–ParmĂ©nides no lo creerĂa –dijo Kuhn–.
–De paso, entre nuestros lectores hay una abrumadora mayorĂa en favor de la existencia del vacĂo, lo cual “para quienes piensan que los resultados cientĂficos son verdaderos o no por consenso”, zanjarĂa la cuestiĂłn.
–Esas comillas están de más –protestĂł Kuhn–, todo el mundo entiende de quiĂ©n se está hablando. Y además, yo hablo de consenso entre comunidades cientĂficas y en momentos de cambio de paradigmas.
–ParmĂ©nides y los filĂłsofos griegos en general identificaban al vacĂo con la Nada, y aceptaban el razonamiento parmenĂdeo segĂşn el cual la nada no puede existir, esto es, no puede haber un “trozo de nada”. Lo cierto es que la discusiĂłn sobre la existencia del vacĂo no fue de poca importancia. Incluso se usĂł como argumento contra el uso del cero: una cifra que indica la nada es un sinsentido.
–Bueno, dijo Kuhn, lo que pasa es que tomaban la palabra “vacĂo” con diferentes significados. La pregunta es vacĂo de quĂ©.
–Exactamente, mi querido Kuhn –dijo el Comisario Inspector–. La pregunta por el vacĂo, tal como la podrĂa plantear, digamos DemĂłcrito, es por el vacĂo de materia. Para los atomistas griegos (DemĂłcrito, Leucipo), habĂa átomos que se movĂan en el espacio vacĂo, es decir, entre los átomos no habĂa nada. AhĂ se ve que la identificaciĂłn del vacĂo con la nada está muy lejos de ser un disparate. El vacĂo griego es espacio puro, en el cual no hay nada. ÂżPero quĂ© significa que algo sea “espacio puro”? ÂżTiene sentido hablar de espacio puro, espacio geomĂ©trico puro sin nada? Desde ya, no para ParmĂ©nides, ni para ninguno de su escuela.
–Ni para Aristóteles.
–Ni para AristĂłteles –dijo el Comisario Inspector–. Es interesante, porque además, AristĂłteles utiliza otro argumento, un argumento mecánico para sostener que el vacĂo –y el atomismo– es imposible. Para la fĂsica de AristĂłteles, la velocidad a la que se mueve un cuerpo es mayor cuanto menor es la resistencia del medio en el que se mueve. Cuanto menos resistencia, más velocidad. Si hubiera vacĂo, que no ofrece ninguna resistencia, un mĂłvil se moverĂa con velocidad infinita, cosa que a AristĂłteles le parece un disparate.
–Y razonaba bien –dijo Kuhn–. De hecho, la conclusiĂłn de AristĂłteles, en su contexto, es decir, en un contexto en el que no se podĂa tener ninguna evidencia de los átomos, era más razonable que la de los atomistas.
–De ninguna manera –dijo el Comisario Inspector–, pero no discutamos precisamente eso. Lo cierto es que por la misma razĂłn, llenĂł el espacio supralunar de Ă©ter, la quintaesencia. AristĂłteles postulĂł que “la naturaleza le tiene horror al vacĂo”, y que se apresura a llenarlo, y eso tuvo importantes derivaciones hasta en la biologĂa. Aun en el siglo XVII, el mismĂsimo Descartes considerará que el espacio puro, sin nada de materia, esto es, sin nada, no puede existir; para Descartes son idĂ©nticos la materia y la extensiĂłn. Y por lo tanto inventĂł algo que llamĂł “materia sutil”, una especie de Ă©ter que llenaba todos los intersticios del espacio, que giraba en torbellinos y que era, a su vez, la gĂ©nesis de los movimientos planetarios. ÂżEstamos?
–Estar, estamos –dijo Kuhn, sorprendido– lo que no veo...
–Sin embargo, en el siglo XVII el vacĂo –entendido como vacĂo de materia– triunfĂł irresistiblemente, mal que le pese a Alejandro Satz, con los trabajos de Robert Boyle y Torricelli. Torricelli invirtiĂł un tubo de mercurio sobre una cubeta, y la columna bajĂł, dejando sĂłlo vacĂo en el extremo del tubo. AllĂ no quedaba nada. PodĂa existir, efectivamente una regiĂłn del espacio sin materia, y el horror al vacĂo fue a parar al desván.
–Temà que fuera a parar “al basurero de la historia”, desafortunada frase de Trotsky refiriéndose a Martov en 1917 –dijo Kuhn–, y ahora vamos al enigma.
–Sà –dijo el Comisario Inspector–, pero antes aclaremos que todo lo anterior está referido al vacĂo de materia, lo cual es solamente el primer capĂtulo del asunto del vacĂo.
–¿Y el enigma?
–¿QuĂ© tal un enigma con palabras esta vez? LeĂ uno que me encantĂł, y es asĂ: en la palabra “aristocráticos”, cada letra aparece exactamente dos veces. ÂżHabrá otras palabras con esa propiedad?
–Allá –dijo Kuhn.
–Se entiende que cuanto más largas, mejor.
ÂżQuĂ© piensan nuestros lectores? ÂżHabrá? ÂżY el vacĂo?
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