Tras tanta invocaci贸n al bicentenario y en una semana de fecha patria, el libro Celebrar los sentidos. Historia de percepciones y gozos entre 1610 y 1810 (Longseller) del ensayista Ricardo Lesser es una perfecta excusa para meterse en los ba帽os con camis贸n de las damas, hacer un contrapunto entre las danzas nobles de blancas y blancos y los bailes de tambor, menos mesurados, de negras y negros y 鈥損or qu茅 no鈥 espiar la convulsi贸n er贸tica que despertaban los pies de las actrices de entonces. Este libro es el 煤ltimo eslab贸n de una trilog铆a sobre la historia del cuerpo de la Buenos Aires colonial que incluye sobre el mismo per铆odo una historia del amor y el sexo y otra sobre los tratamientos de la vida y la muerte (Hacer el amor y Vivir la muerte, ambos editados por Longseller). Lesser, tambi茅n autor de La infancia de los pr贸ceres (2004), practica una escritura heterodoxa que combina divulgaci贸n hist贸rica con relato de ficci贸n y cr贸nica de 茅poca.
鈥揚orque todo pasa por el cuerpo: el modo de conocer el mundo que tenemos es necesariamente a trav茅s del cuerpo y sus representaciones. El patr贸n alimentario, por ejemplo, es un esquema de valores que tiene que ver precisamente con el cuerpo. Cuando Echeverr铆a en 鈥淓l matadero鈥 habla de las negras que buscan achuras, se refiere a algo que entonces no era considerado comida, es decir, que estaba fuera del registro de la cultura y m谩s bien pertenec铆a a lo animal. Lo mismo observamos cuando en la Buenos Aires colonial se vend铆a pan llamado 鈥渂ajo鈥, que era el de mala calidad, moreno, con salvado, asociado a lo negro y mulato, en contraposici贸n al pan blanco que se vend铆a donde viv铆a la gente m谩s adinerada de la ciudad. Volviendo al cuerpo como modo de la experiencia del mundo: las percepciones est谩n influidas por un cierto modelo de captaci贸n de la realidad que cambia hist贸ricamente. Por lo tanto, es posible hacer una historia de esas representaciones. Y en el cuerpo es precisamente donde se cruza la instancia de lo 铆ntimo con lo estrictamente social.
鈥揕a Argentina no nace en 1810 ni en 1816 ni en 1852, sino mucho antes. Y si hay que ponerle una fecha prefiero hablar de 1776: cuando se crea el Virreynato del R铆o de la Plata. Buenos Aires es un villorrio hasta principios del siglo XVIII; reci茅n m谩s tarde, aunque en ese mismo siglo, el contrabando genera lo que podr铆amos llamar una fracci贸n de clase de comerciantes con un grado de acumulaci贸n de capital que nos permitir铆a hablar de una sociedad que transita hacia el capitalismo. No podemos pensar que los pr贸ceres de 1810 estuvieran por fuera de los valores de Espa帽a. La doxa (opini贸n) de la 茅poca, as铆 como el modo de hacer el amor y de percibir la muerte, ten铆an mucho que ver entonces con la cultura espa帽ola. Y 1810 y 1816 no fueron una ruptura con esa cultura.
Lesser se帽ala como punto de inflexi贸n 鈥損revio a la revoluci贸n pol铆tica que rememoran las fechas patrias鈥 lo que denomina 鈥渓a revoluci贸n de las ni帽as鈥: un movimiento espont谩neo de las mujeres j贸venes de los estratos m谩s altos de la sociedad 鈥揺ntre las m谩s famosas: Mariquita S谩nchez y las hermanas de Bernardino Rivadavia, pero tambi茅n otras hijas de las principales familias de aquella Buenos Aires鈥 por el cual ellas empezaron a negarse a aceptar a 鈥渓os candidatos viejos, panzones y espa帽oles que sus padres les hab铆an seleccionado鈥. 鈥淓sto es fundamental, porque esa fracci贸n comerciante crec铆a no tanto gracias a sus hijos sino a trav茅s de sus hijas mujeres: a ellas las casaban con otros comerciantes como principal forma de asociaci贸n econ贸mica de ciertas ramas familiares. Eran estrategias de matrimonio que tej铆an verdaderos clanes. As铆 lo hizo Vicente de Azcu茅naga con sus hijas y tambi茅n Domingo Belgrano, el padre de Manuel, que cas贸 a sus cinco hijas con diversos comerciantes importantes. Era un designio social, econ贸mico y pol铆tico dentro de una Buenos Aires absolutamente endog谩mica en lo que se refiere a sus clases adineradas. De modo que si una ni帽a dec铆a que no al candidato impuesto, se levantaba contra toda esta organizaci贸n social-familiar y contra una concepci贸n de su cuerpo como cuerpo del linaje, es decir, como un cuerpo que no le pertenec铆a.鈥
鈥淏enito Rivadavia, un espa帽ol tozudo, da dos de sus hijas en 鈥榩alabra de matrimonio鈥 a los tenientes y hermanos Gasc贸n, tambi茅n espa帽oles. Pero Rivadavia se enoja luego con ellas porque le reclaman la herencia de su madre y quiere dejar sin efecto el compromiso de matrimonio, aun sabiendo que ellas podr铆an ya no ser v铆rgenes porque la seriedad del compromiso habilitaba de cierto modo relaciones prematrimoniales. Y efectivamente ellas le dan a entender a su padre que ha sido as铆. Por esta 鈥榠ndisciplina鈥 Rivadavia las pone a rezar y bordar en la Santa Casa de Ejercicios Espirituales, que todav铆a est谩 tal cual entonces, en la avenida Independencia. Ellas apelan a la Iglesia para que las dejen casarse. Pero Rivadavia, a su vez, apela a la Real Audiencia, el 煤nico tribunal que reconoce, y presenta un escrito que dice: 鈥楽ustraerme mis hijas es cosa nula; me deben estar m谩s sujetas a煤n que el criado respecto de su amo por raz贸n de la patria potestad que me compete y me da facultad para enajenarlas o venderlas en caso de necesidad por la especie de dominio que ejerzo sobre ellas como cosa nacida y proveniente de m铆 mismo鈥.鈥 Este escrito 鈥揳grega Lesser鈥 estaba fundamentado en las Siete Partidas de Alfonso X, que eran 隆de mediados del siglo XIII! M谩s tarde, incluso casi cuarenta a帽os despu茅s de la Revoluci贸n de Mayo, estas partidas vuelven a ser valederas para acusar y fundamentar el fusilamiento de Camila O鈥橤orman, condenada por su historia de amor prohibida con el cura Uladislao Guti茅rrez: 鈥淓ste episodio de O鈥橤orman es la ruptura p煤blica que condensa otras rupturas privadas previas, como aquellas que empiezan con la revoluci贸n de las ni帽as. Lo que quiero remarcar es la continuidad cultural m谩s all谩 de la revoluci贸n pol铆tica de 1810 y 1816. Con esto quiero decir tambi茅n que el cuerpo y, en general la historia de la vida privada, dicen mucho m谩s que la historia pol铆tica porque se animan a hablar de la intimidad de los sujetos de la historia鈥.
Mariquita S谩nchez, en este sentido, es un prototipo de desobediencia temprana para la historia que traza Lesser: 鈥淓ra una testigo de su 茅poca sumamente l煤cida, desde ni帽a muy enfrentada a su madre, una ultracat贸lica, que hace valer el amor a su joven primo contra el candidato que le quer铆an imponer. Luego Sarmiento la frecuenta en Montevideo 鈥揺n camino a su viaje a Estados Unidos鈥, donde ella estaba exiliada, y cuenta en sus cartas que ella le pareci贸 tan excitante, tan inteligente, tan bella que tuvo una erecci贸n y que casi se le abalanza encima. Creo que Mariquita fue nuestra George Sand鈥.
Por su car谩cter de puerto, Buenos Aires era una ciudad de alto tr谩nsito. Para Lesser esto explica, en buena medida, por qu茅 las dos terceras partes de los ni帽os y ni帽as que se bautizaban en la iglesia que quedaba donde hoy est谩 el Obelisco (por entonces el llamado 鈥渂arrio Recio鈥) eran ileg铆timos o 鈥渉ijos de la Iglesia鈥, como se les dec铆a. Esto se daba especialmente en la llamada 鈥減lebe urbana: de artesanos a prostitutas鈥; aunque tambi茅n en las clases altas era muy frecuente el embarazo disimulado: primero con fajas y luego por medio de largas ausencias en las quintas de la Recoleta. 鈥淧or algo en 1780 se crea la Casa de Ni帽os Exp贸sitos; no es casualidad. Tampoco era inusual que las negras esclavas llevaran all铆 a sus hijos: era una forma de volverlos libres, de salvarlos de heredar su esclavitud.鈥
En el terreno de lo ileg铆timo, Lesser tambi茅n ubica la concepci贸n del teatro de la 茅poca y ciertas pr谩cticas art铆sticas. 鈥淓l virrey V茅rtiz, por ejemplo, al inaugurar el Teatro de la Rancher铆a, funda una muy estricta pol铆tica de la mirada: no se pod铆a ver los pies de las actrices porque hab铆a una especie de libidinizaci贸n de esa parte del cuerpo. El virrey establece con mucha puntillosidad qu茅 es lo que se puede ver y qu茅 no. Justamente en esta m谩quina de mirar que era el teatro, el exponerse a la mirada de los dem谩s era percibido como una provocaci贸n y el l铆mite entre el cuerpo incitante de las actrices y lo que ese cuerpo representaba como rol era muy sutil. Hab铆a una tensi贸n entre lo que se representaba y lo que se miraba o se deseaba mirar. Hay que tener en cuenta el papel disruptivo de las actrices mujeres cuando era una tradici贸n que ven铆a del teatro isabelino el hecho de que los papeles femeninos fueran representados por hombres. Por eso se帽alo esa curiosidad de que era leg铆timo el travestismo masculino pero no el femenino.鈥
Hay que imaginarse, dice Lesser, una Buenos Aires ventosa, sin 谩rboles, cruzada de arroyos donde iban a parar todos los desechos. El agua era un bien escaso: los aljibes eran privilegios de algunas pocas casas acomodadas. Pero, sobre todo, hay que imaginarse una Buenos Aires vigilada por la religi贸n. 鈥淣o era sencillo ba帽arse. Pero adem谩s hay que tener en cuenta que en nuestra ciudad colonial todo estaba atravesado por la idea de Dios, es decir, por la idea de pecado. Por ende, cuando alguien se sumerg铆a en una tina 鈥搉ormalmente con rueditas, ya que como no hab铆a un cuarto de ba帽o, se trasladaba por la casa鈥, con un poco de agua tibia que calentaban los esclavos hab铆a una autoeroticidad que era muy peligrosa; por eso estaba mal visto que las mujeres se ba帽aran sin camis贸n. De hecho, yo se帽alo en el libro lo poco que se tocaban hombres y mujeres entonces. Un ejemplo: darse la mano como saludo, como contacto social, es algo que se difunde reci茅n despu茅s de las invasiones inglesas. El imaginario social estaba impregnado por un Dios perseguidor. Y en este sentido lo negro quedaba ubicado casi en el rango de lo animal.鈥
En este recato, tambi茅n se inscribe el baile: candombe vs. minu茅. 鈥淗ay descripciones de varios curas, horrorizados, por el candombe de negras y negros, mulatas y mulatos, y que relatan c贸mo 鈥榓l son r铆tmico de los tambores, de un ritmo animal, se acercan a saltitos unas y otras ondulando sus cuerpos鈥; hablan casi de un juego de concavidades y convexidades. Esto es tan insoportable para la autoridad religiosa que el obispo termina prohibiendo estos bailes de negros/as. La contrapartida es el minu茅, que tiene una danza sumamente pautada, de movimientos milim茅tricamente calculados, en los que se simula una proximidad que no es tal. Esto, en realidad, est谩 mostrando un modo del control social y corporal: es parte de las coreograf铆as de sal贸n que ven铆an de la corte鈥, concluye Lesser para describir con otra imagen la idea de que Buenos Aires como ciudad tiene un cuerpo propio. Y que su historia es tambi茅n la historia de los cuerpos que la habitan.
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