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Lesbentajas
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No es cierto que decidir una
sexualidad en libertad suponga desventajas a la hora de vivir –o
no– abierta, plena y públicamente su “díscola”
-según algunos– decisión. Verónica Fulco –estudiante
de Comunicación– y Magdalena Pagano –artista plástica–,
dos de las cinco integrantes de Mujeres Públicas –colectivo
de intervenciones en la calle que combina el discurso estético
y político en acciones autogestivas–, desnaturalizan con
humor algunos de los motivos de discriminación y violencia hacia
las mujeres. En este caso lo hacen a modo de consejos prácticos
que brindan en serie: “Las ventajas de ser lesbiana”, en un
magnífico folletín desplegable de fabricación artesanal.
Si no lo puede creer, lea con atención los beneficios que siguen
a continuación: “No tener la necesidad de explicarle a su
pareja que el clítoris no está en la oreja, ser una ‘mujer
independiente’ después de que sus padres la echaron de su
casa -por si acaso estaba usted preocupada por ser reconocida como una
fémina moderna y autosuficiente–, no pagar una psicóloga
porque sus padres están siempre dispuestos a hacerlo con tal de
que se ‘cure’, desarrollar su creatividad al explicar por
qué hay una sola cama en el departamento que comparte con su ‘amiga’,
tener la posibilidad de conocer mucha gente en sus cinco trabajos mal
pagos”. Ya sabe, si su elección ha sido compartir su sexo
con una persona del mismo que usted y, por caso, es tal vez una mujer,
no se desaliente, no pierda la fortuna de haber encontrado –contrabajo
o no– el deseo que la hace feliz, todavía le quedan muchas
otras razones por descubrir.
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PIqueerTERAS |
Se conocieron en la cancha. Romina llegó por recomendación
de las chicas del barrio; Karina, a los treinta, jugaba desde hace tiempo
en el cuadro de sus amores: Boca Juniors. Compartieron pasión,
tensión, equipo y camiseta. Romina le declaró su amor en
un entretiempo apenas notó que ella le gustaba. Karina se tomó
dos días para responderle. Los mismos que le tomó a Romina
convencerla. “La llevé a la plaza de Diamante –en Lanús
Oeste–, la agarré, la abracé, le chanté un
beso, uno con lengua, se puso colorada.” Ella y ella, dos piqueteras
enamoradas, bailan insumisas al paso de un largo camión cuyo frente
festeja la reciente Unión Civil. Romina Martínez, la veinteañera,
es una trabajadora desocupada, “coordinadora nacional de la agrupación
ALAS del MIJD”, aclara, que viene a representar a las y los trabajadores
en la marcha, dice. “Siempre intenté hacer la familia, pero
cuando tuve mi segundo hijo, dije: ‘Basta, acá paro, voy
a enfrentar lo que soy y soy feliz con ella’. Mis hijos lo saben
y la adoran, le dicen tía, vos vieras. Y yo no tengo que demostrar
mentiras a nadie, menos a mi familia. Mi papá me dijo: ‘Yo
te vi sufrir mucho, ahora seguí con lo tuyo que yo te voy a respetar’.”
Sus cuerpos exaltados ocupan las calles, se muestran y se apelotonan entre
el montón en una danza de figuras numerosas que corea Thalía
en “A quién le importa”, una performance medio queer,
medio rave, medio piquetera, medio escandalosa, furiosa fiesta de la diversidad
donde no se crían pero se juntan.
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Soy
Mariano |
Un
hermoso muchacho estilo neopunk camina de la mano con su novia por las
cercanías del Congreso, marchan alejados de la música, van
a paso lento, hablando, riendo. Hace cuatro años que asiste a las
marchas, nada tiene que ocultar, dice, tampoco su nombre: Mariano Breppa,
y no el apócrifo que figura en sus documentos. Ese otro, el falso,
llevaba una “a” en vez de una “o”. “Fue
como conservar algo de aquella identidad” en otra identidad que
se celebra cada día más allá de la marcha. Fue afortunado,
no tuvo problemas con sus padres, se vistió y se consideró
hombre desde chico, a pesar de su cuerpo de mujer. “Me defino como
hombre, como transgénero, porque mis pensamientos, mis formas de
ser son así, aunque no quiera tener pelos en la cara”. El
tono dulce de la cadencia en sus palabras le da un aspecto no estereotipado
en cualquier masculinidad tradicional. Una masculinidad propia que desafía,
interpela, cuestiona las regulaciones sobre los géneros, que ha
decidido terminar de conseguir al operarse. “No el sexo de abajo
sino las mamas, porque después cabe la posibilidad de que no sientas.”
Este año planean tener un hijo/a con María Eva, su actual
pareja desde hace tres años. Ya averiguaron tratamientos, será
por inseminación artificial, un óvulo fecundado por un donante
anónimo, el nombre, por ahora, será Jothuel.
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Rebelde
gay |
| Una
adolescente mira cándidamente los labios de su amiga: “Si querés,
nos damos un beso”, dicen las dos, lo hacen in situ, y sus miradas
se des/cruzan, se inquietan, se desvergüenzan. “Si la veo y me
gusta, ¿por qué no?”. ¿Por qué no iba
a darse un beso con su amiga, ella que desde siempre sintió la libertad,
el desprejuicio, la autonomía y la franqueza de decir que le gustan
las mujeres? Aunque no lo diga en su casa, aunque sus compañeros
de la secundaria se pongan “pajeros”. Jimena es dueña
de unos escasos quince años, pero desde los doce, desde que es chica,
señala, pensó que el sexo debe ser vivido en libertad. Hace
unos meses cambió de amigos, abandonó las salidas en Moreno,
comenzó a frecuentar la Capital. Así conoció “la
Bond”, el lugar donde por primera vez vio a esa chica linda, sensual,
atractiva, explica, la encaró, se escabulleron por entre los pocos
escondites de una galería por demás pública, se besaron
hasta saciar el deseo y se marcharon. A Marcos lo conoció después,
en el medio se distanciaron, cuando supo sobre su beso lésbico se
disgustó, pero siguen juntos: “Porque los chicos se mueren
por tener una novia bisexual, les da morbo; y cuando la tienen, se quieren
matar”. |