las12

Viernes, 7 de noviembre de 2003

POR FLORENCIA GEMETRO FOTOS: BERNARDINO AVILA

¡Quemá ese closet!

SEXUALIDADES La marcha del orgullo gay, lesbiano, travesti, transexual y bisexual –qué extensa es la corrección política– se ha convertido, desde hace doce años consecutivos, en un lugar de encuentro y visibilidad para quienes gozan de una sexualidad distinta de la heterosexual. Como siempre, se escucharon denuncias y reivindicaciones, aunque el principal gesto político es haber convertido la marcha en una fiesta de la diversidad en la que se pueden escuchar historias como las que siguen.

Lesbentajas


No es cierto que decidir una sexualidad en libertad suponga desventajas a la hora de vivir –o no– abierta, plena y públicamente su “díscola” -según algunos– decisión. Verónica Fulco –estudiante de Comunicación– y Magdalena Pagano –artista plástica–, dos de las cinco integrantes de Mujeres Públicas –colectivo de intervenciones en la calle que combina el discurso estético y político en acciones autogestivas–, desnaturalizan con humor algunos de los motivos de discriminación y violencia hacia las mujeres. En este caso lo hacen a modo de consejos prácticos que brindan en serie: “Las ventajas de ser lesbiana”, en un magnífico folletín desplegable de fabricación artesanal. Si no lo puede creer, lea con atención los beneficios que siguen a continuación: “No tener la necesidad de explicarle a su pareja que el clítoris no está en la oreja, ser una ‘mujer independiente’ después de que sus padres la echaron de su casa -por si acaso estaba usted preocupada por ser reconocida como una fémina moderna y autosuficiente–, no pagar una psicóloga porque sus padres están siempre dispuestos a hacerlo con tal de que se ‘cure’, desarrollar su creatividad al explicar por qué hay una sola cama en el departamento que comparte con su ‘amiga’, tener la posibilidad de conocer mucha gente en sus cinco trabajos mal pagos”. Ya sabe, si su elección ha sido compartir su sexo con una persona del mismo que usted y, por caso, es tal vez una mujer, no se desaliente, no pierda la fortuna de haber encontrado –contrabajo o no– el deseo que la hace feliz, todavía le quedan muchas otras razones por descubrir.


PIqueerTERAS


Se conocieron en la cancha. Romina llegó por recomendación de las chicas del barrio; Karina, a los treinta, jugaba desde hace tiempo en el cuadro de sus amores: Boca Juniors. Compartieron pasión, tensión, equipo y camiseta. Romina le declaró su amor en un entretiempo apenas notó que ella le gustaba. Karina se tomó dos días para responderle. Los mismos que le tomó a Romina convencerla. “La llevé a la plaza de Diamante –en Lanús Oeste–, la agarré, la abracé, le chanté un beso, uno con lengua, se puso colorada.” Ella y ella, dos piqueteras enamoradas, bailan insumisas al paso de un largo camión cuyo frente festeja la reciente Unión Civil. Romina Martínez, la veinteañera, es una trabajadora desocupada, “coordinadora nacional de la agrupación ALAS del MIJD”, aclara, que viene a representar a las y los trabajadores en la marcha, dice. “Siempre intenté hacer la familia, pero cuando tuve mi segundo hijo, dije: ‘Basta, acá paro, voy a enfrentar lo que soy y soy feliz con ella’. Mis hijos lo saben y la adoran, le dicen tía, vos vieras. Y yo no tengo que demostrar mentiras a nadie, menos a mi familia. Mi papá me dijo: ‘Yo te vi sufrir mucho, ahora seguí con lo tuyo que yo te voy a respetar’.” Sus cuerpos exaltados ocupan las calles, se muestran y se apelotonan entre el montón en una danza de figuras numerosas que corea Thalía en “A quién le importa”, una performance medio queer, medio rave, medio piquetera, medio escandalosa, furiosa fiesta de la diversidad donde no se crían pero se juntan.

 

Soy Mariano

Un hermoso muchacho estilo neopunk camina de la mano con su novia por las cercanías del Congreso, marchan alejados de la música, van a paso lento, hablando, riendo. Hace cuatro años que asiste a las marchas, nada tiene que ocultar, dice, tampoco su nombre: Mariano Breppa, y no el apócrifo que figura en sus documentos. Ese otro, el falso, llevaba una “a” en vez de una “o”. “Fue como conservar algo de aquella identidad” en otra identidad que se celebra cada día más allá de la marcha. Fue afortunado, no tuvo problemas con sus padres, se vistió y se consideró hombre desde chico, a pesar de su cuerpo de mujer. “Me defino como hombre, como transgénero, porque mis pensamientos, mis formas de ser son así, aunque no quiera tener pelos en la cara”. El tono dulce de la cadencia en sus palabras le da un aspecto no estereotipado en cualquier masculinidad tradicional. Una masculinidad propia que desafía, interpela, cuestiona las regulaciones sobre los géneros, que ha decidido terminar de conseguir al operarse. “No el sexo de abajo sino las mamas, porque después cabe la posibilidad de que no sientas.” Este año planean tener un hijo/a con María Eva, su actual pareja desde hace tres años. Ya averiguaron tratamientos, será por inseminación artificial, un óvulo fecundado por un donante anónimo, el nombre, por ahora, será Jothuel.

 

Rebelde gay
Una adolescente mira cándidamente los labios de su amiga: “Si querés, nos damos un beso”, dicen las dos, lo hacen in situ, y sus miradas se des/cruzan, se inquietan, se desvergüenzan. “Si la veo y me gusta, ¿por qué no?”. ¿Por qué no iba a darse un beso con su amiga, ella que desde siempre sintió la libertad, el desprejuicio, la autonomía y la franqueza de decir que le gustan las mujeres? Aunque no lo diga en su casa, aunque sus compañeros de la secundaria se pongan “pajeros”. Jimena es dueña de unos escasos quince años, pero desde los doce, desde que es chica, señala, pensó que el sexo debe ser vivido en libertad. Hace unos meses cambió de amigos, abandonó las salidas en Moreno, comenzó a frecuentar la Capital. Así conoció “la Bond”, el lugar donde por primera vez vio a esa chica linda, sensual, atractiva, explica, la encaró, se escabulleron por entre los pocos escondites de una galería por demás pública, se besaron hasta saciar el deseo y se marcharon. A Marcos lo conoció después, en el medio se distanciaron, cuando supo sobre su beso lésbico se disgustó, pero siguen juntos: “Porque los chicos se mueren por tener una novia bisexual, les da morbo; y cuando la tienen, se quieren matar”.

 

 

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