El cuerpo de Marcia le presta un rato sus partes al aire mientras un privado ritual rÃtmico corta el espacio en pedazos. Algunos compases después, un primer espectador nota que Marcia ya está bailando. La danzarina esconde en su espesura un mannequin de pasarela que, glamoroso, sabe anticipar la curva de un perfecto cambré. Solita y sola es capaz de modificar la sinfonÃa del drama, aunque esa tarde se quede parada y quieta en el centro de la sala. Como Madame Moretto se codea cómoda y sin prisa en su saber corporal, espera el momento justo en el que el auditorio hipnotizado cae rendido, y entonces sà levanta alto y lejos la pierna derecha y se deja ir ondulante. Esta escena, elegida en la repetición de la mirada, fue devorada una y otra vez por quienes quisieron aprender a bailar con ella. Les Rita Mitsouko, el dúo de pop-rock francés creado en los años ’80 por Catherine Ringer y Frédéric Chinchin, es ejemplo de progresión numérica y estructural, si de hacer listas de discÃpulos devotos se trata el homenaje. Catherine Ringer –la mujer que defendió en un programa de televisión también en los ’80 sus años como actriz de cine porno frente a un exaltado Serge Gainsbourg, que entre estruendos de fama moderna y risas sostenÃa (cigarrillo e idea al mismo tiempo) que eso era sólo hacer de puta– y Frédéric Chinchin compusieron la canción “Marcia bailaâ€, algo más que un éxito de verano, uno de los temas obligados en las veladas parisinas y un tributo a su maestra. Enferma de cáncer, Marcia murió tres años antes de que el primer disco del dúo saliera a la venta. “Marcia baila†habla del satén sobre el que la diva elástica se deslizaba cuando convertÃa sus piernas en cuchillas afiladas, habla también del momento en que esas mismas piernas urdÃan fechas cargadas de intenciones geniales y describe la sonrisa infinita de esta coreógrafa argentina que murió muy joven en ParÃs: “Qué inmensa es tu boca / cuando sonrÃes y cuando rÃes / yo también rÃoâ€. Si la cara de Marcia bailaba, enseguida todo su cuerpo bailaba también, cantan Les Rita Mitsouko acompañados por coloridos bailarines que parecen haber salido del catálogo de modelos y estampitas con brillantina que exhibe sobre el mostrador una casa de alquiler de disfraces. La sirena con mal de amores, la saltamontes asesinada por un cáncer que la volvió ceniza y que sus alumnos abrigan en el recuerdo, hizo cine en la Argentina antes de quedarse para siempre en Francia. En los años ’70 fue La chica (Roberto Villanueva es El general, Jorge Alvarez, El cura, y Ernesto Schoó, El burgués; también son de la partida Ninà Gómez, Luisina Brando y Marilú Marini) en ...(Puntos suspensivos) de Edgardo Cozarinsky, y fue también –en la otra punta de la industria de la pantalla grande– la coreógrafa de Siempre fuimos compañeros, la pelÃcula de Donald con Rosanna Falasca y Hugo del Carril. La bailarina desnuda en revolucionarios cortos cinematográficos argentinos de 16 mm también trabajó con Armando Llamas, el dramaturgo de Treinta y una obras autobiográficas; acompañó a Les Rita Mitsouko en pequeñas giras y conciertos, y fue (con Enrique Vila-Matas incluido en el cast) elenco de cameos selectos en más de una pelÃcula francesa.
Cuando la mujer de grandes ojos maquillados y pelo corto –apenas le cubrÃa la cabeza– se movÃa, nadie dudaba de que la danza era un modo de hacer magia. La misma magia que ahora en la cadencia de un fantasma la hace bailar para siempre sin cuerpo en un viejo clip de Les Rita Mitsouko.
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