Ahora, con el resultado puesto, resulta lógico. Si habÃa un rival con el River podÃa ilusionarse con cortar esa racha diábolica –Bambino Veira dixit–, que ya se extendÃa a trece partidos sin triunfos, precisamente era Independiente. Es que para encontrar una victoria del conjunto de Avellaneda en el historial entre ambos habÃa que remontarse a más de diez años (20 de septiembre de 1998) y a 20 partidos: 2-1 del entonces equipo de Menotti sobre el de Ramón DÃaz, con Javier Castrilli de árbitro.
Del otro lado, claro, también habÃa esperanzas. Si existÃa una posibilidad para romper su propia racha diábolica, también era ayer. No siempre se encuentra a un River último, con un entrenador interino y con jugadores muy lejos de su verdadero nivel. Pero ni asà pudo Independiente. Pese a la supuesta debilidad del rival, el equipo de Santoro tiene tal confusión que es casi imposible que pueda aprovechar la ansiedad del adversario. El desesperado es Independiente.
Está claro que Gabriel RodrÃguez no es mago ni que Diego Simeone era el culpable de todos los males de River. Pero ayer se pudo ver la mano del interino en un par de detalles que sirvieron para que el conjunto de Núñez mostrara signos de mejorÃa. No hubo revolución táctica, ni nada parecido. Más bien todo lo contrario. Con un 4-4-2 sencillito, sin complicaciones, con dos laterales que se preocuparon más por cuidar su sector que por atacar, con Ahumada pegado a los dos centrales y con poco más, River encontró orden. Ni más ni menos que eso. Ante un equipo acelerado, que venÃa pasado de vueltas, RodrÃguez le transmitió tranquilidad. Siguiendo con la comparación automovilÃstica, le bajó un cambio.
Y allà radicó su mayor mérito. Sin la verticalidad que proponÃa Simeone, River tuvo pausa. Supo que no necesitaba atacar en todos los avances, que podÃa frenar la jugada y volver a empezar, que si tocaba lateralmente, la defensa de Independiente se desordenaba. Con esos argumentos puestos en práctica, River tuvo cuatro mano a mano para colocarse en ventaja en el primer tiempo. Sin embargo, la excelente tarea de Assmann le impidió irse en ventaja al descanso.
Del otro lado, Independiente le facilitaba todo. En defensa, amagaba con tirar el achique, pero sin presionar a los lanzadores. De esa manera, con un simple toque lateral, River desarticulaba cualquier intento. Bastaba con acertar el último pase para dejar a un compañero con pelota dominada frente a Assmann. Y en ataque, resultaba llamativo el egoÃsmo que mostraron los delanteros, incapaces de pasarse bien la pelota. Cada uno sentÃa que la maniobra la debÃa terminar él, sin importar si habÃa un compañero mejor ubicado. Por eso, todos los intentos de Independiente morÃan en un remate desde lejos. El más cercano fue uno de Montenegro, que se estrelló en el palo izquierdo de Vega. En los restantes disparos, el arquero siempre respondió con solvencia.
La otra gran diferencia con el equipo de Simeone de la última etapa fue la fortuna. Cuando ya no dominaba y habÃa sufrido el tiro en el palo de Montenegro, River se puso en ventaja. Falcao, que habÃa dilapidado tres mano a mano con Assmann, les ganó a todos ante un corner de Abelairas y estampó el 1-0 con un cabezazo alto. Era merecido por lo que habÃa hecho antes, pero la suerte le jugó a favor para lograrlo cuando habÃa perdido el control de juego.
Con la desventaja, Independiente terminó de desesperarse. Por más que los ingresos de Patricio RodrÃguez y, sobre todo, de Luna le aportaron más claridad en tres cuartos, en los últimos metros siguió la ceguera. Hasta sus hinchas entraron en la confusión. Mientras un sector de la popular insultaba a los jugadores, el resto de la cancha lo tapó con cantos de aliento. Asà se llegó al final. Con River festejando el corte de su racha diábolica. La de Independiente, parece no tener fin.

Estadio: Racing.
Arbitro: Federico Beligoy.
Goles: 65m Falcao (R).
Cambios: 56m M. DÃaz (6) por Flores (R); 64m Luna por HiguaÃn (I), 72m GandÃn por Mareque (I); 75m Barrado por Salcedo (R); 77m P. RodrÃguez por Pusineri (I); 88m A. RÃos por Falcao (R).
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