Volvió Juan Román Riquelme y nada pudo arreglarle a Boca. Porque, acaso, Boca no tiene arreglo. El esperado, y celebrado, regreso a las canchas del Ãdolo xeneize, tuvo un efecto nulo. Por cuarta vez en siete partidos, Boca perdió en la Bombonera, otrora inexpugnable y ahora accesible para todo aquel que se lo proponga. Y la derrota ante Argentinos del sábado a la noche reabrió todas sus dudas a diez dÃas del Superclásico ante River.
Riquelme no pudo solucionar nada porque antes de calzarse las ropas de mago y tocar a todo y a todos con la varita de su pie derecho deberá resolver una cuestión esencial: su estado fÃsico. Desde que conectó con su primera pelota, a los 57 segundos de juego, y levantó la ovación del viejo estadio, dejó en claro que no se siente bien. Román se ubicó casi como extremo izquierdo ligeramente retrasado. La posición que toma cuando está desganado, quiere que le pasen poco la pelota, o no está seguro de su respuesta atlética. Pero ése no fue su punto de partida. Largos ratos jugó parado allÃ, lejos de la cercanÃa del área. Y cuando resolvió moverse, lo hizo caminando o a lo sumo al trote. Como si supiera que no tenÃa retorno si decidÃa exigirse a fondo.
Es cierto: no debe ser fácil, para un jugador de sus 32 años, volver luego de una operación de rodilla y seis meses de forzosa inactividad. Por lo tanto, no debe medÃrselo con la misma vara que el resto de sus compañeros. Pero alarmó su falta de reacción, su pique inexistente, su estatismo, sus ahogos prolongados, su agotamiento en los veinte minutos finales. Es posible que, a medida que vayan pasando los partidos, Riquelme mejore su puesta a punto. Cuando lo haga, será todavÃa más importante de lo que lo fue en la cálida noche del sábado.
Porque aun jugando al paso y regulando cada gota de sus energÃas, un par de pinceladas de su estilo le bastaron para ser el jugador más claro de un Boca cada vez más oscuro. A los 40 minutos del primer tiempo metió un exquisito pase en cortada para la subida por la derecha de Clemente RodrÃguez que provocó un estallido de asombro entre la gente. A los 52, casi anotó un gol olÃmpico desde la izquierda que volvió a alzar el clamor popular. Y a diez minutos del cierre despidió un derechazo espectacular desde fuera del área que le exigió a Navarro, el arquero de Argentinos y la figura del espectáculo, la mejor atajada del partido.
Además, Román participó en las mejores llegadas de un Boca que debió haber ganado y no lo hizo por dos simples razones. 1) Viatri y Palermo estuvieron desajustados a la hora de las definiciones y 2) todas las pelotas que van al arco de Boca terminan en gol. Cristian Lucchetti fue el autor de la nueva derrota. En el primer tanto de Argentinos, quiso sacar con el pie, y no pudo, la media vuelta mordida de Gentiletti. Y en el segundo dio un rebote larguÃsimo ante un tiro no tan fuerte de Romero que Rius mandó adentro. Si cuesta convertir las situaciones que se provocan y encima el arquero no ataja, es muy difÃcil sostener cualquier aspiración, aun la más modesta. En ese sitio exacto está Boca a diez dÃas de un Superclásico crucial en el que se juega todo. Aunque en verdad, se juegue por nada.
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