Cuando un escritor biograf铆a a otro suele notarse una previsible identificaci贸n. A veces, el inter茅s de uno por el otro pasa por una internalizaci贸n del estilo del biografiado, borramiento de la propia personalidad o deliberada mimetizaci贸n con el otro: la forma de contarlo deviene travestismo, ser el otro. No tanto la data minuciosa de an茅cdotas y acontecimientos como la asunci贸n de la escritura del otro como programa en quien lo biograf铆a. Y este, sin duda, es el caso de la biograf铆a de Chejov de Natalia Ginzburg (1916-1991). Es interesante, para quien ha le铆do entre tantas biograf铆as la debida a Henri Troyat, investigador minucioso, comparar su trabajo de investigaci贸n con la operaci贸n narrativa de Raymond Carver en 鈥淭res rosas amarillas鈥, abominable traducci贸n de su relato 鈥淓rrant鈥. El relato de Carver proviene de un saqueo de la biograf铆a de Troyat, pero se limita a un recorte de los 煤ltimos momentos de Ch茅jov en el hotel Sommer, en Badenweiller, una ciudadela con aguas termales de la Selva Negra donde el escritor ruso procuraba un reposo pacificador de su tisis. Carver no s贸lo no es un profesional del g茅nero biograf铆a, tampoco lo pretende. Lo que le apasiona, siguiendo el razonamiento acerca de la proyecci贸n y la especularidad, es otra cosa: ser Chejov. De hecho se asume como disc铆pulo suyo. Y se centra en la figura del mandadero del hotel que asiste a la inminente viuda, su 鈥済aviota鈥, la actriz Olga Knipper. Prodigio de econom铆a ret贸rica y sutileza, lo interesante del relato no es un aporte con nueva informaci贸n sobre la agon铆a y muerte de Ch茅jov sino la puesta del estilo chejoviano, esa capacidad de captar los matices esenciales de una trama sin necesidad de redundar en detalles decorativos. Es decir, un instante de vida a trav茅s de m铆nimos elementos compositivos. Carver pensaba, al modo Chejov, que si una historia puede contarse en diez palabras, para qu茅 emplear once.
Estas reflexiones pueden resultar oportunas al leer Ant贸n Ch茅jov: Vida a trav茅s de las letras de Natalia Ginzburg. La identificaci贸n de la escritora italiana con el autor ruso no es casual. Su misma vida es comparable en desgracias con las de su venerado Ch茅jov. Hija de una familia burguesa acomodada, hija y nieta de militantes socialistas, nacida en Palermo fue criada en Tur铆n. Su apellido natal era Levi y el Ginzburg que habr铆a de adoptar ser铆a el de su marido Leone, ruso, profesor de literatura rusa. El matrimonio se relacion贸 en Tur铆n con los intelectuales antifascistas. Junto con su marido y el editor Giulio Einaudi, fundaron la editorial que nuclear铆a tambi茅n a Cesare Pavese, Carlo Levi, Elio Vittorini e Italo Calvino, entre otros. El fascio no tard贸 en perseguir a los jud铆os y cernirse sobre la pareja. Leone y Natalia, junto con sus tres hijos, fueron confinados en los Abruzzos. Poco despu茅s Leone, detenido, morir铆a torturado en la c谩rcel de Regina Coeli. En los a帽os 50, Natalia conoci贸 a Gabriele Baldini, un profesor de literatura inglesa. De esta uni贸n, nacieron dos hijos. Al igual que Ch茅jov, si una constante marc贸 su existencia fue el dolor. Su rostro sufrido puede verse al encarnar a Mar铆a de Betania en el Evangelio seg煤n San Mateo de su amigo Pier Paolo Pasolini. Militante de izquierda, diputada del PCI en los 鈥80, nunca capitul贸 en su ideario comunista. Como traductora fueron importantes sus versiones de Flaubert, Proust y Maupassant. Public贸 una obra reconocida por la delicadeza de su aliento realista, preocupada por reflejar los conflictos de su tiempo y los personales. La suya es una subjetividad nada autocomplaciente con sus padecimientos. De su narrativa, en nuestro pa铆s circularon a帽os atr谩s Querido Miguel, Todos nuestros ayeres y la Ciudad y la casa.
Su biograf铆a de Ch茅jov est谩 lejos de ser lo que se espera de un relato de g茅nero y aunque alude a un encare a trav茅s de su literatura, tampoco se plantea como texto cr铆tico o an谩lisis literario. Va por otro lado. El de la escritura chejoviana.
Ant贸n Ch茅jov; Vida a trav茅s de las letras. Natalia Ginzburg Acantilado 83 p谩ginasCh茅jov naci贸 en 1860 en Taganrog, una ciudad chica a orilla del mar de Azov y muri贸, como se dijo, en Alemania en 1904. Su ata煤d fue repatriado en un vag贸n de tren que cargaba ostras. A Ginzburg le bastan poco m谩s de 80 p谩ginas para describir cuarenta y cuatro a帽os de una vida intensa. Un relato casi sin贸ptico, un tono prescindente de cualquier atisbo elegiaco, consigue captar en tono chejoviano los cap铆tulos claves de una corta y atormentada existencia. El padre tabernero y borracho que lo azota con el cinto, los cinco hermanos de los que no consigue librarse, la hermana que lo quiere incondicionalmente, el t铆tulo de m茅dico obtenido con sacrificios, la escritura como actividad secundaria que lentamente se convertir铆a en su principal ingreso al vender cuentos que evolucionan del aguafuertismo humor铆stico al relato dram谩tico, sus esfuerzos en atender gratuitamente a sus pacientes en la miseria y sus preocupaciones por la salud social, su suerte incierta como dramaturgo hasta que finalmente roza una cierta fama y luego escala a la consagraci贸n, el amor dif铆cil con su mujer actriz. Todas y cada una de estas situaciones se articulan sin pausa como respondiendo al mandato de un destino amargo que se va precipitando. Cuando el escritor parece a punto de zafar de un apremio econ贸mico, ah铆 est谩 la familia requiriendo su ayuda. Los hermanos aparecen y reaparecen, como el padre, sombras ineluctables. Ch茅jov vive de los adelantos que arranca a editores que, si bien pueden resultar graciosos y simp谩ticos resultan pat茅ticos canallas. Su relaci贸n con el director Stanislavski tampoco es f谩cil. 鈥淓n los ensayos ten铆a la costumbre de introducir el tic tac de relojes, el sonido de timbres y sonajeros, incluso el canto de grillos鈥, consigna Ginzburg. 鈥淨uer铆a que se oyeran los ladridos de perros aut茅nticos para dar sensaci贸n de realidad y Ch茅jov encontraba absurdos todos estos ruidos鈥. Entre sus amistades, adem谩s de Ivan Bunin y M谩ximo Gorki, est谩 el entra帽able Le贸n Tolstoi. En 1985 lo visita en su dacha de Yasnaia Poliana. 鈥淒e Tolstoi, Ch茅jov sol铆a decir que cuando hablaba con 茅l ca铆a totalmente en su poder. Dec铆a que era un ser extraordinario, un ser casi perfecto. De Ch茅jov, por entonces, Tolstoi dec铆a: 鈥淓s un hombre de gran talento, de buen coraz贸n, pero hasta ahora no me parece que tenga un punto de vista definido sobre la vida鈥. A Tolstoi le disgustaba su teatro, lo encontraba aburrido y sin un objetivo. En cambio le encantaban sus cuentos y, a trav茅s de su lectura, lo juzgaba un aut茅ntico representante del alma rusa.
Hay una an茅cdota de Ch茅jov que consigna, seg煤n Troyat, su dogma est茅tico. Un d铆a un amigo lo encontr贸 escribiendo en un banco de plaza. El amigo curiose贸 el escrito y vio un relato cargado de tachaduras. 鈥淪e conocieron, se casaron y fueron infelices鈥, dijo. Y le pregunt贸: 鈥溌縀so es todo?鈥. Con su iron铆a Ch茅jov le contest贸: 鈥溌縃ay algo m谩s?鈥. Potenciando el dogma chejoviano, Ginzburg construye el relato de una vida que parece responder al designio de la fatalidad. Ni piedad ni tentaci贸n lacrim贸gena. 鈥淣o llorar, no maldecir, sino comprender鈥, ped铆a Spinoza. Y esta consigna se manifiesta en la concisi贸n aguda de Ginzburg. Al concluir este relato tan breve se tiene la impresi贸n de que Ch茅jov estuvo a nuestro lado y, al marcharse, silencioso, lo deja a uno pensando. Tal como se propon铆a con sus cuentos. No otro es el milagro que produce Ginzburg.

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