Quien camine por los cascos antiguos de Cartagena de Indias, Ouro Preto o nuestra vecina Colonia del Sacramento, entender谩 enseguida para qu茅 sirven esos barrios. Son lecciones de historia en piedra y ladrillo, son referentes de d贸nde viene cada uno de esos pa铆ses, y son poderosos negocios tur铆sticos que no s贸lo se mantienen pr贸speramente, sino que le dan vida al resto de la ciudad. Los tres casos citados son coloniales, preservados en grados muy altos 鈥搃ncluyendo los empedrados que sobrevivieron de principios del siglo XIX鈥 y justamente famosos.
Pero resulta que estos cascos hist贸ricos de estricto uso tur铆stico son relativamente raros en un mundo donde lo m谩s viejo suele ser el centro de la ciudad. Buenos Aires se carg贸 con toda alegr铆a su centro viejo, reemplaz谩ndolo por la mezcla de patrimonio m谩s tard铆o y rascacielos olvidables que caracteriza ahora ese sector, con lo que mucha gente hasta cree que San Telmo (de pleno uso tur铆stico) es lo m谩s viejo de la ciudad. Pero tanto Londres como Roma, Boston como Estambul, consideran sus centros como barrios hist贸ricos. Esto crea situaciones peculiares, con problemas especiales y soluciones dispares que s贸lo tienen en com煤n desmentir la zoncera de moda entre los especuladores argentinos: que un casco hist贸rico es un museo y por lo tanto algo a evitar.
De hecho, a la hora de discutir la preservaci贸n hist贸rica de los cascos hist贸ricos se est谩 discutiendo en parte un modelo de negocios para los edificios en s铆, para el barrio en su conjunto y para la ciudad en general. Montevideo, la capital de Uruguay, tiene un casco hist贸rico con un uso y un posicionamiento realmente peculiares, y las soluciones de negocios que se est谩n pensando o aplicando son llamativas para un porte帽o. Es que la Ciudad Vieja, como la llaman desde siempre, aloja tambi茅n la City financiera: los bancos uruguayos nunca se mudaron de la parte alta del barrio hist贸rico, y en los 煤ltimos a帽os algunos hasta se mudaron al sector.
Montevideo naci贸 como una fortaleza militar en el largo enfrentamiento entre espa帽oles y portugueses por controlar el R铆o de la Plata, heredado por argentinos y brasile帽os, y ni hablar por los orientales. La pen铆nsula donde se origin贸 la ciudad, de la Plaza Independencia al oeste, lleg贸 a estar casi completamente amurallada y a acostumbrarse a los bombardeos y los sitios como rutina. Esa Montevideo de las guerras civiles consist铆a en un pueblo desparramado, rural, entre la fortaleza de la pen铆nsula y la del Cerro del otro lado de la bah铆a, una geograf铆a bien conocida por los argentinos que hayan le铆do a M谩rmol o Mitre, j贸venes exiliados combatientes en las guerras civiles.
Eventualmente, las guerras terminaron y la econom铆a del Uruguay despeg贸 en l铆neas m谩s o menos paralelas a las que sigui贸 Argentina, con una explosi贸n urbana en Montevideo. El tejido se expandi贸 en las tres direcciones posibles, al norte hacia el Cerro, al este por la costa, llegando hace un siglo a Carrasco, y tierra adentro por kil贸metros y kil贸metros. La Ciudad Vieja qued贸 reducida a un barrio de la nueva, enorme ciudad, encajonada entre el puerto que se estiraba siguiendo la bah铆a y el Centro, donde se abrieron avenidas nuevas y elegantes, con edificios notables que arrancan en el Salvo frente a la plaza y siguen por cuadras y cuadras. Al peque帽o distrito hist贸rico le qued贸 una serie de casas hist贸ricas 鈥揹e combatientes en los sitios y las guerras civiles鈥, edificios p煤blicos y una colecci贸n variopinta de residencias m谩s o menos decadentes. La mudanza del comercio naval termin贸 de sacarle relevancia econ贸mica, y la Ciudad Vieja qued贸 como un dolor para los patrimonialistas y un barrio lleno de problemas.
Con una excepci贸n notable. En su borde este est谩 la plaza Independencia, sede de la presidencia y tumba del padre de la patria, Artigas. Quien camine desde ah铆 hacia el oeste, entrando en la Ciudad Vieja, encontrar谩 una suerte de muralla de bancos cortada apenas por la plaza Matriz, que aloja el hermoso Cabildo, ahora en restauraci贸n, y la iglesia catedral, adem谩s de un conjunto de edificios de principios del siglo XX de particular calidad. Esta presencia financiera sostuvo siempre bares, restaurantes y servicios que, al menos de d铆a, le daban vida al sector. Atr谩s quedaban cientos de edificios m谩s o menos descascarados, muchos de los cuales fueron demolidos en d茅cadas pasadas en una suerte de renovaci贸n urbana mal pensada que, por suerte, perdi贸 impulso casi enseguida.
La Ciudad Vieja de hoy es oficialmente un barrio hist贸rico que aloja varios monumentos hist贸ricos nacionales y exhibe un stock de edificios envidiables para un rioplatense. Ah铆, entre c煤pulas francesas y mansardas, entre italianismos familiares y manierismos sorprendentes, se encuentran casas y casonas de fines del siglo XVIII, herrer铆as ya perdidas entre noso-tros, pa帽os de azulejos de Calais, aljibes y techumbres alt铆simas en bovedilla curva o 鈥渢echo porte帽o鈥, el curioso nombre local de la bovedilla plana. Al ojo curioso le espera la aventura de encontrar estos edificios coloniales remodelados en tiempos de independencia, fachadas criollas italianizadas que esconden pasados bastante m谩s antiguos. Lo mejor de todo es el cielo, intacto de las torres que arruinan todo del otro lado del r铆o, porque hasta los edificios feos de reemplazo no quiebran las alturas tradicionales.
Un estudio reciente de la firma Mori para el gobierno de Montevideo explica la curiosa situaci贸n social de este casco hist贸rico. En la Ciudad Vieja viven apenas 12.000 personas, pero cada d铆a van a trabajar al barrio otras 30.000 en alguno de los 2600 negocios del lugar. Seg煤n resalta Mori, absolutamente todos los bancos del Uruguay tienen sus sedes centrales en el casco antiguo, lo que explica que, de los que van a trabajar, dos tercios exactos sean empleados del sector privado. El resto, 10.000 empleados, trabajan para los bancos oficiales, las muchas sedes de la administraci贸n p煤blica en la Ciudad Vieja, o en el puerto. Esta poblaci贸n hace que al mediod铆a la plaza Matriz y la peatonal Sarand铆 sean un hervidero de gente. All铆 se juntan los locales con el mill贸n de turistas que visitan Montevideo cada a帽o, dos tercios brasile帽os y argentinos, que tienen que ver la Ciudad Vieja porque es parte esencial de la visita. Un punto a favor, la mitad de los turistas consultados por Mori dijo que eran reincidentes, que ya hab铆an visitado la Ciudad Vieja y estaban de vuelta.
En las 64 cuadras por atr谩s del distrito financiero hay varios atractores para el visitante, del tipo que sostienen los turistas. Est谩, por supuesto, el viejo mercado ya largamente transformado en un conjunto de restaurantes compartiendo un 煤nico, y muy bello, techo. El mercado ya transform贸 su entorno, muy bien urbanizado y rodeado de locales y hoteles peque帽os en edificios restaurados. La visita sigue por la peatonal P茅rez Castellanos e incluye joyas como el Museo de Arte Precolombino e Ind铆gena que dirige Facundo de Almeida y cada vez genera m谩s actividades en su sede de la calle 25 de Mayo, el viejo comando de la Armada uruguaya. Ah铆 cerca est谩 la plaza Zabala con el Museo de Artes Decorativas en el Palacio Taranco y con la enorme sede del Discount Bank, que recicl贸 un gran edificio secular para instalarse. El entorno de la plaza ya est谩 casi completamente renovado y hasta tiene una peque帽a peatonal, la Alzaibar, para conectarse con la Sarand铆. En ese cruce ya se abrieron restaurantes y caf茅s que trascienden a la clientela bancaria del mediod铆a. Varios edificios hist贸ricos de la zona fueron reciclados hasta con aportes del BID y del gobierno japon茅s, y la seguridad y la iluminaci贸n mejoraron notablemente, despu茅s de un per铆odo de quejas.
Pero todo esto parece cerrar con horario fijo y una caracter铆stica notable de la Ciudad Vieja es la casi absoluta falta de vida nocturna, hasta el nivel de tomarse un caf茅. Ah铆 es donde se nota la falta de poblaci贸n local y la falta de oferta para los visitantes, y es donde se despliega lo m谩s original que est谩 pasando en el barrio. Decenas de edificios est谩n siendo reciclados por privados que buscan extender la actividad econ贸mica y atraer poblaci贸n al sector creando nuevos lugares. Un ejemplo es Urban Heritage, la firma que conducen Jesper y Olenka Bethe, dan茅s y norteamericana con muchos a帽os en el R铆o de la Plata. El lleg贸 a Buenos Aires trabajando para Maersk, despu茅s de pasar por Espa帽a y antes de asentarse en Montevideo, y ella ya se hab铆a recibido de arquitecta en la UBA. Sus primeras experiencias en reciclado y administraci贸n de inversiones inmobiliarias las hicieron en Palermo Viejo y ya llevan reciclados ocho edificios en la Ciudad Vieja, una inversi贸n por ocho millones de d贸lares propios y de terceros.
Los socios explican que los cascos hist贸ricos siempre son negocio porque 鈥渢arde o temprano se valorizan鈥. Una raz贸n es que no es necesario 鈥渋nventarlos鈥 como lugar, no hay que ponerlos de moda sino revaluarlos, con lo que los fen贸menos de movimiento urbano son mucho m谩s duraderos y reales. Los Bethe ya vieron transformarse al barrio, que era 鈥渦n desastre鈥 a un par de cuadras de la plaza Matriz y participaron creando espacios comerciales en la peatonal Sarand铆, que tuvo un fuerte impacto en la imagen de la zona. Tambi茅n participaron del nuevo fen贸meno de crear departamentos chicos en caserones a帽ejos, aptos para una nueva demograf铆a de familias m谩s chicas, parejas sin hijos y j贸venes viviendo solos.
Los Bethe subrayan la importancia de no arrasar el patrimonio construido para ganar metros o seguir moditas pasajeras en dise帽o. Es simplemente no matar la oca que pone los huevos de oro, mantener el diferenciador entre la Ciudad Vieja y otros barrios de la misma ciudad. Y tambi茅n opinan que es negativo caer en la gentrificaci贸n pura y simple, expulsando a la poblaci贸n original, sobre todo si el distrito puede terminar siendo tur铆stico, comercial y de oficinas 煤nicamente: 鈥淪i no hay vecinos, 驴qui茅n cuida el lugar?鈥. definen con llaneza.
En Urban Heritage entienden que el turismo es una llave urgente para el barrio. Resulta que una enorme mayor铆a de los visitantes llega a Montevideo por el puerto y lo primero que ve del pa铆s es la Ciudad Vieja. De hecho, los cruceros tienen prioridad de atraque al borde del barrio y lo tienen como entorno de sus hoteles flotantes. Los Bethe quisieran cambiar el eje del crucero al Buqueb煤s que llega de Buenos Aires por una simple raz贸n, que este tipo de visitante necesita un hotel y eso invita a inversiones en la Ciudad Vieja.
Las pol铆ticas p煤blicas ayudaron y mucho al barrio, sobre todo las municipales, pero sigue existiendo un problema de r茅gimen de inversiones que afecta mucho el perfil del sector. Para empezar, no existe un r茅gimen de ventajas para edificios catalogados o de valor hist贸rico, ni tampoco para el rescate de edificios ya en ruinas. De hecho, reciclarlos implica un fuerte aumento de las tasas y los impuestos. Crear viviendas en un n煤mero significativo implica participar de los planes de vivienda social, que no fueron creados para rescatar el patrimonio. La 煤nica excepci贸n es una ley nacional que da ventajas impositivas a las inversiones productivas de cualquier tipo, incluyendo oficinas, que se presta bien a las inversiones en la Ciudad Vieja. El problema, claro, es que eso refuerza el actual perfil de vida diurna comercial y laboral, con horario fijo de terminaci贸n al caer la tarde.
Este tipo de discusiones complejas que se dan en Montevideo demuestran, una vez m谩s, que la palabra 鈥渕useificar鈥 es una excusa canalla de los especuladores que s贸lo entienden el uso m谩ximo de la tierra. La Ciudad Vieja es un barrio real, con vecinos viejos y nuevos, visitantes y gente que va ah铆 a trabajar. Tiene adem谩s la mayor concentraci贸n de oferta cultural de la ciudad, todos los bancos del pa铆s y el rol de gatera para los visitantes. Que el lugar tiene una vida real y propia es un hecho, con lo que la pregunta es solamente c贸mo diversificarlo y enriquecerlo sin hacerle perder su car谩cter y su patrimonio. Como dicen los Bethe, 鈥渟in esterilizarlo鈥.
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