Elegà a Noemà Ueno. La elegà por su trabajo, porque a ella no la conocà directamente. Alguna vez hablamos por teléfono, un ratito, creo que cuando nació Rosa, nuestra hija, que se llama también Nobuko como NoemÃ. Noemà vivió hace muchos años con su mamá en la casa de Burzaco donde nosotros vivimos ahora. Antes de que muriera su mamá y la casa quedara vacÃa, Noemà se fue a vivir a Japón.
Cuando llegamos a esta casa habÃan pasado muchos años, durante los cuales mi suegro, hermano de NoemÃ, se dedicó a arreglarla y la fue modificando mucho. Tanto que viendo fotos de aquella época la casa no se reconoce. En uno de los cuartos se fueron guardando cajas –junto con la imprenta, propiedad de mi suegro, con todas sus máquinas y cajas de tipografÃa, que quedaron en desuso–. En ese cuarto no entrábamos casi nunca. Una vez, por curiosidad, empecé a abrir algunas cajas y me encontré con un mundo de objetos rarÃsimo: juegos de té, platos... todos pintados a mano... habÃa una palangana amarilla llena de vajilla... Pero entre las tacitas y jarrones fue apareciendo una especie de familia, una raza misteriosa de muñecas y muñequitos, recortes de madera, huevos pintados, señores, mujercitas en kimono... no sabrÃa definirlo, creo que por eso me fascinaron. Porque eran inexplicables todos esos objetos ahÃ. Yo no sabÃa de quién eran y estaban en mi casa.
Noemà pintaba acuarelas, pinturas en terciopelo con temas japoneses, paisajes, animales y también hacÃa kokeshi, que son pequeños muñecos de madera tradicionales en Japón. En un momento hizo obras de teatro en las que ella armaba todo: las marionetas, los fondos, los vestuarios. HabÃa inventado un sistema de fondo continuo con dos rollos enormes de papel que iban girando a lo largo de la función. Sospecho que mi suegro debe haber ayudado mucho en estas cosas. El dice que la ayudaba con la música. Creo que de todo eso sólo queda como registro alguna foto de ella durante una función.
A lo largo del tiempo me fui encontrando con todas esas cosas que ella dejó hará cuarenta años. Cosas que van de la época en que empezó a estudiar hasta que se fue a Japón. Dejó muchas cosas. Hizo un viaje largo, en barco. Pienso que esperaba quedarse mucho tiempo allá y debe haber sido difÃcil elegir.
En su taller, que ahora es el mÃo, cada tanto aparecen croquis, ensayos de pintura a la acuarela, algún cuadrito. Cuando nos mudamos yo todavÃa no habÃa empezado a hacer cerámica... y después me enteré que ella también habÃa hecho cerámica y que hubo un horno en el mismo lugar donde ahora está el mÃo.
Yo fui haciendo mi trabajo en paralelo a estos encuentros. Las mascotas en cerámica que yo hago son un poco parientes de sus kokeshi. Hay algo en sus trabajos que me llena de alegrÃa, algo asà como la voluntad de hacer magia, de inventar cosas que antes no estaban. Cosas que quisiera para mÃ.
En general uno conoce a un artista mirando un libro, o visitando una galerÃa, pero los artistas que quiero de verdad de algún modo se quedan a vivir conmigo.
Por eso la elijo a ella.

Noemà Ueno es la tÃa de Guillermo Ueno, fotógrafo y marido de Lola Goldstein.
Lola Goldstein (1978) participó de muestras en el Consulado Argentino en Nueva York, el Museo de Arte Moderno de Chile, el Museo MarÃtimo de Ushuaia, el Museo du Trabalho de Brasil y el Centro Cultural Recoleta, entre otras.
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