Un balneario costero. Una chica de pocas palabras que pasea por la arena. Un hotel elegante y casi deshabitado. Un trÃo de amor bizarro que entra en escena. La chica los mira, nosotros también. De eso va Ostende, el primer largometraje de la productora estrella de El Pampero Cine, Laura Citarella. Una pelÃcula que pone en acción eso que es la base misma del cine: por un lado la mirada, ese acto tan gozoso donde el cuerpo se diluye como en el sueño en pos de algo que tenemos adelante y nos atrapa y, por otro lado, la invención de historias. La protagonista de Ostende ocupa esos dos roles a la vez: es espectadora y creadora de relatos, al darle sentido a las confusas escenas que vislumbra en su estadÃa en la playa.
Las premisas iniciales son exiguas. La chica –interpretada por la extraordinaria Laura Paredes– llega al hotel fuera de temporada gracias a un concurso radial. En pocos dÃas arribará su novio. No hay nada para hacer más que recorrer los dominios de la hosterÃa, leer al borde de la pileta, cenar un pebete en un local céntrico donde se escuchan los sonidos de los videogames y observar distraÃdamente a los vecinos. Cuando se tope con un viejo que pasa sus dÃas con dos jovencitas –una rubia y una morocha– su existencia cobrará otro interés. Hay una carta por la que discuten violentamente, una cachetada y un llanto ahogado. ¿Quién es ese hombre que peina canas y se pasea como Hugh Hefner con dos chicas que podrÃan ser sus hijas? ¿Ellas son amigas? ¿Competidoras? ¿Por qué el viejo pelea con la morocha? ¿Qué decÃa esa carta que decidieron ocultar? Todo parece mutar hacia un film de suspenso. Vemos a la chica mirar a través de una ventana, escondida tras unos arbustos, escuchar con una oreja pegada a la pared. Sin embargo, hay algo ridÃculo en su afán detectivesco. Por eso, Ostende se mueve simultáneamente en dos registros. Uno más estilizado, bello y sugestivo, que podrÃamos pensar como de suspense, y otro más torpe y terrenal, que tiene mucho de comedia: escenas como la del check in con sus interminables vericuetos, una encuesta telefónica que insisten en hacerle, o el encuentro con el encargado del bar –Julián Tello–, que decide narrarle pormenorizadamente el argumento de una pelÃcula que planea hacer. Como Rejtman mirando a Truffaut, mirando a Hitchcock. Algo asÃ.
Es curioso el detalle que en el mismo lugar donde está filmada la pelÃcula –el histórico Viejo Hotel Ostende– se concibió Los que aman odian, novela policial escrita a cuatro manos por Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo. Con ese referente también coquetea Ostende, como si dijera: aquà ocurren, ocurrieron o pueden ocurrir cosas misteriosas. Mirando el rostro de Laura Paredes, un rostro que a veces ocupa entera la pantalla sin que necesitemos nada más, tenemos la sensación de que en cualquier momento ese misterio va a revelarse. Mirándola caminar por la playa arrastrando una silla de mimbre, aparecen otros recuerdos: las heroÃnas romherianas en playas iguales pero mediterráneas. Y también otra heroÃna que vagabundeaba en un hotel: Scarlett Johansson en Perdidos en Tokio. La toma en que Paredes duerme de costado en musculosa blanca y culotte rosa es un claro guiño a SofÃa Coppola.
La chica entra y sale del foco. Persigue y es perseguida por la lente. Su presa se escapa y el foco se pierde. Todos esos juegos que forman parte de la bellÃsima fotografÃa –realizada por AgustÃn Mendilarzu– son claves para la narración. Como si lo que se pusiese en juego fueran distintas formas posibles de mirar. Ser invisible, ser ciego, ser vidente, mirar sin ser visto, espiar. Ser voyeur. Imaginar historias a partir de los indicios que nos da una visión lejana. Entrar en el fuera de foco como quien entra en un sueño. Convertirse en un personaje más de esas historias.
Es llamativo que viniendo de El Pampero Cine, una productora que (de la mano del director y guionista Mariano Llinás) se caracteriza por sus hiperbólicas y literarias voces en off, Ostende sea una pelÃcula con tan pocas palabras y puestas en lugares tan raros. El diálogo más largo de todo el film debe ser la narración que hace el chico del bar de su pelÃcula imaginaria y, sin embargo, nada tiene que ver con el relato central de Ostende. ¿O es que sÃ?
Con un poco de experimento, de ver hasta dónde se puede llevar una idea, hasta dónde el acto de mirar se convierte en una ficción cinematográfica, Ostende logra ser una pelÃcula que inquieta y divierte en igual medida. Casi las mismas dos cosas que le pasan a la protagonista.
Ostende (2011) se proyectará el 10 de enero y el 7 de febrero, las dos noches de luna llena de la temporada, a las 19.30 horas, en la playa del balneario del Viejo Hotel, al aire libre. Se suspende por lluvia. Gratis
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.