Poirot era un hombrecito que resultaba extraordinario por su aspecto. TenÃa poco más de 1,60 m de altura, pero llevaba su estatura con mucha dignidad. La cabeza era exactamente de la forma de un huevo y tenÃala siempre inclinada a un costado. El bigote era muy duro y de aspecto militar. La pulcritud de su ropa, casi increÃble. Pienso que una mota de polvo le hubiera causado más pena que una herida de bala. Con todo, este hombrecito, de una elegancia primorosa y un tanto arcaica que, como lamenté al verlo, cojea un poco ahora, fue, en su época, uno de los miembros más famosos de la policÃa belga. Como detective poseÃa un olfato extraordinario y habÃa obtenido muchos triunfos al desentrañar algunos de los casos más desconcertantes del momento.
Agatha Christie, El misterioso caso de Styles
Me ha escrito mucha gente sugiriéndome que reuniera a la señorita Marple y a Hércules Poirot, pero, ¿por qué? Estoy segura de que no les satisfarÃa en absoluto. A Hércules Poirot, el egoÃsta total, no le agradarÃa que una vieja solterona le dijera lo que tenÃa que hacer. Es un detective profesional que no se encontrarÃa a gusto en el mundo de la señorita Marple. No, son dos estrellas y lo son por derecho propio. No dejarÃa que se encontraran a menos que sintiera una necesidad súbita e inesperada de hacerlo.
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