Un asalto a mano armada volvió a impactar a la capital de la provincia, cuando tres sujetos irrumpieron a la madrugada en una panaderÃa del barrio Barranquitas, tomaron como rehenes a siete personas durante una hora, desvalijaron el negocio y la vivienda de los dueños, se alzaron con un botÃn en dinero y joyas superior a los 50.000 pesos y dejaron encerrados a seis de sus vÃctimas -el propietario del comercio y cinco empleados en un horno encendido a 80 grados, en lo que podrÃa haber sido una tragedia. Los seis salvaron su vida por milagro, cuando los rescató la PolicÃa al borde de la asfixia.
La pasadilla del dueño de la panaderÃa "El FortÃn", Aurelio Gigliotti, su esposa y cinco empleados que trabajaban en la cuadra comenzó alrededor de la una de la mañana, cuando irrumpieron tres sujetos a mano armada. "Me apuntaron con un revólver y me pisaron la cabeza", relató Gigliotti, unas horas después, ya repuesto del trance. Los asaltantes los redujeron
rápidamente y los encerraron a él y a los cinco trabajadores en un horno. "Es una estufa que se utiliza para levantar el pan, debe tener una temperatura de 80 grados. El aire se cortaba porque no tiene entrada por ningún lado. Cuando pasaron quince o veinte minutos ya no se aguantaba más", dijo Gigliotti. Ellos estuvieron allà más de una hora, hasta el rescate, alrededor de las dos de la madrugada.
Libre el camino, los tres sujetos subieron hasta la planta alta de la panaderÃa, donde está la vivienda de los dueños y dormÃa la esposa de Gigliotti, a quien levantaron de la cama. "Me despertó el ladrido de los perros. Vi que una persona encendió la luz y me pidió que me tapara con las sábanas para que no viera su rostro. Cortaron los dos teléfonos, me quitaron dos celulares y cuando arrancaron los cables del DVD se cortó la luz", explicó Patricia Noval. A partir de allÃ, todo se desarrolló en la oscuridad. "Me pedÃan plata. Me ataron. Uno empezó a hacerme cosas a mi. El otro querÃa una escopeta, pero nosotros no tenemos armas. Se llevaron de todo: plata, alhajas de oro, ropa", relató.
¿De qué valor estamos hablando? -le preguntaron.
Más de 50.000 pesos, mucho más dinero. Me vaciaron la casa. Se llevaron la plata de la harina, más la recaudación de la caja. Y le robaron la moto a un empleado.
La mujer quedó encerrada en el primer piso, sin saber la suerte de su esposo y los empleados. "No sabÃa si estaban vivos o muertos", contó. Logró desatarse, saltó al techo de la panaderÃa y llamó al marido a los gritos. Pero nadie le contestó. Volvió a la casa, donde encontró la salvación: un teléfono de la cocina que sus visitantes habÃan olvidado desconectar en la oscuridad. Desde allà llamó a sus hijos, a la comisarÃa sexta y al Comando Radioeléctrico. "Vinieron muy rápido y lograron rescatar a mi marido y a los muchachos que estaban prácticamente asfixiados. Estuvimos una hora como rehenes, yo arriba en la casa y ellos en el horno", afirmó.
Hay sospechas de que uno de ellos vive cerca, en el barrio.
Dos empleados de acá le dijeron al comisario que uno de ellos era el hijo de otro empleado que estaba con dos malvivientes. No quiero recuperar lo material, quiero que estén presos porque los momentos que pasamos fueron terribles. Mi marido es un hombre grande que podrÃa haber muerto. Tiene asma. Lo sacaron (del horno) transpirado entero, ya no podÃa respirar.
Dos empleados fueron atendidos en el hospital José MarÃa Cullen, uno de ellos con principio de asfixia y otro por los golpes que recibió cuando resistió el robo de su moto.
¿Están pensando en irse del lugar?
Yo no lo puedo dejar solo a mi marido, pero ya le dije que no quiero estar más en este lugar. No voy a poder dormir, es terrible la sensación de despertarse con un arma en la cabeza, en la boca, que te puedan violar, que no sabés si tu marido está vivo o muerto, si los empleados están vivos o muertos.
El arzobispo de Santa Fe, monseñor José MarÃa Arancedo, advirtió sobre la fragmentación social y uno de sus sÃntomas: la violencia. "La policÃa tiene que proteger a los ciudadanos. Pero atacar los efectos de la violencia serÃa quedarnos en lo superficial. Hay que ir a las causas, y éstas son: educación, pertenencia, equidad, trabajo, dignidad. Cuando crece eso, decrece el delito", dijo monseñor.
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