Culminó anteayer la decimoctava edición del Festival Internacional de PoesÃa de Rosario. A la hora del balance, se la puede comparar con el del año pasado, que inició entonces una nueva etapa con curadurÃa, por el lado de la SecretarÃa de Cultura municipal, de Osvaldo Aguirre, Pablo Makovsky y Daniel GarcÃa Helder. Se sumaron ese año dos nuevos actores: el Centro Cultural Parque de España/AECID (además del ya tradicional Centro Cultural Bernardino Rivadavia, que sigue siendo central) y el ciclo independiente Poetas del Tercer Mundo en el bar Tercer Mundo, que aportaron lo suyo además de las numerosas instituciones locales, regionales e internacionales que participaron en las actividades de su agenda. Por el lado del Ministerio de Innovación y Cultura de la Provincia de Santa Fe, siguieron trabajando Eva Nardone y MarÃa Lanese, quien resume los objetivos del Festival en una frase: ampliar el público de la poesÃa.
Gustaron mucho los recitales de Paco Ibáñez, Fernando Cabrera y Liliana Herrero. Tanto los espectáculos de música y teatro como las actividades en escuelas y el taller literario en la Biblioteca Argentina (que el año pasado condujo Daniel Durand y éste Irene Gruss, con 62 participantes) contribuyeron a afianzar este objetivo. La difusión, que por supuesto abarcó además todos los medios de comunicación, se hizo este año a través de tarjetas postales con la imagen de la lectura del "Poema para leer con máscara mexicana" de Marcelo DÃaz por su autor, enmascarado con el artefacto cultural susodicho, junto a una frase: "La poesÃa vuelve a dar pelea". Pero a la pelea de la poesÃa le ganó de mano la lucha de los obreros que cortaban las rutas, lo que obstaculizó la llegada de visitantes e invitados de la Capital Federal. Pegaron el faltazo, con aviso, dos estrellas porteñas: Sergio Bizzio y Arturo Carrera. El primero quedó varado en Ramallo y el segundo habÃa sufrido un accidente doméstico discapacitante antes de salir.
Vinieron sin embargo Washington Cucurto y Gabriela Bejerman, y los invitados de muchos paÃses latinoamericanos y de algunos europeos, con una integración entre ellos que los dos organizadores consultados, Lanese y GarcÃa Helder, resaltaron como más solidaria que el año anterior. El objetivo es que los poetas latinoamericanos se conozcan entre ellos en Rosario y luego continúen los vÃnculos productivos iniciados aquÃ, señaló GarcÃa Helder. La calidad de las obras leÃdas fue pareja y alta, predominando los lenguajes más modernos, en una diversidad de estilos que fue desde el neobarroco al neo objetivismo y no desdeñó ni la lÃrica intimista ni las apelaciones a lo cotidiano. Asombraban todas estas voces por su seguridad y convicción, aún las más nuevas.
La ventaja de que las entidades organizadoras les paguen pasajes a todos los poetas invitados habilita desde 2009, es decir, desde que se sumó el AECID, la posibilidad de invitar a poetas que no estén vinculados a redes diplomáticas. Gracias a esto y a la decisión curatorial de convocar a autores más innovadores, los muy jóvenes se lucieron en este festival. Tanto el guatemalteco Wingston González (Livingston, 1986) como la uruguaya Magalà JorajurÃa (Carmelo, 1988) fueron aplaudidos con entusiasmo y unánimemente elogiados en la tarde del domingo por sus lecturas performáticas en el Teatro PrÃncipe de Asturias del Centro Cultural Parque de España, intensas y llenas de swing, con las que ya habÃan cautivado a variados auditorios en la inicial maratón de poesÃa en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia y en el trasnoche de Tercer Mundo.
El ciclo que conduce Alejandra Méndez en ese lugar fue la verdadera alma de esta edición del Festival. Es de esperar que siga participando y reciba (ya que no la reclama ni la recibe) alguna recompensa oficial que la aliente a continuar. Porque la muy buena idea del micrófono abierto alentó el encuentro, al permitir a los poetas locales compartir sus obras fuera de programación, y el entusiasmo por escuchar mantuvo a muchos despiertos hasta altas horas de la madrugada, sólo derrotados por los efectos soporÃferos combinados de la cerveza y algunas inoportunas bagualas. El bar obró, este año tal vez aún más que el anterior, como aquellos ruedos improvisados que constituÃan en el siglo pasado los músicos de jazz, a quienes Wingston homenajeó en un poema cuyo ritmo también tenÃa mucho de hip hop. En otros, exploraba una cosmovisión mágica. El joven afroamericano brilló literalmente por su ausencia el domingo, ya que concluyó su hechizante lectura con un apagón y elegante desaparición a lo Houdini. Y MagalÃ, diseñadora de cabeza rapada, usa la asociación libre de un modo sorprendente, con algo de surrealista, algo de erotismo zafado, algo de nonsense y mucha convicción. GarcÃa Helder cuenta que encontró su página gracias a una exhaustiva búsqueda en Internet.
La argentina Bejerman fue otra performer divina, sumando el sábado su voz casi cantora y su presencia tan singular como bella a sus ya de por sà musicales poemas narrativos, aunque sufrió una descortés interrupción por parte de una mujer del público. El clima no ayudó. La lluvia restó público. Pero el programa del Festival, del que se redactaron 11 versiones, fue preparado cuidadosamente para que hubiera varias presentaciones de cada autor y el público no se los perdiera. Otro golazo fue la Feria de editoriales independientes, que funcionó como punto de venta y lugar de encuentro. En las galerÃas del Parque, abiertas para la ocasión, los coloridos puestos de venta de los denominados "libros objetos" mezclaban su suntuoso y áspero encanto con los collages en papel de Eduardo StupÃa, tan parecidos a los papelitos que iban de mano en mano.
La clÃnica de poesÃa de Gruss, quien hace de la polémica productiva su método de trabajo, recibió opiniones encontradas, mezclando adhesiones y rechazos. La instancia "traducción de poesÃa", a pesar de que Krystyna Rodowska, Virna Teixeira y Cristian Di Nápoli, poetas y traductores (polaca, brasileña e inesperado y genial intérprete porteño respectivamente), en su trabajo coordinado por esta cronista, hicieron todo lo humanamente posible y mucho más, pide un espacio más amplio que el del panel: el del taller. No todo fue vanguardia y también estuvo la nueva edición de la poesÃa completa del santafesino Juan Manuel Inchauspe, como también poetas maduros y excelentes: Irene Gruss, quien cerró el Festival y desplegó en su lectura una ternura inesperada; el hondo catalán Antoni Marà (Ibiza, 1944); el reconocido poeta peruano Rodolfo Hinostroza (Lima, 1941), con dos poemas largos de raigambre lacaniana, y el rosarino Edgardo Zotto. Pese a lluvias, cortes y ausencias, la poesÃa brilló. Y brilló con ganas.
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