Una multitud de gente de Letras, célebres escritores, compañeros poetas, fieles amigos y antiguos vecinos de su pueblo natal colmó el lunes a la noche la sala de auditorio y teatro del Centro Cultural La Nave (San Lorenzo 1383) con motivo de la presentación del primer tomo de la PoesÃa reunida (1970 a 1976) de Jorge IsaÃas. Publicado por la editorial local Ciudad Gótica, con un muy buen trabajo de investigación y edición y un prólogo de la crÃtica literaria Graciela Krapacher, el rescate de esta obra lÃrica y épica escrita a fines de los años sesenta y durante la década del setenta (e inaccesible en gran parte hasta ahora) es un acontecimiento literario fundamental. Sus 260 páginas sorprenden por cuanto revelan a un joven IsaÃas que tensaba la cuerda de su poesÃa entre el cotidianismo por el que es hoy reconocido y otra cosa más moderna, casi vanguardista, en la lÃnea estética del expresionismo.
A sus anchas, y con el apoyo teórico de Krapacher, "el Turco" IsaÃas leyó sus poemas de juventud en una hermosa voz que transmitÃa emoción y contagiaba la música de sus endecasÃlabos. Además hizo gala de una memoria prodigiosa, capaz de recordar hasta el número ganador con el que uno de los allà presentes habÃa obtenido en una rifa la pelota de tiento que les permitió jugar a los pibes del barrio El JazmÃn, en Los Quirquinchos, provincia de Santa Fe. El poeta y cronista de su aldea nació allà en 1946 y pasó su niñez en el diminuto universo de las magras tres manzanas de ese barrio que, por lo que cuenta, son su patria: "Ni regional soy. Soy un poeta barrial", afirmó en un momento de la velada, entre los tiernos relatos de su mente memoriosa, que parecÃa vagar como un avatar por esa especie de GPS incorporado o Second Life que era el recuerdo de cada esquina o cada puerta de aquel paese al que nunca abandonó.
Pero sà lo dejó fÃsicamente (sin animarse a despedirse de su nodriza, una vecina a quien jamás volvió a ver viva, según relató el autor arrancando lágrimas al atento auditorio) un lluvioso dÃa de 1964 en que llegó a Rosario. Pronto comenzarÃa a formar parte de una época intensa de la cultura de la ciudad, intensa como la llovizna que insiste en su poesÃa juvenil. "Era un tiempo de comunión, un tiempo de compartir, un tiempo de sueños, un tiempo de amor", escribe en la contratapa. El joven IsaÃas trabajó en librerÃas (que no eran como las de ahora sino verdaderos centros culturales, como recordó luego en los pasillos la esposa del poeta y librero Rubén Sevlever), ganó amigos y con esos poetas amigos fundó la revista La Cachimba. Fue en esos años, entre sus 22 y sus 29, cuando escribió los poemas reunidos en este volumen. "Me gustarÃa que se leyeran como un homenaje a todos ellos", concluye, refiriéndose a esos lazos afectivos tramados en la poesÃa de un tiempo más generoso, a juzgar por lo que ellos cuentan.
Con o contra cierto tono de desdén antiintelectualista propio de su época, estos poemas dan cuenta implÃcita y explÃcitamente no sólo de aquella intensidad sino de sus apasionadas lecturas: "llegar a casa y emprenderla a los versitos,/ o leer a Joyce sin entenderlo/ pero qué lindo queda comentarlo", confiesa en "Rutina". Sobre todo en su perÃodo más audaz, son poemas bien alimentados de un modernismo rico en innovaciones. Hay en ellos ecos de Pavese, del Lorca más extremo o del Vallejo de Trilce. Como muchos de sus contemporáneos locales y nacionales (acá, los del Lagrimal Trifurca y La Cachimba; porteños, los de la revista PoesÃa Buenos Aires), IsaÃas recorre un arco estético que va desde el romanticismo tardÃo de su lÃrica más temprana hacia altos grados de enrarecimiento y experimentación. Va pasando en el medio por un equilibrio admirable entre cotidianismo y expresionismo; al fin su poesÃa se depura y asume un gesto épico que la emparienta con José Pedroni y es su obra más difundida. En cuanto a los temas, si su poesÃa juvenil remitÃa a la inmediatez de su realidad en la ciudad (los patios lluviosos, los amores, las discusiones utópicas, la labor diaria), a fines de la década IsaÃas se ancla en el referente de Los Quirquinchos y se responsabiliza de la voz del pueblo, en todos los sentidos de la palabra pueblo. Es aquel otro IsaÃas, urbano, moderno y mucho menos conocido, el que revela este libro al lector.
Tal como recapitula Krapacher en el prólogo, esta recopilación comienza con el poemario Conatos de un vicio y sigue con su primer libro, La búsqueda incesante, "escrito entre 1968 y 1970 y publicado en este último año". Su siguiente libro, Poemas a silbo y navajazo (1972 -1973) se divide en tres partes: Del amor, Embustes y Del otoño desnucado. (Esta última sección está dedicada a, y acusa la influencia de, Juan L. Ortiz). Según Krapacher, Pájaro anual (1974) revela un perfil de poesÃa comprometida con la época y "en los poemas recopilados en La cachimba ilusionada (1971-1976) se destaca un afianzamiento en la poesÃa vanguardista". El libro reedita además uno de los suyos más célebres, el épico Oficios de Abdul (dividido en Historias y Crónicas, con el prólogo de Alma Maritano a la segunda edición por Ciudad Gótica) y se completa con una serie de poemas no editados anteriormente en libro. Allà se incluye la mencionada sección que tiene el poco feliz tÃtulo de La cachimba ilusionada, amén de otras más que rescatan poemas publicados en revistas y en antologÃas hoy inasequibles.
Un repaso por las notas de edición ofrece un panorama de publicaciones que seguramente armaban entonces redes latinoamericanas: Acento (Córdoba, Argentina), Ultimas noticias (Caracas, Colombia), Puesto de Combate (Bogotá, Colombia), Cal y Canto (Tacna, Perú), Esparavel (Cali, Colombia), La prensa literaria (Managua, Nicaragua), etcétera. Y basta con echar un vistazo a la dedicatoria colectiva del libro de 1974 para reconstruir una red social local: "A Maru. A Jorge Riestra. A los poetas Guillermo Colussi, Enrique Oliva y, Alejandro Pidello y Héctor Piccoli, por cómplices".
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.