Viernes de festejo en el Bar El Cairo (Santa Fe y Sarmiento): el 29, a las 19, la colección Ciudad y orilla de la editorial Homo Sapiens presenta el libro Cuentos Batidos, escrito en colaboración por Fabricio Simeoni y Federico Tinivella con una troupe de 30 autores invitados. El procedimiento de escritura, basado en la poética del "cadáver exquisito" de los surrealistas, les valió a estos dos autores rosarinos, nacidos ambos en 1974, un espacio constante en la contratapa de Rosario/12. El libro reúne una selección de esos relatos que mezclan, con un estilo que no podÃa ser sino ecléctico (como ecléctica es la arquitectura de la ciudad), el humor y la poesÃa. Hablará Marcelo Scalona, director de la colección; leerán sus páginas favoritas del libro Chiqui González, ministra de Innovación y Cultura y Horacio RÃos, secretario de Cultura de Rosario. Y Coki Debernardi participará como músico invitado con sus canciones y su guitarra.
Declarado Artista distinguido de la ciudad de Rosario en 2005 y Artista de la provincia de Santa Fe en 2006 por su trayectoria poética, literaria y periodÃstica, Simeoni reincide en la escritura a cuatro manos: en 2007 obtuvo el primer premio en el concurso de poesÃa Felipe Aldana de la EmR por su libro Cavidades del recreo, escrito con Fernando MarquÃnez. Pero ninguno de estos honores lo desvela ni le quita su saludable humor, que le impide tomarse demasiado en serio. Tanto él como Tinivella coordinan talleres creativos para chicos en riesgo social: Simeoni en el Irar a través de la poesÃa y Tinivella con la fotografÃa en el proyecto La huella de tus ojos. Ambos han dictado otros talleres; el mejor cuento del libro, "Mi taller en la estación", remite a una de aquellas experiencias.
"Todo empezó cuando nos juntamos a tomar vino en mi casa", explica Simeoni para dar cuenta de la bizarra escena de simposium platónico en la que posan los dos autores, contentÃsimos, en el bar donde la cronista citó al fotógrafo. "Nosotros empezamos paveando", bromea Tinivella. "Hace 10 años atrás, 2002, nos juntábamos a escribir con el grupo El aro en la lengua, donde estábamos Fernando MarquÃnez, Lisandro González, Ricardo Guiamet, Germán Roffler, Orlando Valdez, Fabricio y yo. Ahà empezó una especie de juego colectivo y después con el Fabri dejamos de jugar con la poesÃa y nos metimos con la narrativa. Y eso habrá sido hace cinco años atrás. Yo publicaba mucho en la contratapa de Rosario/12 y un dÃa le dije al Fabri: 'che, ¿y si publicamos juntos?' Entonces ahà empezamos a armar textos entre los dos. Y un dÃa invitamos a un tercero. Era muy divertido. Yo por ahà era el más estructurado, que armaba el cuerpo del texto, que ponÃa el esqueleto, y el Fabri era el poeta. Yo por ahà era el que anclaba y el tipo el que volaba. Y venimos laburando con esa mecánica y una lucha constante con el Fabri porque él es un animal poeta".
Cuenta de un tirón Simeoni: "Está bueno esto de escribir de a dos, porque como en la vida misma uno juega a ser otro, porque quiere ser otro, porque de alguna manera se pone en el lugar del otro... contábamos con ese espacio en Rosario/12 y tratamos de aprovecharlo, nos encontramos en mi casa a tomar algún vino e Ãbamos tirando lÃnea, y cuando tenÃamos cosas bastante definidas armamos la idea más axial o el nudo y se lo enviamos a un tercero que podrÃa ser desde un vecino, un familiar directo, el carnicero de la esquina o un poeta personaje mediático o público, la idea era fundamentalmente que este tercero en discordia generara algunas cuestiones a priori a nosotros y que después, por supuesto si aceptaba, le deje como una especie de impronta al texto, lo que sea pero que tenga cierta representatividad... y después el ejercicio va tomando tanta forma que definitivamente cuando a Federico o a mà se nos ocurrÃa alguna idea nos enviábamos varios correos hasta que esa forma adquirÃa el nivel deseado y cuando eso llegaba discutÃamos el nombre de la persona a quien se lo enviarÃamos. Fueron como cuatro años de trabajo, seguimos escribiendo y tenemos otros 20 textos para una segunda edición".
Humor desopilante, a lo Guillermo Cabrera Infante, donde ante el significante (deseante, como los amantes de antes) se suelta la lengua y hay que ver las cosas que hace. Porque es, en efecto, un hacer de la lengua desatada, más que un decir de la palabra, lo que efectúan estos textos antes que lo que narran estas historias. Bromas, jocundos chistes a costa del nombre propio de alguna figura mediática, enumeraciones caóticas que como al pasar conjuran parodias de diversos estilos musicales o ensayÃsticos, todo vale y todo funciona. La ocurrencia y la greguerÃa ya no son digresiones melancólicas al margen, sino que en tales juegos radica el impulso mismo de la escritura: la diversión en todo sentido (risa y divergencia) produce la estructura del relato.
Jugando a hacerse los tontos, borrándose de la ambición escolar del bronce, Simeoni y Tinivella desarrollan en sus ficciones breves unos universos narrativos bien legibles pero semánticamente complejos, donde los niveles de representación coexisten de modo que la cosa, la palabra y la definición del diccionario juegan en un mismo terreno. Y nunca hubo más literatura que aquÃ, en un como si de un afuera de lo literario. Precisamente es lo hiperliterario (la instancia metaficcional, como dirÃan los crÃticos) lo que enciende la fiesta: por ejemplo el recurso de las citas apócrifas, que a Borges le servÃa para inventar una ficción de saber, desata la carcajada, como en la serie de definiciones del amor en "El amor, esa humedad": "Dice Sigfield Manfred en El arte de amar: 'entrega total, absoluta, ya casi asquerosa, o hasta estúpida, según el caso'". Vuelta a vuelta de frase desquiciada la parodia, de tan salvaje, se termina instalando en el sitio de la verdad original. Es el logro de la alegorÃa barroca: lanzarse a volar al cielo de la figura, a expensas de la tierra realista donde el relato sin embargo se ancla y se hace legible.
Un humor irreverente irrumpe cuando Simeoni y Tinivella imitan lúdicamente el tono caviloso existencialista de las novelas del yo autoral en crisis: "Yo no sé qué tenÃa en la cabeza, estaba confundido, perdido, a la deriva, era un barquito de papel en una zanjita, estaba aferrado a mi inconsistencia como vagabundo a su perro ciego y bravÃo. Era como los restos de un jabón abandonados en la rejilla de la pileta del baño". Ningún orden de discurso queda a salvo. Ni el amoroso, ni el de la ciencia: "Cuerpo lÃquido, inodoro, insÃpido, incoloro en pequeña cantidad, el agua, se sostiene gracias a dos átomos a los que deberÃamos honrar como a nuestros héroes".
A estos autores les gusta la idea de que obran como productores de textos, que al modo de la industria cinematográfica piensan la idea y convocan a los mejores directores y actores. Pero la consistencia del libro desmiente un poco esa utopÃa de una poética de creación colectiva. La imagen más adecuada tal vez sea entonces la de un dúo musical que hace subir a un músico invitado en cada canción. El libro es como un festival que rompe totalmente con la pacaterÃa y el buen tono de tanta página predecible, hace brillar la inventiva más genial y devuelve al lector a esa fiesta que debió ser siempre la literatura.
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