"¿Será un libro de autoayuda para dejar de fumar?" se preguntaba la escritora Selva Almada (1973, Villa Elisa, provincia de Entre RÃos) ante un ajado paperback titulado El camino del tabaco. Lo contó el viernes en el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa en el cierre al ciclo de conversaciones de la Quinta Semana de la Lectura, con Gabriela Cabezón Cámara, Marcelo Britos y esta cronista. Pero nada que ver con la autoayuda, salvo en un sentido literario: Tobacco Road (1932), novela realista del norteamericano Erskine Caldwell, fue un modelo de estilo para su segunda novela publicada, Ladrilleros, antes aún del éxito de la primera: El viento que arrasa (Mar dulce, 2012). Anteayer, Almada también anticipó Chicas muertas, su próximo libro.
"Cuando leà El camino del tabaco, lo que me pasó fue decir: mirá, se puede escribir con tanta violencia y con tanta intensidad una historia", amplió ayer Almada en una entrevista con Rosario/12. "Yo usaba el lenguaje oral de la región en los diálogos; para el narrador, un lenguaje más neutro. Pero venÃa pensando qué pasa si el narrador empieza como a contaminarse de esa oralidad. Y de alguna manera el tipo de personajes tenÃa que ver con el tipo de personajes que yo habÃa pensado para esta historia, que nace de una anécdota que me habÃan contado. Entonces hay novelas o autores que te dan permiso, te abren una puerta, medio que te empujan para que pases por ahÃ", dijo.
-En la importancia que le das al lenguaje, ¿influye la poesÃa?
-Escribir poesÃa escribà muy poco, pero siempre hubo como una búsqueda lÃrica en mi narrativa o en lo que yo querÃa escribir. Tampoco es que soy una lectora de tiempo completo de poesÃa, pero me gusta leer. Por esto del ciclo (de lecturas, Carne argentina, que Almada coordina) leo muchos poetas buscando a quién invitar. Yo también uso como recurso la construcción de imágenes; bueno, eso viene de la poesÃa. Y además me gusta que el texto suene, que tenga su música, y eso solamente se consigue con la búsqueda más lÃrica.
-Tus decisiones respecto del estilo y el lenguaje, ¿cómo sentÃs que te posicionan en el campo actual de la literatura argentina?
-En relación a la literatura de la última década en Buenos Aires, donde vivo desde hace 10 años, por ahà lo que se estaba publicando era una literatura muy urbana y muy, en algún punto, económica a nivel de recursos o de exploración: una literatura más carveriana, más minimalista. Y la mÃa es como un poco más profusa; tiene otras búsquedas, diferentes planos en el lenguaje. Si bien mis novelas tienen trama, yo creo que lo interesante de escribir es trabajar con el lenguaje, no solamente contar una historia.
-¿La historia es una excusa para poner en juego el lenguaje?
-SÃ, con la primera novela es una historia muy pequeña, muy acotada además en el tiempo. Me interesaba ver cómo esa historia tan cotidiana se podÃa contar de una manera un poco más frondosa.
-Y en ese sentido, ¿hay alguna influencia de Juan José Saer?
-No, ¡sabés que lo leà muy poco a Saer! Leà El entenado, y después leà otra novela de él que no me gustó, La pesquisa. Tal vez haya algo en común al compartir la zona donde nacimos, la región...
-¿Dónde naciste, cómo fue tu recorrido literario?
-Yo nacà en Villa Elisa, que es un pueblo que está al centro y este de la provincia, un pueblo muy chiquito; vivà ahà hasta los 17. Cuando terminé el secundario, me vine a vivir a Paraná, a estudiar Comunicación; estudié unos años, después dejé y estudié el Profesorado en Literatura. En Paraná vivà unos diez años, de 1991 a 1999. Y después me fui a Buenos Aires y vivo ahà hace catorce. Siempre me habÃa gustado leer pero no escribÃa, no tenÃa una inquietud por ese lado. QuerÃa ser periodista. Empecé a escribir en la Facultad de Comunicación, a raÃz de un taller que daba Maria Elena Lotringer. Nos daba ejercicios para aflojar la muñeca, cuentos; y ahà me empecé a enganchar, a perder el interés en la carrera, y me anoté en el Profesorado. Ahà conocà varios amigos que también escribÃan y entonces nos juntábamos a leer lo que escribÃamos, no habÃa talleres literarios asà que medio lo armábamos entre nosotros y eso era súper estimulante.
-Vos hablabas el año pasado, en el Filba Santa Fe, de toda una movida que hubo en los años 90 en Paraná y de la que formaste parte.
-Como lo recuerdo, habÃa una movida intensa en la plástica, de la que nosotros (los editores de la revista Caelum Blue, que Almada dirigÃa con Grillo Vázquez y Gustavo Blanco en 1997 y 1998) participábamos. Luis Acosta, artista que ahora vive en Rafaela, trabajaba mucho con Laura Calderón. Los dos eran de Bajada Grande, los dos se habÃan criado a orillas del rÃo y hacÃan instalaciones con los elementos del rÃo, las cosas que trae o lleva el rÃo: palitos, hojas... eran deslumbrantes. Cuando presentábamos la revista, dábamos una fiesta y ellos armaban la ambientación, la puesta en escena.
-¿Cómo es tu situación ante el fenómeno de ventas de El viento...?
-Me siento sorprendida. Yo ya habÃa escrito y estaba corrigiendo Ladrilleros cuando Mar dulce me publicó El viento... y para mà era como: bueno, publicá esta, asà me publicás la otra, que era la nueva...
-¡¿Te la querÃas sacar de encima?!
-Y, un poco sÃ. Si bien estaba conforme con la novela, no la querÃa dejar guardada en el cajón porque es mi primera novela y laburé mucho en ella, pero era el trámite para después publicar Ladrilleros. El viento... se tradujo al francés y está comprado para traducir al italiano, al portugués, al holandés, al alemán... se vende todo el tiempo, lo reimprimen y se vende de nuevo. A Ladrilleros le fue bien pero no con la magnitud de El viento..., al que le fue demasiado bien -concluyó.
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