Carolina Musa (Rosario, 1975) pasó su infancia y adolescencia en Orán, una pequeña ciudad de la provincia de Salta, a donde el año pasado regresó por poco tiempo para cursar un taller de narrativa del Fondo Nacional de las Artes coordinado por Marcelo Cohen. Antes, entre 2008 y 2011, en Rosario, como participante del taller literario de Marcelo Scalona, escribió siete cuentos, en su mayorÃa ambientados en Orán o en el largo trayecto hasta allÃ. Uno de ellos, "Inventario", integró la antologÃa Nada que ver, publicada en 2012 en Córdoba.
Este año, esos cuentos fueron publicados por Baltasara Editora, formando En el cuerpo quién sabe: su primer libro de narrativa, que se presentó a fines de abril. Es un libro esperable, esperado y logrado, por una poeta que venÃa trabajando con solvencia el poema narrativo extenso, en una vertiente neo objetivista que sigue la tradición local reciente de Daniel GarcÃa Helder y sus coetáneos. Autora de Acústico (poesÃa, 2011), Musa fue incluida el año pasado en dos antologÃas regionales: Yo soñaba con comprarme una combi, selección de poesÃa santafesina y Código urbano, una muestra de la nueva poesÃa rosarina.
La mirada, el tiempo de la mirada o aquello que Deleuze llamó "la imagen tiempo" es mucho más que un punto de vista en algunos de estos relatos: a "Inventario" y a "Emergencia sanitaria", por ejemplo, los constituye sustancialmente, como una escritura de cámara. El paneo nómade en la road movie cinematográfica se traduce a road story, expansión literaria del género. Pero esta mirada no es una frÃa lente traslúcida, sino que se tensa de subjetiva crispación, portando el espesor de una primera persona de cronista.
Licenciada en Comunicación social, artesana y docente de talleres para chicos, Musa estudió cine y museologÃa. Participó en realizaciones cinematográficas como productora y asistente de producción. En 2008, su guión de largometraje Embarcación fue seleccionado suplente en la convocatoria del Programa EstÃmulo a la Producción Audiovisual Santafesina. Cine, poesÃa y narrativa poseen una continuidad natural en la obra de Musa.
"El paisaje discurre detrás del vidrio invariablemente inmundo. Tranqueras. Alambrada. Campo. Miro mi reflejo a contrapelo y anoto palabras como explosiones. Postes. Autos. Carteles. Ciento cuarenta y dos mil horas despachadas en la ruta treinta y cuatro y no consigo más que palabras sueltas forzadas por el frÃo artificial del colectivo", escribe Musa, en perfecta sintonÃa con lo que propone Michel de Certeau desde el epÃgrafe del libro: "Los lugares son historias fragmentarias y replegadas... son tiempos amontonados que pueden desplegarse, pero que están allà más bien como relatos a la espera".
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