La trayectoria de Mauricio Riccio (Rosario, 1970) marca un lugar de referencia especÃfico en el desarrollo cinematográfico de la ciudad. Se trata de alguien que ha volcado su vida y pasión a la dirección fotográfica, con un despliegue profesional que le ha llevado a trabajar y vivir en México y Buenos Aires. De visita en su ciudad, a partir del dictado de un taller intensivo de tres jornadas, Riccio (miembro de la ADF) sabe explicar de manera precisa a Rosario/12 su profesión, al decir que el director de fotografÃa "son los ojos del director, es quien con la cámara compone el cuadro y con las luces crea los climas de cada escena".
Esta vocación por la composición y el trabajo con la luz le llevó a cursar la carrera de Director de FotografÃa y Cámara en el Sindicato de la Industria Cinematográfica Argentina, y a participar, hasta la fecha, en once largometrajes (entre ellos, Homero Manzi, un poeta en la tormenta, La infinita distancia, Tiempos menos modernos), además de un centenar de comerciales.
"Tardé mucho en poder decir que soy director de fotografÃa. Tengo veinticinco años trabajando pero hace diez que puedo decir que lo soy. Porque para mà era como un honor, algo muy grande, inalcanzable, no me lo creÃa", comenta Riccio, quien cuenta entre sus referentes al inglés Roger Deakins (Sueños de libertad, Sin lugar para los débiles), el mexicano Emmanuel Lubezki ""mi maestro", dice, y a Félix Monti (La historia oficial, La niña santa), "quien me apadrinó para entrar a la Asociación Argentina de Directores de FotografÃa".
-¿Tuviste siempre claro que era ésta tu área profesional?
-Desde chiquito siempre jugué con cosas de cine, con proyectores de juguete como el Golstar y el Cine Graf. Me compraban pelotas de fútbol y camisetas, pero yo no querÃa saber nada con todo eso (risas). Cuando comencé a estudiar, en la Escuela Provincial de Cine y Televisión, querÃa ser director, como la mayorÃa. Con el compañero con el que armaba los equipos para trabajar, hicimos un guión que Ãbamos a codirigir. Pero al momento de empezar a filmar, alguien se tuvo que hacer responsable de la cámara, de medir la luz. Asà que el primer dÃa de rodaje tomé la posta, pero sin saber que se trataba del área del director de fotografÃa, porque en ese entonces en la escuela no nos enseñaban el trabajo por roles. Ése fue mi primer acercamiento. Y descubrà que ahà me sentÃa cómodo, que podÃa expresar mucho.
-¿Ese corto fue el que te llevó a México?
-Con este mismo ejercicio, el primero en 16 mm hecho por estudiantes en la escuela de cine en Rosario, fuimos con mi compañero a México a un festival. SolÃamos comer en los Estudios Churubusco, y mientras caminaba por ahÃ, me topaba con los decorados de pelÃculas como Querida, encogà a los niños, El vengador del futuro, Duna; entraba en el depósito de vestuarios y veÃa el de Conan, el bárbaro. De repente, me meto en un estudio y veo una especie de barco pirata que estaban armando, impresionante, pensé que era de otra pelÃcula gringa. Cuando me entero de que era mexicana, y que iba a ser la producción más grande en los últimos treinta años, no me la quise perder [NdR: Ambar (1994), de Luis Estrada]. Esa fue la única vez que busqué trabajo en México. Me contacté con la productora, me preguntaron qué querÃa hacer y dije que pizarrista, para poder estar en el set todo el tiempo. Pasaron cinco dÃas y me dieron el puesto. Hablé con la productora, y me presentó al director y al director de fotografÃa, porque también participé como segundo de cámara.
-Te referÃs a Emmanuel Lubezki.
-SÃ. Es el fotógrafo de pelÃculas como La leyenda del jinete sin cabeza, Niños del hombre, El árbol de la vida, y de Gravedad, por la que ganó el Oscar.
-Intuyo que vivir en México te impregnó de una sensibilidad particular, que sólo allà podÃas experimentar.
-Filmar en México por primera vez era distinto. No en cuestiones técnicas, sino en la percepción de la realidad. Por ejemplo, en el Distrito Federal, en los años '90, el cielo nunca era azul sino gris, debido a la contaminación, algo que ahora está bastante controlado. Sólo los fines de semana el cielo se veÃa azul. Cuando querÃa encuadrar con la cámara y filmaba en el centro, descubrÃa que las puertas y las ventanas están totalmente fuera de escuadra; es decir, al componer con una puerta, una ventana te sale chueca, y al revés (risas). El centro de la ciudad de México está construido sobre un gran lago, además es una zona sÃsmica muy activa, prácticamente hay un sismo por semana.
-¿Cuándo te volvés y por qué?
-Estuve en dos etapas en México, del '92 al '96 fue la primera, y regresé porque extrañaba. En el 2000 fui a recibir el Año Nuevo allá, y sin buscarlo me salió otra vez trabajo. Me terminé quedando cuatro años más. Después empecé a fotografiar publicidades con un amigo rosarino, a través de una productora de Miami que cada tanto, por cuestiones de costo, filmaba en México. Pasé a fotografiar publicidades en las grandes ligas, pero a nivel contenido todo era muy vacÃo, artificial y plástico. Por más que estaba muy bien económicamente, habÃa algo que no me llenaba. Sentà que no iba a poder fotografiar ningún largo. A partir del 2001, acá se empezó a filmar muchÃsimo y ya tenÃa ganas de volverme, de estar acá y de fotografiar pelÃculas argentinas, con actores con nuestro acento, nuestras costumbres.
-De tus trabajos más recientes, destacan Socios por accidentes y la serie televisiva ¿Quién mató al Bebe Uriarte? ¿Cómo te resultaron estas experiencias?
-Siempre tuve ganas de fotografiar una serie televisiva, porque siempre quise que se viera como una pelÃcula, asà como las series gringas. Me llamaron para esta serie y los directores (Gastón del Porto, Alejandro Carreras y Juan Pablo Arroyo) también tenÃan la misma idea. Tuvimos que lograr una imagen cinematográfica en tiempo récord, habÃa dÃas que rodábamos diecisiete escenas por dÃa y cada una con diez planos aproximadamente, con muchas locaciones, mucho ritmo. Me sirvió para aprender a manejarme con prisa, también para saber delegar, ya que tenÃa otra unidad de trabajo bajo mis indicaciones. En el caso de Socios por accidente, ya venÃa trabajando con Fabián Forte (uno de sus directores, junto a Nicanor Loreti). Fabián es también asistente de dirección, y habÃamos coincidido en otras pelÃculas. Con él hicimos también La corporación (2012), que para mà es una de las mejores pelÃculas que he hecho.
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