El gurÃ: 7 puntos
(Idem. Argentina, 2015)
Dirección y guión: Sergio Mazza.
FotografÃa: Alfredo Altamirano.
Montaje: Sergio Mazza, MartÃn Musarra.
Música: Daniel Gómez, Daniel Viglietti.
Reparto: Maximiliano GarcÃa, SofÃa Gala Castiglione, Daniel Aráoz, Federico Luppi, Susana Hornos, Belén Blanco.
Duración: 89 minutos.
Sala: El Cairo
El estreno de la pelÃcula El gurÃ, de Sergio Mazza, es oportunidad para completar la noticia de relieve que protagonizara pocos meses atrás, cuando fuera seleccionada por la última Berlinale en la sección "Generation+14". Más aún, el director de El Amarillo (2006) y Gallero (2009) estará presente durante la función que esta noche, a las 20.30, ofrecerá con entrada libre y gratuita El Cairo Cine Público (Santa Fe 1120). También acompañará al realizador el niño actor Maximiliano GarcÃa.
Otro de los aspectos de importancia de El gurà radica en la elección de la localidad entrerriana de Victoria como escenario de rodaje. Es entre sus calles, merodeando por paredes de casas con muchos años, donde los personajes entretejen un malestar que tiene al pequeño Gonzalo (Maximiliano GarcÃa) como eje dramático. Atento a su hermanita bebé, asà como a su abuela, Gonzalo espera por la vuelta de la madre. Pero lo que él no sabe es lo que los demás murmullan distraÃdos, mientras retacean la información al espectador. ¿Qué pasó con ella? ¿Dónde está? ¿Volverá?
Por atropellar a un perro, distraÃda ante la gruta de ofrendas y rezos del camino, Lorena (SofÃa Gala) queda obligada a pasar varios dÃas entre esta gente. Ella, de paso y con otro mundo a cuestas, detiene su andar para entrar en contacto con la amabilidad, los secretos y las confidencias de este pueblito. Entre estos personajes hay dos que saben y ofician de custodio: uno es el veterinario, Julio (Daniel Aráoz), en quien descansan metafóricamente los sufrimientos de los animales que cuida, tan parecidos a la angustia que se narra; el otro es Felipe (Federico Luppi), quien tras el mostrador del bar atesora comidas que comparte mientras cumple el rol guardián de sus paredes descascaradas, alguna vez estandartes de lo que ya nadie nombra: una wiskerÃa.
¿Quién es (de paso) ese hombre insistente que aparece ante la mirada sufrida de Gonzalo, una y otra vez, gritando por el paradero de la madre? ¿Qué relación hay (en última instancia) entre los murmullos apagados de los lugareños y la historia de esa mamá de la que todos saben pero nadie dice?
Es entre ellos por donde deambula Gonzalo, como si fuese uno de esos muchos perros sin dueño, abandonados. Aferrado a una posibilidad que no promete demasiado y al cuidado de su abuela anciana, el niño distrae la ausencia de cariño sólo cuando juega. Pero allà está Lorena, la intrusa, la de afuera, la que preguntará lo que nadie quiere. Su despedida, está claro, depende del arreglo del automóvil. También es claro que la demora en su reparación correrá a la par de esa tarea tan necesaria que ella, nadie más, puede cumplir.
De esta manera, Lorena es la bisagra que renueva las preguntas y los sueños. Felipe y Julio tienen, cada uno, historias sin cerrar. Pero para que eso suceda deben reparar en lo que les rodea, y es allà donde aparece Gonzalo, con su cadencia tÃmida, sin levantar la voz, apenado en la mirada, mientras sufre su desconsuelo en secreto, sin pedir nada a nadie, preocupado por sobrevivir al dÃa. Lorena, por eso, hace ver lo que todos pueden pero de otra manera. Aun cuando ciertos secretos no puedan ser absolutamente develados.
Hay tanta tristeza en la cara del niño, pero también todo un porvenir que aguarda. Un gran interrogante que es de a poco descifrado. Que replica en todos los que dicen de modo callado, cómplices de una historia que tiene a Gonzalo como rehén pero, a la vez, como posibilidad de redención.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.