Cuenta Maximiliano Masuelli (coeditor con Ana Wandzik del sello local Iván Rosado, que ya lleva publicados 50 tÃtulos) que cuando le pidió dibujos a Silvia Lenardón para un libro, encontró algo asà como historietas inéditas con textos de la escritora Gloria Lenardón, madre de Silvia. Ambas llevaban años trabajando en colaboración pero no habÃan pensado en publicarlas. "Fue el azar", recuerda Silvia para Rosario/12. "En el pendrive habÃa archivos viejos de estas cosas".
"Estas cosas" son hoy un libro de narrativa gráfica: La Bohemia, de Gloria Lenardón y Silvia Lenardón, que se presentará el 6 de agosto en el Club Editorial RÃo Paraná (Corrientes y Catamarca) acompañado de una exposición de algunos de los dibujos originales y de una puesta de teatro de objetos a cargo de Silvia. Con tapa a color y 128 páginas en blanco y negro (donde lo que sale impreso como gris era originalmente rojo), el volumen contiene, según el anuncio de sus editores, "seis piezas para cuatro manos": La Capa (2001), Amor amoroso, amor de oso y amor delicioso (2005), La Bohemia (2007), Paraná en el rÃo (2007), Té (2008) y una más reciente, creada para el libro: Las hermanas (2015).
"Es una especie de juego, un divertimento ida y vuelta", resume Silvia. "En el '99, 2000 empezamos. Yo preparaba un dibujo y le decÃa 'mamá, si se te ocurre algún texto para este dibujo...', ella me daba el breve texto y yo lo continuaba. Era como un ping pong. Fue un juego. Me gusta trabajar con mi vieja, hay una conexión disparatada", dice.
"Hay una empatÃa de puntos de vista entre Silvia y yo --confirma Gloria--. La presencia de lo ridÃculo era lo que dominaba la situación; lo ridÃculo es algo que nos atrae o que nos divierte y es una forma casi inevitable para nosotras de expresar algo. Y viene de ciertas lecturas. El libro que me abrió la cabeza fue Alicia en el PaÃs de las Maravillas. En mi niñez leà versiones y después encontré en el texto original de Lewis Carroll todo ese asunto de lo ridÃculo: él que vivÃa en un mundo de reyes inventaba esos reyes de cartón... el ridÃculo es un recurso, hay algo que sucede; si no, serÃa completamente estúpido".
Bajo la apariencia de una ingenuidad infantil, en cada cuadrito subyacen una rigurosa composición en equilibrio dinámico, una sÃntesis extrema y una construcción de la figura basada en formas puras. Son rasgos del modernismo del siglo veinte, realzados por "una paleta constructivista": blanco, negro y rojo. En la página 107, Silvia señala una cita de Las bañistas de Picasso que está mediada por la versión que hizo Lichtenstein (artista pop estadounidense) de aquel cuadro. La obra más reciente, Las hermanas, deforma las figuras al modo del posmodernista Philip Guston. El concepto de versión en las artes plásticas anima el taller que Silvia Lenardón conduce con Pauline Fondevila, Un triángulo y una calavera (y que el sábado 23 se abrirá a todo público en el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario).
Como en toda su obra, el lenguaje visual de Silvia abunda en guiños al modernismo local. Al mismo tiempo tiene en cada trazo su estilo, una signatura reconocible. Las referencias más obvias aluden a los perÃodos de los años '60 y los años '80 de su maestro Juan Grela.
"Quienes conocen el patrimonio local disfrutarán de las citas", dice Silvia y nombra a Augusto Schiavoni, que ingresa como influencia a través de una elaboración muy personal de sus retratos. "Es medio inconsciente, lo tengo incorporado. Los retratos de Schiavoni siempre me fascinaron por eso ambiguo entre el hombre y la mujer", reflexiona.
"El lugar común", en todo sentido, es de lo que tratan los textos de Gloria Lenardón que dialogan con los dibujos de su hija. Al igual que en sus novelas (como La reina mora o Shopping), Gloria no sólo desarticula las frases hechas a través de la ambigüedad y la caÃda en la "tentación permanente" de jugar con el doble sentido, sino que "la idea que hay detrás de todos esos personajes es la de la reunión". Ya nombre la dislocación formal que impulsa el disparate, o el punto de encuentro donde forman comunidad unos seres muy diversos, el lugar común da estructura al fluir de una fantasÃa echada a volar.
En La Capa, la primera y más extensa de las narraciones gráficas del libro, las exclamaciones coloquiales ("¡Qué perro!") en "fricción" con un léxico literario ("querubines") arman la deriva de un texto que se fue creando a la par de su interfase gráfica a lo largo de casi dos años. En aquellos dibujos iniciales de Silvia, según cuenta Gloria, habÃa "personajes que podÃan formar parte de una historia. AparecÃa un personaje, nos inquietaba un poco y de ahà salÃa otro", recuerda.
La imaginación y la poesÃa reinan también en las otras obras. AsÃ, unos osos de peluche celebran el amor, una calle se transforma en un rÃo donde los autos son peces, una muñeca japonesa preside el ritual del té, o dos hermanas representan la fraternidad y la danza en libertad de todas las mujeres. En la que da tÃtulo al libro, La Bohemia es un pueblo cuyos habitantes (los bohemios) son visitados por la boa Bo y la ameba Ba; un libro, como anuncia Masuelli, para lectores sin edad.
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