El naturismo comienza, como movimiento social, a principios del siglo XX en Alemania, influenciado por la publicidad de dos libros: Die Nacktheit (La desnudez) y Nacktkultur (Cultura de la desnudez). El primero proponÃa una forma de vida utópica vegetariana basada en la vida natural donde la gente no necesitaba ni ropa ni carne, alcohol o tabaco. El segundo se centraba más en la práctica de ejercicios gimnásticos al aire libre, igualmente desvestidos.
Dreuty se sintió abrazado por la humedad, capturado en un cÃrculo de agua que le tendÃa un mes de mayo más cálido de lo acostumbrado. Se secó la frente con papel higiénico y escupió, bien lejos de la cama, tratando de no pegarle al perro, que todavÃa dormÃa, estirado como una bufanda mojada, cerca de la puerta. El Panza sintió el vaho que penetraba por la ventana apenas abierta y no pudo menos que pensar en Macondo y en el cambio climático. Pasó después a detenerse visualmente en el vello que le cubrÃa el pecho y a enrular algunos grupos de éstos simulando olas. El mar era para Dreuty vacaciones familiares en San Clemente. TodavÃa quedan algunas fotos perdidas en los cajones. Hay una donde se puede ver al panza con una tabla celeste de telgopor en primer plano con una malla rayada blanca y roja, atrás bajo una sombrilla floreada totalmente desnudo a su padre que aferra una lata de cerveza y sonrÃe a cámara, por suerte para el espectador, levemente fuera de foco. Esta es la última imagen que conserva Dreuty de su padre, aquél camionero ausente, que en las últimas vaciones del Tuyu agarró la poca ropa que llevaba y arrancó para no volver. Algunos argentinos que anduvieron por España dicen que lo vieron en unas playas nudistas cerca de Ibiza, atendiendo un bar, y se traen como recuerdo de aquel encuentro la imagen de un mozo cubierto solo de unas largas rastas y una bandeja y algunas palabras que parecÃan memorizadas de un panfleto: "el nudismo es una señal de libertad porque no tiene sentido demonizar ninguna parte del cuerpo. Y, ya afectado por el habla local, continuaba "si no te pones un bañador o un biquini para ir a la ducha ¿por qué ponértelo aquÃ?". Más allá de esto a Dreuty la foto lo trata como lo tratarÃa un gas lacrimógeno. Es inevitable que cada vez que por casualidad vuelve al cajón de la mesita del living y se topa con esa imagen se desestabilice por completo. Puede venir de ganar un partido de truco, juntar moras o de andar en bicicleta sin manos, con esa alegrÃa sana de niño manso, pero al caer en el cajón cae también Dreuty, se dobla sobre aquellos recuerdos como una birome sobre un alambre un mediodÃa de enero.
En San Clemente paraban en la casa de Tito, un pelado jovial, fanático de los autos de carrera, que trabajaba en un corralón. Tito habÃa conocido al padre de Dreuty porque eran del mismo gremio. HabÃan arrancado juntos en el reparto pero más tarde Amilcar Dreuty prefirió el viento en la cara, los amaneceres en la ruta, el codo incendiado, los pueblos frágiles, perdidos y amables, el asado al paso y los burdeles, a la seguridad del mapa trazado en la zona de Avellaneda y TravesÃa.
La casa no estaba cerca del mar, era más bien pequeña, ahora le llaman loft, antes casilla. Tiraban unas colchonetas en el piso para Dreuty y sus hermanos, mientras que los padres dormÃan en una camita de una plaza apretada contra la pared. Ya no era como otros veranos que por las noches escuchaban el gemido de las maderas cortando el silencio de la costa. El fantasma de la crisis de pareja escupÃa su humo negro en esa ansiada vacación. Amilcar Dreuty habÃa comenzado su transformación, leÃa libros raros, en algunos en la tapa se veÃan personas con túnicas. Esas últimas vacaciones se lo pudo ver frente al mar, siempre desnudo, en canastita, con los ojos cerrados, profiriendo palabras a los cielos abrazadores que cubren la sal del tiempo en el paraÃso del Santo. Amilcar que antes era grosero y peleador se habÃa vestido con un manto de reserva, circunspección y cautela, que ya sonaban a ocultación. Dreuty lo retaba a partidos de paleta en la orilla. En veranos anteriores solÃan pasar más de tres horas practicando aquél deporte. Por la noche la madre del Panza los retaba como a dos niños porque parecÃa que de tan rojos iban a explotar. Sin embargo la paleta habÃa dejado de ser también del interés de Amilcar. Dreuty sintió que su padre se estaba secando, esperaba todo el año para compartir más de dos dÃas seguidos con su padre y tenÃa como respuesta ahora, cada vez que lo buscaba, una mirada vacÃa y mustia, que hasta le provocaba miedo. Por otra parte, el hecho de que anduviera desnudo empezó a molestar a ciertas personas y a vecinos de la casilla. Es por los chicos, decÃan.
Una mañana, faltaban todavÃa tres dÃas para cumplir la quincena, al volver del mar, después de una larga jornada en las dunas, exhaustos, descubieron que el camión ya no estaba, ya no la sirenita saludando desde el vidrio o la frase en el paragolpe que rezara: "visteme despacio que voy de prisa". Encontraron sobre la mesa de la cocina una carta con escuetos motivos de la fuga. Con lágrimas en los ojos la madre de Dreuty se aferró a una botella de grapa que no soltó nunca más.
Dreuty deja de jugar con el vello que le cubre el pecho, desarma las olas que traÃan los vientos del pasado. Desteje sin prisa esos recuerdos cuando escucha que alguien aprieta el botón del baño. Recuerda al instante que anoche durmió con Martita, la hija del almacenero. Mayo escupe una humedad brava. Martita sale del baño como dios la trajo al mundo, mostrándole a Dreuty porque es la hija del almacenero, despreocupada y bella. Al verla el Panza no puede menos que recordar a su padre corriendo hacia el mar en bolas aquel verano en San Clemente, cuando toda la playa mostró a viva voz su indignación, que ahora Dreuty, entiende, fue incomprensión desmedida.
Es la imagen de Martita ladeándose en el pasillo, descarada e impúdica, la que le enseña a mirar aquella foto de Amilcar fuera de foco de otra manera. A hacer las paces con la figura del camionero y naturista Amilcar Dreuty, su padre.
Qué preferÃs: ¿El dÃa o la noche? ¿el verde o el rojo? ¡Descubrà quién sos realmente!
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