A Sabina. En memoria de Ernesto.
Atopia, noche del martes 4
Afuera llueve. Esto quiere decir que hay una casa. Afuera, donde llueve, quedó el semillero que preferà no rescatar. No sé por qué esta lluvia me desvela. No es por el semillero que podrÃa subir a librar de las garras del agua. Afuera llueve como el llanto de todo un pueblo.
Atopia, miércoles 5, mediodÃa
Afuera llueve. Esto quiere decir que sigue lloviendo. Llovió toda la noche y toda la mañana: un exceso brutal de agua, un aguacero.
Atopia, noche del miércoles 5
No sé por qué este silencio sin lluvia me desvela. Afuera están bailando en la casa embrujada. No iré a verlos bailar. Pienso en alguien que amé, muerto joven hace años, a quien nunca lloré. Es como si me alcanzara al fin una tristeza que me viene persiguiendo desde el fondo de los tiempos. Corriendo desde el fondo de la vida viene una tristeza. Tampoco lloro ahora. Le dejo ese trabajo sucio a la lluvia, que amenaza con atacar de nuevo la planta de tomates que pude salvar.
Atopia, noche del jueves 6
Qué tristeza extraña. Parece cansancio. Afuera me esperan con una cena pero no voy. Aviso: llamada perdida, seguro entenderán. Salgo a cerrar y encuentro una postal puesta en la puerta. Por un momento vuelvo a otra época, pero la firma en la postal me trae al presente. La postal viene de Francia, del mundo. Me alegra. No la leo todavÃa. No voy a buscar los anteojos ahora. Qué cansancio extraño. Me preocupa que mi gato haya salido. Lo llamo. Entra a casa. Nos echamos a dormir. No me duermo. En la oscuridad, oigo un ruidito. Tengo un mensaje desde la casa embrujada: "Estamos en la casona". "Me quedo en casita". Me duermo. Sueño un sueño donde hay mucha gente en un lugar. Algo de mà vuelve al pasado, a una niñez tardÃa donde reÃamos: amigos, hermanos.
Atopia, viernes 7, media mañana
Oigo un ruidito. Tardo en mirar el teléfono. Tengo un mensaje que me avisa de una muerte. Anoche murió un amigo, casi un hermano en una niñez tardÃa donde reÃamos. "Cuando dos sabios se encuentran, ellos rÃen y rÃen. El otoño, las muchas hojas caÃdas". Mi amigo se parecÃa a ese poema. Fue a la Patagonia, fue bombero forestal, me trajo una ramita de árbol petrificado que conservo en un bric à brac.
Fue traductor. Le gustaba pronunciar la palabra "positrones". Me prestó la mejor novela de Raymond Chandler, esa donde al final Philip Marlowe dice: "Hasta siempre, amigo. No te digo adiós. Lo dije cuando tenÃa algún sentido. Lo dije cuando era triste, solitario y final".
Mi amigo creÃa en Rayuela, creÃa en la magia del azar, y todos le creÃamos. Todos menos ella a quien llamo. Mi amigo venÃa siempre con la lluvia. Y la de la otra noche fue su última lluvia. A lo mejor por eso duró tanto: era la lluvia que venÃa a despedirse. Pienso esto y llueve. Subo a entrar el tomate, el romero y la frutilla. PodrÃa ser peor, al menos llueve. Es la lluvia que viene de nuevo a despedirse. Y Vallejo: "Me moriré en ParÃs con aguacero. Jueves será". Pero para.
Atopia, viernes 7, mediodÃa
Vine a despedirme. Ahora es el momento en que me entero de su segundo nombre. No es un sueño. Parece un sueño donde hay mucha gente distinta en un mismo lugar. Algo de mà vuelve al pasado, a una niñez tardÃa donde lloramos. Ella, que llegó antes, oyó cómo le cantaban.
Al fin me animé a entrar y lo miré. ¿Dónde estaban sus pies? Estaban amortajados, invisibles. Vi cómo una chica le pedÃa llorando que siguiera ayudándola. Vi su cara de muerto cansado y me lo imaginé riendo. Me lo imaginé diciendo: "¡noooo!". Dejalo descansar, pensé.
Y entre todos lo reconstruimos. Cada uno trajo un pedacito de memoria, una ramita de árbol petrificado del recuerdo. "Le decÃamos Armani, porque te armaba la vida". "Estaba por dar un curso de biodanza para docentes universitarios". "Dio una conferencia sobre cuentos sufÃes". "Viajó a TurquÃa para rezar en turco" (esa parte yo no la sabÃa). "Nos encontrábamos siempre de casualidad". "Nos hizo leer a Philip Dick, a Gurdjieff, a David Leavitt". "Siempre venÃa con la lluvia; llovÃa cuando murió Cortázar". "Era un gran creyente". "CreÃa en Rayuela; creÃa en la magia del azar, como los surrealistas". (Nadie dijo que escribÃa, yo tampoco; me pregunto dónde estará eso. Nadie dijo que era fanático de Newell's: fue otra de sus religiones).
Nos dimos cuenta de que habÃa sido una deidad menor, viviendo entre nosotros. Sospecho que eso lo mató. Ser una deidad menor entre nosotros, que venÃa con la lluvia y te armaba la vida, a lo mejor fue eso lo que en aquella noche triste de anteayer le rompió el corazón.
Atopia, viernes 7, cinco de la tarde
Hay sol. Saco el tomate y la frutilla. Mañana saco el romero.
La postal dice: "La vieja Marseille. En un rincón, una mujer singular. Por lo que aún nos lleva hacia delante. Desde la pequeña casa donde estoy, celeste y amarilla. Desde aquà adentro van mis palabras hacia vos y en ellas mando todo el amor que es posible".
Atopia, viernes 7, seis de la tarde
La magia sigue, amigos. La vida va pasando. La magia sigue.
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