Una de las inhibiciones frecuentes de un paciente obsesivo se afirmaba en los rodeos que le implicaban los diversos trámites que debÃa realizar. En este punto, podrÃa decirse que se trata de un rasgo paradigmático: es habitual que la queja respecto de "tener que" realizar un trámite se generalice y lleve a todo tipo de postergaciones y fastidios.
La otra cara de esta inhibición es un particular cansancio que, por ejemplo, hace que algunas personas terminen la semana agotadas después de haber hecho apenas dos o tres diligencias administrativas. Todo esto por no mencionar la inmensa satisfacción que algunos declaran después de haber atravesado un despacho trivial. Las fantasÃas con que son concebidos los organismos públicos y sus empleados dan muestra de esta cuestión.
En el caso del paciente mencionado, esta inhibición se expresaba en una demora sutil. Ya en otras ocasiones habÃa comentado las dificultades que le ocasionaba el pasaje de un tiempo vivido como propio a un tiempo compartido o social. Por ejemplo, si partÃa de vacaciones debÃa regresar con uno o dos dÃas de anticipación para "prepararse" antes de retomar sus actividades cotidianas. Incluso contaba con la posibilidad de tomarse el dÃa en el trabajo, "por si" llegara a necesitar un dÃa más. Consultado al respecto, respondió con una sonrisa: sin embargo, nunca habÃa faltado. En efecto, y esa fue mi interpretación, antes que "un dÃa" lo que pedÃa era "una posibilidad". Asà fue que recordó cómo al jugar a las cartas, de niño, siempre guardaba el comodÃn (que no usaba). Con la expresión "por las dudas" podrÃa ser resumido el carácter sintomático de ese tiempo en el que se indeterminaba como sujeto sufriente. Un tiempo retenido.
Ahora bien, aislada esta posición subjetiva, volvamos a la inhibición mencionada. La "demora sutil" que mencionamos se ponÃa en juego a partir del momento en que se enteraba de un trámite que lo concernÃa. ¡Cuánto más fácil era si le notificaban que debÃa hacerlo tal dÃa y no otro! Por ejemplo, en el caso de un examen la opción era excluyente: ese dÃa o nunca. "Ahà la acción te elige a vos, pero es distinto cuando uno [ese uno en que suele refugiarse el obsesivo] tiene que elegir la acción", afirmó con la justeza propia del clÃnico. Nada más dramático para este muchacho que encontrarse en la situación de tener que decidir qué dÃa hacer el trámite. A partir del momento en que se enteraba que podÃa actuar, se instalaba en una posición atormentada concedida al superyó: "Tengo que...".
De este modo, durante dÃas vivÃa con el recordatorio permanente de lo que tenÃa que hacer. Sólo que, por supuesto, no lo hacÃa. Embarazo de un pensamiento abocado a rumiar sin consecuencias. Por esta vÃa se advierte cómo el goce moral recubre la división subjetiva en la neurosis obsesiva. La inhibición encuentra en este solapamiento su fibra Ãntima.
*Doctor en FilosofÃa y magÃster en Psicoanálisis, UBA. Docente e investigador. Libros: "Celos y envidia. Dos pasiones del ser hablante" y "La verdad del amo".
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