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Jueves, 3 de marzo de 2016

PSICOLOGíA › LA INHIBICIóN COMO RASGO DE LOS PACIENTES OBSESIVOS

El goce moral de aplazar las obligaciones

 Por Luciano Lutereau*

Una de las inhibiciones frecuentes de un paciente obsesivo se afirmaba en los rodeos que le implicaban los diversos trámites que debía realizar. En este punto, podría decirse que se trata de un rasgo paradigmático: es habitual que la queja respecto de "tener que" realizar un trámite se generalice y lleve a todo tipo de postergaciones y fastidios.

La otra cara de esta inhibición es un particular cansancio que, por ejemplo, hace que algunas personas terminen la semana agotadas después de haber hecho apenas dos o tres diligencias administrativas. Todo esto por no mencionar la inmensa satisfacción que algunos declaran después de haber atravesado un despacho trivial. Las fantasías con que son concebidos los organismos públicos y sus empleados dan muestra de esta cuestión.

En el caso del paciente mencionado, esta inhibición se expresaba en una demora sutil. Ya en otras ocasiones había comentado las dificultades que le ocasionaba el pasaje de un tiempo vivido como propio a un tiempo compartido o social. Por ejemplo, si partía de vacaciones debía regresar con uno o dos días de anticipación para "prepararse" antes de retomar sus actividades cotidianas. Incluso contaba con la posibilidad de tomarse el día en el trabajo, "por si" llegara a necesitar un día más. Consultado al respecto, respondió con una sonrisa: sin embargo, nunca había faltado. En efecto, y esa fue mi interpretación, antes que "un día" lo que pedía era "una posibilidad". Así fue que recordó cómo al jugar a las cartas, de niño, siempre guardaba el comodín (que no usaba). Con la expresión "por las dudas" podría ser resumido el carácter sintomático de ese tiempo en el que se indeterminaba como sujeto sufriente. Un tiempo retenido.

Ahora bien, aislada esta posición subjetiva, volvamos a la inhibición mencionada. La "demora sutil" que mencionamos se ponía en juego a partir del momento en que se enteraba de un trámite que lo concernía. ¡Cuánto más fácil era si le notificaban que debía hacerlo tal día y no otro! Por ejemplo, en el caso de un examen la opción era excluyente: ese día o nunca. "Ahí la acción te elige a vos, pero es distinto cuando uno [ese uno en que suele refugiarse el obsesivo] tiene que elegir la acción", afirmó con la justeza propia del clínico. Nada más dramático para este muchacho que encontrarse en la situación de tener que decidir qué día hacer el trámite. A partir del momento en que se enteraba que podía actuar, se instalaba en una posición atormentada concedida al superyó: "Tengo que...".

De este modo, durante días vivía con el recordatorio permanente de lo que tenía que hacer. Sólo que, por supuesto, no lo hacía. Embarazo de un pensamiento abocado a rumiar sin consecuencias. Por esta vía se advierte cómo el goce moral recubre la división subjetiva en la neurosis obsesiva. La inhibición encuentra en este solapamiento su fibra íntima.

*Doctor en Filosofía y magíster en Psicoanálisis, UBA. Docente e investigador. Libros: "Celos y envidia. Dos pasiones del ser hablante" y "La verdad del amo".

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