El 12 de marzo pasado, en esta misma columna, se reflexionaba sobre la polÃtica local bajo el tÃtulo "Hasta la mayorÃa tiene necesidades". Casi un mes después, el tÃtulo cobra todo el sentido a raÃz de lo que ha pasado esta semana en el Concejo Municipal. Es decir, la alianza inesperada, estratégica y coyuntural con quien fue el más notorio de los enemigos del socialismo en los últimos años: el edil radical Jorge Boasso. La necesidad de éste de desplazar del centro de la escena a otra radical, Daniela León, más la convicción de la mayorÃa oficialista en el Concejo de no recurrir permanentemente al doble voto de su presidente Miguel Zamarini para desempatar las votaciones, operaron el milagro.
La rara alquimia dio como resultado un aumento del boleto del transporte urbano, mucho menos traumático de lo que parecÃa iba a ser en el recinto. No hay que olvidar que el propio intendente Miguel Lifschitz habÃa solicitado la cesión de las facultades del cuerpo para evitar, por un lado, que los concejales temieran pagar el costo polÃtico del incremento y por lo tanto prolongaran el conflicto en el servicio. Y, por el otro, para asegurarse de que el trámite se cumplirÃa rápidamente. No era una locura: Los últimos dos aumentos de la tarifa de los colectivos lo habÃan otorgado los intendentes Héctor Cavallero, primero, y Hermes Binner después, aunque con la diferencia de que no necesitaron reclamar la cesión de facultades, sino que fue el propio Concejo quien se apuró a cederlas.
Los sorpresivos socios tenÃan para ganar y asà resultó. Para el oficialismo, a partir de esta instancia, se abre un nuevo escenario en el Concejo, el escenario de las alianzas ocasionales. Fueron los concejales del ARI en el aumento de la Tasa General de Inmuebles y ahora el radicalismo "rebelde" para el incremento del boleto. Los amagues de Daniela León (en realidad de su esposo el diputado provincial Juan Carlos Millet), la dejaron a contramano y tendrá que renovar sus lazos con el oficialismo que, en este tema, habÃa hecho muchos esfuerzos para contar con su apoyo irrestricto. En rigor, y tal como se publicó en esta columna, el Ejecutivo esperó que pasen las internas radicales del 26 de marzo para plantear el tema del boleto y no comprometer a León. Pero cuando pasaron esas elecciones, la concejala fue la primera en decir que habÃa recibido "instrucciones" de su partido de no ceder las facultades para que Lifschitz terminara siendo el impulsor de la modificación tarifaria.
La determinación, si bien se basaba en el argumento de no debilitar al Concejo institucionalmente al ceder la que debe ser una de sus decisiones más importantes, escondÃa también la sobrevaloración de la concejala León moviéndose como aliada exclusiva del socialismo en los pasillos de la polÃtica local.
Boasso salió a cortarle el camino con un sentido más que práctico. "Si seguimos tirando piedras desde afuera, vamos a dejar de existir. Tenemos que recobrar protagonismo desde la oposición y de paso cortarle las alas a esta chica que cree que es imprescindible para el funcionamiento del socialismo en el Concejo", confesó a este cronista un colaborador cercano de Boasso. Y el objetivo se cumplió: León terminó votando el aumento (esto nunca estuvo en duda) a regañadientes y enojada por los casilleros que la habÃan hecho retroceder.
Boasso, a pesar de tener que desandar un largo camino de agravios prolijamente construido en las últimas internas con los socialistas; no pagó un costo polÃtico tan alto como el que sà tuvieron que oblar Nire Roldán y Carlos Comi desde el ARI, cuando abrieron la puerta para el aumento de la Tasa Municipal. El incremento del boleto era algo que se esperaba y son -en definitiva, 20 centavos-. La TGI en cambio, fue un mazazo del que gran parte de la ciudadanÃa aún no se repone y cuyo daño estructural hacia la consideración de la gestión municipal, aún no ha sido debidamente mensurado. Encima el ARI se equivocó feo en el debate por el costo del boleto, proponiendo que la provincia dejara de cobrar Ingresos Brutos al sistema, cuando en rigor la incidencia de este tributo en la estructura de costos es muy baja, mucho menor a lo que Comi habÃa calculado.
El peronismo por su lado, estiró la cuerda hasta que pudo. Hizo polÃtica con la oposición al aumento de boleto hasta el lÃmite, pero no estuvo dispuesto a pagar las consecuencias sobre una posible y peligrosa prórroga en el conflicto del transporte, a partir de los paros de los choferes. Asà que dió quórum y permitió que el aumento se destrabe aún sin su consentimiento.
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