AlegrÃa multiplicada en las calles, en las sonrisas. En las bocinas de los autos, en los colectivos repletos, con chicos que se colgaban de las ventanillas. Y muchas chicas con la bandera pintada en la cara. Puros cantos y emociones. El coche 124 de la lÃnea 112 se tambaleaba al ritmo de los saltos. "El que no salta es un inglés", gritan los hinchas que todavÃa, pasadas las 21, seguÃan viajando por calle San Lorenzo hacia el Monumento desde los arrabales de una ciudad que pareció volcarse a la vera del rÃo, en el lugar donde Manuel Belgrano ideó la albiceleste repetida ayer en cientos de miles: vinchas, gorros, banderas, camisetas, en las caras, en corazones pintados en los cachetes de las chicas del centro y en la camiseta raÃda de la nena que vino del barrio Saladillo, con sus muletas, y se refugió detrás del puesto de choripanes para evitar los empujones. Puras sonrisas en las caras.
Un rato largo después de los festejos, empezó la rima más apropiada para la final del domingo: "Hay que saltar, hay que saltar, el que no salta, es alemán". El festejo en Rosario tuvo un sabor especial: tres de los cuatro penales que llevaron a la selección a la Final del Mundo los hicieron jugadores surgidos de Newell's: Leonel Messi, Ezequiel Garay y Maxi RodrÃguez. Los canallas aportaron lo suyo con Angel Di Maria (ausente ayer por lesión) y Ezequiel Lavezzi. Javier Mascherano, de acá nomás, de San Lorenzo, fue una especie de héroe de los 120 minutos.
Camisetas con el 7 de Di MarÃa y con el 10 de Messi se repetÃan por cientos. Los leprosos festejaban el gol de Maxi RodrÃguez, el último penal que habilitó el festejo; llovÃan los elogios para Mascherano "el mejor de la cancha". Pero claro, la alegrÃa no era sólo rosarina. Nadie olvidaba que Romero fue el hombre del partido: "En sus manos quedó nuestro pase a la final", dijo una de las tantas jóvenes que apenas se supo el resultado salieron a sumarse a los festejos. Apenas terminaron los penales, Wheelwright pasó del desierto a la avalancha de autos con banderas y bocinas. Entre tantas y tantas, un Ford rural con la luneta trasera rota llevaba su redoblante en el techo. Adentro parecÃa haber una multitud, y salÃan manos con banderas.
Los hinchas no querÃan saber mucho de hablar, mejor cantar, gritar y desahogarse en ese lugar que cada vez estaba más repleto. Jacquelina, de 29 años, llegó desde Saladillo. HabÃa ido después del partido con Bélgica, pero anoche la gente desbordó. Desde calle Córdoba llegaban en grupos, el patio cÃvico estaba repleto. Entre las estatuas de Lola Mora, en el pasaje Juramento, se veÃan flamear las banderas de los que seguÃan llegando, pero también de los que se iban. Unos cuantos se animaron a subirse a la Nave, mientras no cabÃa un alfiler en la avenida Belgrano.
"Volveremo, volveremo, volveremo otra vez, volveremo a ser campeones, como en el 86", cantaban a cada rato las gargantas hermanadas del centro, de TÃo Rolo, de toda la ciudad. Miraban para arriba los fuegos artificiales, y alguna que otra hincha se corrÃa horrorizada por las bombas de estruendo. Cada uno festejaba a su manera en la multitud. "Chupate esta mandarina, naranja mecánica", gritaba exaltado Brian, de 23 años, con su camiseta de Newell's.
Ramón, de 37, venido de Tablada con toda la familia, se animó con que "será difÃcil pero no imposible" ganar el domingo, y contó su propia anécdota: "Mascherano es clase 84, empezó en Renato Cesarini. Mi hermano era del 85, pero no pudo irse por la situación económica de mi familia. Mascherano era bueno en River, pero cuando llegó al Barcelona la empezó a romper. Hoy fue el mejor de la cancha". En su garganta, la ilusión se habÃa hecho un nudo durante el partido. A su lado, Antonella reconocÃa que no fue fácil el partido. "Me lloré todo", decÃa.
Nicolás, de 18, se compró un chori a 25 pesos. "Estuvimos nerviosos, con amigos, llorando. Cuando terminó estaba tildado", contó sobre el partido. El pálpito, para todos, era más que nada una expresión de deseos: "Argentina campeón".
"Qué linda locura", decÃa uno de los tantos que caminaba sin nada más que hacer que cantar por la avenida Belgrano, donde cada vez era más difÃcil desplazarse. "Miré el partido completamente evadido por los nervios", dijo Facundo, de 21, mientras su novia, Valeria, de 26, se animó a más: "Fue muy orgásmico todo". "Yo le expliqué que en los penales se hace con paciencia, que no hay que apurarse, porque duele", se reÃa del doble sentido. "Quiero un porrón", gritaba otro por ahÃ. En una esquina, siete amigos ponÃan Fernet en una botella de Coca Cola.
Sobre Juan Manuel de Rosas, casi Córdoba, un Ford Escort azul tenÃa las cinco puertas abiertas. Sonaban Los Palmeras y mucha gente se acercó a bailar. Venidos desde Totoras, Claudio, el dueño y Marcelo (Pipo), el amigo, miraron el partido en la pantalla de la Terminal y después armaron el bailongo. La fiesta era completa.
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