En 1954, bajo el seudónimo Onir Asor (rosarino al revés), Angel Guido publicó una dramática novela titulada La ciudad del puerto petrificado. Dedicada "A Rosario, en ocasión de su Centenario de Declaración de Ciudad", se trata de un largo lamento por el rumbo que habÃa tomado una ciudad chata e inhóspita, tan ancha como vulgar, donde nada parecÃa poder afincarse, luego de haber perdido su alma con el gradual desmantelamiento del puerto, cuya decadencia habÃa comenzado con el estallido de la Segunda Guerra y se habÃa acentuado luego de su nacionalización, en 1942.
La falta de dragado y la fijación de tarifas uniformes a nivel nacional, de acuerdo a los altos costos operativos del puerto de Buenos Aires, anularon sus ventajas comparativas. El relegamiento a un segundo plano de la actividad agrÃcola por parte de las polÃticas públicas que concentraron las inversiones en las industrias de sustitución de importaciones establecidas en el cordón urbano industrial que se extendÃa a lo largo de la franja costera entre San Nicolás y Puerto San MartÃn, redujeron el movimiento portuario de la ciudad prácticamente a un estado vegetativo. Esta situación era reconocida, aceptada y hasta alentada por el llamado Plan Rosario que venÃa a sustituir las previsiones del Plan Regulador del mismo Guido que destacaba el rÃo, la costa y el puerto como ejes rectores del desarrollo ulterior de la ciudad.
PodrÃa decirse que la distopÃa de Guido resultó, en buena medida, premonitoria. Reducida a un simple y secundario centro financiero y comercial, Rosario languideció, creando un clima propicio para que la especulación inmobiliaria se convirtiera en centro de los afanes locales, y el área central más próxima a la ribera fue la elegida para esta búsqueda inescrupulosa de renta urbana. La ciudad misma devino mercancÃa.
*Fragmento. Libro Ciudad de Rosario, Museo de la Ciudad, EMR, Rosario, 2010, páginas 172 y 173.
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