Hace cuatro o cinco mil a帽os, en el Egipto antiguo, los escribas y los faraones 鈥搎ue caminaban de perfil, walk like an egyptian鈥 lo hac铆an con sandalias de papiro. Papiro: la misma planta con la que se hac铆an los rollos que conformaban los libros de la 茅poca. Mucho tiempo despu茅s, en otro rinc贸n del mundo, las mujeres chinas de las clases pudientes apenas si pod铆an caminar, porque sus pies eran triangulares. Como sus zapatos: delicadas piezas bordadas鈥 y triangulares. Pero las extravagancias al ras del piso no son cosa del pasado remoto: en los a帽os 鈥50, Charles Jourdan y Roger Vivier afinaron y subieron tanto el taco que termin贸 teniendo la forma de una aguja鈥 un talon-aiguille, como se dice en franc茅s, los imperecederos tacos aguja.
Estos modelos y much铆simos m谩s se pueden ver en el Museo Internacional del Zapato de Romans, el m谩s grande en su tipo en todo el mundo. 驴D贸nde si no descubrir una colecci贸n incre铆ble que se remonta hasta el tiempo de los faraones y hace desfilar los siglos desde la perspectiva de las suelas, los tacos o los cordones?
AGUA Y TANINO Romans-sur-Is猫re es una ciudad m谩s bien chica, entre el R贸dano y los Alpes, donde las monta帽as todav铆a no se decidieron a serlo del todo. Es una regi贸n de colinas, cubiertas de bosques y surcadas por r铆os y arroyos. Durante la Edad Media, para un curtidor no hac铆a falta nada m谩s: el agua, la madera y su tanino eran todo lo que necesitaban las curtiembres. Y as铆, durante siglos, Romans produjo cueros y pieles, hasta que su fama traspas贸 los l铆mites de esta regi贸n enclavada en el este de Francia para llegar hasta Lyon y las costas del Mediterr谩neo. Y m谩s tarde a Par铆s y Mil谩n. Hace todav铆a un siglo la ciudad viv铆a principalmente del trabajo de las pieles y los cueros, mientras hoy quedan apenas un par de empresas. Pero su producci贸n se destina casi exclusivamente a las casas de alta costura y dise帽o de las dos capitales de la moda: Dior, Gucci, Vuitton, Cartier o Herm猫s.
Si no fuera por el museo, tampoco quedar铆a rastro hoy de lo que fue sin embargo el orgullo de Romans durante un siglo: la fabricaci贸n de zapatos de lujo. Sus vecinos m谩s viejos, que llegaron a trabajar en los talleres de anta帽o, se acuerdan del tiempo en que la ciudad era el principal productor de zapatos de Francia y sus marcas se exportaban a todo el mundo. Pero afortunadamente est谩 el museo, que no s贸lo rescata ese pasado sino que ha adquirido en pocos a帽os la m谩s fabulosa colecci贸n del planeta, el mejor homenaje posible a este oficio que roza la categor铆a de arte. Gracias a 茅l, desde 1971 Romans mantiene su rango de capital del zapato: y adem谩s su museo fue instalado en el marco magn铆fico de un convento del siglo XVII, que se parece m谩s a un palacio que a un edificio religioso.
Se llega f谩cilmente, siguiendo los carteles desde cualquiera de las entradas a la ciudad. Es por lejos el mayor atractivo y la principal raz贸n para desviarse de la m铆tica Ruta 7, que bordea el R贸dano y baja de Par铆s al Mediterr谩neo. Aunque en realidad no es la 煤nica: no muy lejos est谩 el pueblito de Hauterives, donde un cartero llamado Cheval construy贸 piedra sobre piedra su ins贸lito palacio, hoy d铆a considerado como la obra maestra del llamado Arte Bruto.
El centro de Romans est谩 ocupado por una ancha avenida, donde se estaciona y tambi茅n se organizan ferias y mercados al aire libre. En uno de sus extremos est谩 el cruce peatonal que hay que usar para llegar hasta el majestuoso port贸n del convento. Al fondo de una inmensa explanada se abre la puerta de entrada a la visita m谩s incre铆ble que se pueda hacer en torno a un objeto aparentemente tan banal como el zapato, por lo menos para quienes no le rinden un culto a la moda o a Charles Jourdan, uno de los mayores zapateros de todos los tiempos, e hijo del lugar.
LA PANTUFLA DE NAPOLE贸N Sea a trav茅s de su historia, de los creadores recientes, de piezas para coleccionistas o de la manera de fabricarlo, las puertas de las salas abren sorpresa tras sorpresa. Antes de llegar a la sandalia egipcia de hace 4000 a帽os o m谩s, se pasa por la r茅plica de un taller tal como los hab铆a en Romans hace un siglo. En ciertas ocasiones, algunos artesanos trabajan sobre las viejas m谩quinas y fabrican manualmente algunos pares de zapatos delante de los afortunados visitantes. El resto del a帽o, el taller est谩 tal como lo dejaron, con los cueros y las hormas sobre las mesadas.
Las o los fashionistas pasan por lo general r谩pidamente por las primeras salas: cuadros de arte aleg贸ricos, junto a antiguas herramientas y mostradores. Su objetivo est谩 en las 煤ltimas, al final del recorrido bajo las ojivas neog贸ticas del antiguo convento. Pero antes, seguramente se asombrar谩n cuando pasen por las celdas. Los pisos de madera crujen bajo cada paso. De ambas parte de un pasillo, una puerta se abre tras otra. En las diminutas piezas viv铆an las religiosas. Sus modestas habitaciones han sido reconvertidas en un viaje por el tiempo, que empieza en los pantanos del Delta del Nilo para ver lo que es seguramente el zapato m谩s antiguo que haya llegado hasta nuestros tiempos. No se sabe exactamente su dataci贸n, pero se estima entre 4000 y 5000 a帽os. Por supuesto es incre铆ble que haya llegado hasta nuestros tiempos, y m谩s incre铆ble a煤n que su dise帽o sea tan actual. Parece uno de esos modelos sin taco que se ven en las playas durante el verano, algo liviano y sencillo.
Los curadores del museo, sin embargo, no lo fueron a buscar entre los hallazgos de alg煤n arque贸logo. La mayor parte de la colecci贸n de zapatos hist贸ricos que se puede ver en las ex celdas de las monjas forman parte de la colecci贸n Victor Guillen, un bottier renombrado de Par铆s. En total, se muestra s贸lo un diez por ciento de las 20.000 piezas de la instituci贸n, de las cuales 16.000 son zapatos.
Hay que consolarse imaginando que seleccionaron las piezas m谩s incre铆bles. Entre las hist贸ricas hay suelas de coturnos romanos (curiosamente en peor estado que las sandalias egipcias), polainas medievales de largas puntas afiladas (los curas las odiaban porque pensaban que imped铆an a quien las llevaban arrodillarse para rezar), zapatos 鈥減atri贸ticos鈥 del tiempo de la Revoluci贸n Francesa (con cucardas en color azul-blanco-rojo) y hasta una pantufla que seg煤n una carta manuscrita perteneci贸 a Napole贸n.
DE VISITAS Y COMPRAS Tacos, materiales, dise帽os, tama帽os: las mismas sorpresas que uno se lleva con esta colecci贸n hist贸rica las tiene con la que termina de ocupar las muy austeras celdas monacales: calzados de distintas culturas del mundo. 驴El zapato m谩s loco es la peque帽a pieza de seda para los pies deformados de las mujeres chinas o la ojota llena de clavos de alg煤n fakir indio? Hay tambi茅n mocasines sioux, botas rusas o las extravagantes plataformas de madera que se impon铆a a las mujeres turcas en los harenes para que no pudieran salir鈥 o tuvieran que hacerlo a paso de tortuga.
Este sector del museo explora el mundo y los tiempos hasta 1900, ya que para el siglo XX y la exuberante imaginaci贸n que mostr贸 la industria del zapato queda todo un sector, en la planta baja del monasterio. La colecci贸n proviene principalmente de otra adquisici贸n constituida por 400 pares. Son modelos principalmente franceses e italianos y de la casa parisina Hellstern, que confeccion贸 a medida para los ricos y famosos de buena parte del siglo pasado.
Tambi茅n hay una boutique que vende principalmente reproducciones a escala de la colcci贸n Just the Right Shoe o hermosos libros sobre el tema. Pero si la visita al museo fue impulsada por algo m谩s que curiosidad, es decir, una verdadera devoci贸n por el calzado, hay que saber que Romans sur Is猫re sigue siendo un importante centro comercial de zapatos: hay una densidad de zapater铆a notablemente m谩s alta que en cualquier otra peque帽a ciudad del interior de Francia. Y no s贸lo: tambi茅n cuenta con un centro de Marques Avenue, un gran centro comercial de outlets que funciona en un antiguo cuartel. Adem谩s, se proyecta reabrir los talleres de Charles Jourdan para crear un hotel tem谩tico y oficinas destinadas a las empresas vinculadas con la zapater铆a.
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