El poder del PND estaba cimentado por una ley de partidos represiva que, junto con la intimidación de electores, aseguraba a Sadat y Mubarak siempre el poder en los procesos electorales. Contaba además con una amplia red de patrocinio para controlar los ámbitos ecónomico y empresarial del país.
Su disolución era una de las principales exigencias del movimiento juvenil de protestas egipcio, ya que temía que la existencia del partido y de su red de dinero ayudara a la paulatina restauración del régimen. De hecho, la agrupación de Mubarak había nombrado recientemente a un sobrino del ex presidente Sadat, Talaat Sadat, como líder de esa agrupación.
Sadat llamó a los líderes de los movimientos de protesta que llevaron a la caída de Mubarak en febrero a integrarse al nuevo partido, que fue rebautizado como "El Nuevo Partido Nacional". Sin embargo, los activistas opositores instaron desde entonces a que fuese disuelto para evitar que participara en las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias.
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