Las elecciones presidenciales debían ser la conquista del proceso democrático iniciado por las protestas que llevaron a la destitución de Mubarak en febrero de 2011, sin embargo, el pasado jueves el Tribunal Constitucional declaró inesperadamente disuelto al Parlamento surgido de los comicios legislativos en los que los partidos islamistas tenían una mayoría de más de dos tercios. En tanto, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas seguirá por tanto dominando la vida política tras las presidenciales, en un país sin Parlamento ni Constitución.
La Hermandad Musulmana condenó el decreto emitido por el gobierno militar para disolver la cámara baja del Parlamento, que coincide con el dictamen del Tribunal Constitucional. El decreto le permite a los militares tener poderes legislativos y controlar el presupuesto hasta que sea elegido un nuevo Parlamento.
"Esto representa un golpe contra todo el proceso democrático y nos lleva de nuevo al lugar de partida", indicó la organización en un comunicado. Por ello no sorprendió que la participación, estimada en un 40 por ciento, fuera menor que en la primera ronda del 23 y 24 de mayo, cuando fue del 46 por ciento.
La Hermandad, que estaba prohibida bajo el régimen de Mubarak, así como muchos egipcios laicos y de izquierda consideran que una victoria de Shafik representaría un golpe a la revolución que derrocó al exmandatario y que dio esperanza a la posibilidad de una transición hacia un régimen democrático. Por su parte, Shafik ha prometido defender la revolución y restablecer la seguridad en Egipto si resulta elegido presidente.
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