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Jueves 20 de Enero del 2000
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Kapanga sigue a quince centímetros (o más) de la realidad

De Quilmes a Londres,sin escalas

Los mejores alumnos de la escuela decadente –el rock fiestero argentino que se impuso en la década pasada– dan su segundo paso discográfico aludiendo, nada menos, a Los Beatles y su mítico estudio de grabación, en una típica bravuconada argentina. Así que, George (Martín): andá prendiendo el fuego que ya llegan los muchachos con Ramón, la Mona, los chorizos y los chinchulines.

Textos: JAVIER AGUIRRE
Fotos:TAMARA PINCO


Después de escuchar un disco de Kapanga, puede quedar la sensación de que tal vez el arte –la música– no sea algo tan serio y solemne como se cree. Cuesta creer que el Mono, Balde, Maffia, Príncipe o Maikel (voz, bajo, batería, teclados y guitarra de Kapanga) puedan sentarse en la misma mesa que Beethoven, Gardel, Phil Collins, Spinetta, el Indio Solari, Silvio Rodríguez, Luis Miguel, Hilda Lizarazu o Caramelito Carrizo. Por una cuestión muy simple: para bien o para mal, evidentemente los Kapanga se cagan de risa cada vez que escriben una canción, tocan en un show y graban un disco. Y no es humor exquisito, de sonrisa ladeada o fina ironía. Ellos te tiran mostaza en la cabeza y se te ríen en la cara. Así son.
Su irreverencia llega incluso hasta tomar para la joda al sagrado mundo del rock and roll. ¿Pruebas? En sus temas (rock, cuarteto, hardcore, reggae) aparecen solos de viola que siguen melodías de viejos hits de Soda Stereo, Europe, Elvis Presley, Led Zeppelin, Los Beatles o Depeche Mode.
Y lo mejor de todo; el reciente Un asado en Abbey Road, cuyos nombre y arte de tapa lograron construir un concepto bien cercano al espíritu que los anima. En la foto, los cinco cruzan la mítica calle londinense cargando chorizos, parrillita, carbón, tira de asado y unas botellitas de vino. El chiste es total. Parodiaron la tapa del disco de Los Beatles porque, se supone, ellos son capaces de mandarse un choripán con chimichurri en la sagrada catedral del rock británico. “La idea de hacer un asado en Abbey Road partió de que sería algo muy argentino, como si fuese nuestro propio gol a los ingleses”, explica Marcelo Spósito –alias Balde–, “y queríamos ir allá, prender el fuego y que nos llevaran presos y todo”. Klaudio Maffia agrega: “Cuando se nos ocurrió, quisimos viajar allá especialmente para sacar la foto, así que fuimos a la compañía discográfica e hicimos el pedido formalmente. Nos miraron como diciendo ‘que alguien les consiga chalecos de fuerza’. Así que terminamos haciendo un fotomontaje”. Más fácil y menos problemático. Sobre todo teniendo en cuenta que la compañía discográfica que edita a Kapanga en Argentina es la misma propietaria de los famosos estudios ¿no?
El otro elemento que pesó a la hora de elegir esa tapa y ese título para su segundo disco, sucesor del exitoso A quince centímetros de la realidad (el del mono relojero, ramón y lo demás), fue la sincera pasión que sienten hacia Los Beatles: “La primera vez que nos hicieron una nota, en un diario de Quilmes”, cuenta elMono Martín Fabio, “el título que nos pusieron fue Queremos ser los Beatles de Quilmes”. Maffia interviene: “Yo quiero gloria, como Los Beatles. Me crié con esa filosofía, con la de la película Help!, en la que ellos se cagan de risa todo el tiempo y estaba todo bien. Yo quiero eso. Hacer locuras es parte de la vida de Kapanga, nosotros vivimos medio así, estamos todo el día a quince centímetros de la realidad”. Y Balde remata: “Por eso hacemos chistes sobre lo que pinte. Y, si pinta, nos podemos reír de Los Beatles y de Beethoven”. Tomá.
Sin embargo no sólo hay chistes. La canción “Indultados” pide cárcel para los genocidas (y los nombra) Videla, Menéndez, Massera, Galtieri, Astiz, Camps, Viola y Suárez Mason. El sintético último verso de la canción, gritado por el Mono, dice simplemente: “¡¡Hijos de putaaaaaa!!” Balde explica el llamado ala seriedad que esto significa, aun en ellos: “De pronto queremos decir cosas que nos pasan y nos preocupan, y una canción es una buena oportunidad para hacerlo. Es como ir ala casa de esos tipos a putearlos. Es raro, porque el estribillo del tema suena refiestero, aunque la letra te recuerda que los asesinos andan por la calle. Pero eso está bueno; ya que los estribillos de las canciones se te pegan, mejor que se te pegue ese mensaje. Quiero que los pibes de 14 años sepan que Massera no es la heladería, sino el hijo de puta ése”. “Es una canción muy adulta”, observa el Mono. “Un escrache cantado”, define Balde. Rebobinando. Kapanga es el resultado de la fusión, en 1995, de dos bandas: una –la del Mono– era Kapanga y los Yacarés (cuarteteros, hacían covers de la Mona Jiménez), y la otra –la de Maffia, Mikael y Balde– se hacía llamar Beto Medrano y Sus Perros Largos y Verdes (que llegó a grabar dos discos con un sonido, según ellos, “entre Sumo y Mano Negra”). Tal vez por eso sea que en Un asado en Abbey Road flote la incertidumbre sobre cómo va a sonar el próximo tema. “Nosotros nos metemos en cada ritmo sin tener ningún problema”, asegura Balde, “y nos metemos en el espíritu de cada cosa. Podemos tocar cuarteto, hardcore, ska o lo que sea. Eso sí, si vamos a hacer un reggae, primero llenamos el estudio de humo”. Interviene Maffia: “Y si queremos sonar fuerte, lo hacemos. Fijate que el productor del disco, Pablo Durand, nos dijo que le hacíamos acordar a Divididos”. La mención a la aplanadora no es casual, ya que tanto Ricardo Mollo como Diego Arnedo eran los candidatos que Kapanga quería para la producción del disco. Sin embargo no pudo ser, pero al menos el guitarrista fue uno de los músicos invitados y metió voz y guitarra en el tema “Demasiado”.
“Tuvimos el honor de que músicos grossos como Mollo o como Andrés Giménez, de A.N.I.M.A.L., vinieran a tocar con nosotros”, apunta el Mono, a quien su corazón cuartetero lo traiciona. “Pero para mí lo más grande fue que la Mona Jiménez aceptara actuar en el video de ‘Elvis’”. Es que el Mono ama a la Mona, e incluso tiene una anécdota muy especial: “Lo escuché por primera vez en el ‘88, mientras hacía la colimba, porque el cabo Ledesma me había prestado un casete. Al año siguiente, la Mona tocó en Cemento y yo fui a verlo, de la cabeza, ya hecho un fanático total. En el show, me puse a hacer mosh por arriba de la gente, y en un momento me subí al escenario. Lo abracé, y llorando le pedí que por favor que no me bajaran, y empecé a cantar la canción que estaba cantando –que era del último disco–, y como me sabía toda la letra el chabón no lo podía creer. Así que la terminamos cantando y bailando los dos. Ahí conocí a la Mona, así que no soy ningún improvisado en el cuarteto”.
Después de un disco debut muy cuartetero (tenía cinco covers de la Mona Jiménez), Kapanga considera que Un asado en Abbey Road como un disco que les abre muchas puertas para el futuro. Balde dice: “Nuestra música no es complicada, pero tiene arreglos muy interesantes que para hacerlos, tenés que ponerte. Hemos usado desde acordeones hasta violines. Ahora podemos darnos algunos gustos musicales, y esto significa abrir el juego para lo que está por venir”. Y atentos con la amenaza de Maffia: “El próximo paso de nuestro plan es ser como Los Beatles. Ricos y famosos”.


Manu, mi amigo
“Para toda nuestra mezcla de estilos –cuarteto, reggae, hardcore, rock and roll– tenemos como principal ejemplo a Mano Negra y Manu Chao”, cuenta Maffia. Y Balde dice: “Tuvo que venir un tipo de Europa para mostrarnos lo que vale lo latino. Cuando Manu Chao estuvo en la Argentina, en el ‘98, hicimos toda la movida en la compañía para poder conocerlo, y lo conocimos. La verdad es que nos rompió la cabeza. Pasamos dos días enteros con él, le regalamos nuestro primer disco, y ahora que está en Barcelona le hicimos llegar el segundo. Ojalá algún día nos produzca un disco”. El Mono también recuerda: “Manu Chao nos decía ‘Kapanga, los mafiosos, los italianos’, porque nosotros tenemos apellidos re-tanos (Spósito, Maffia, Fabio). Y a Maffia, le decía ‘Al Pacino’”.


¿Ramón?, ¿cuál Ramón?
“Ramón” fue uno de los grandes hits del disco debut de Kapanga. Su letra habla de... la ramita verde... La rama grande... El ramón... Pero resulta que una vez dio lugar a un curioso malentendido. Y con una de las anécdotas más insólitas como complemento ideal: “Fue el año pasado. Habíamos ido a tocar a Tucumán”, recuerda Balde, “y nos llevaron a una radio para hacernos una nota en un programa político, para hablar sobre ‘Ramón’. Entonces fuimos, y nos empezaron a preguntar por la caravana de la esperanza. Nosotros no entendíamos... Hasta que nos preguntaron si la letra hablaba de Palito Ortega. No lo podíamos creer. Lo que pasa es que la letra dice “...muchachos, no pierdan la esperanza/ Ramón ya está por llegar...” y los tipos pensaron que se refería a Palito y a la caravana. Le contestamos que jamás se nos ocurriría fumarnos a Palito Ortega. El conductor del programa se quedó muerto. Pidió un corte comercial y nos rajaron a la mierda”.