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Convivir con virus
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Jueves 4 de Mayo de 2000
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convivir con virus

MARTA DILLON

La celadora se pone colorada, y se ríe bajito, como si fuera una nena. Tiene poco más de veinte años, un hijo que tuvo mientras cursaba el cuarto año en esa misma escuela en la que ahora trabaja y la voluntad de estudiar Derecho. Vive en la villa 20, de Lugano, igual que la mayoría de los alumnos de los que es responsable. Como ella quedó embarazada cuando tenía 16, se siente cerca de otras chicas embarazadas que asisten a clase y con ellas conversa para quitarles el miedo, para decirles que de ahora en adelante se cuiden, que los embarazos se pueden evitar. Pero con las que no son madres no se anima a hablar del tema. De alguna manera asume que mientras nada lo delate, las chicas y los chicos tienen la información. “En la salita te dan los anticonceptivos, te los dan gratis incluso”, dice. De esa manera se cuidan. Cuando le pregunto si no sería mejor que usaran preservativos para evitar no sólo los embarazos, se pone más colorada todavía. “Es que los pibitos desde re-chiquitos dicen que si se ponen forros, no sienten lo mismo.” Habría que ver con cuánta experiencia cuentan para comparar pero, sí, obviamente no es lo mismo. Es más incómodo usar forros y es más incómodo pensar que hacer el amor tiene consecuencias, pero claro, eso es cosa de chicas, ellas pueden conseguir los anticonceptivos, gratis, incluso. “Lo que pasa es que acá en la escuela son todas parejitas conocidas, son parejitas estables.” Evidentemente los mensajes equívocos llegan mucho más que los que deberían llegar. Y es bastante lógico, es más fácil pensar eso de “a mí no me va a pasar” que hacerse cargo. De hecho los embarazos, dice la celadora y las mismas chicas, ocurrieron porque “eso a mí no me va a pasar”. La celadora tiene buena voluntad, se preocupa por los chicos, pero le faltan herramientas. “La verdad es que tendríamos que preocuparnos un poco más por el sida, porque yo escuché que acá en Lugano hay muchos chicos infectados, hay muchos casos.” Sí, hay muchos casos, Lugano pertenece a esa zona crítica de la Capital en la que el número de contagios crece y la atención médica es insuficiente, sin contar con que las condiciones de vida, con o sin virus, están lejos de eso que se llama calidad de vida. ¿Qué hacemos entonces? ¿Por qué nos rasgamos las vestiduras cuando discriminan a una chica embarazada en un colegio católico si no hay un solo intento de educar para la salud sexual a varones y mujeres? ¿Acaso esta indiferencia tendrá que ver con algún plan para depurar a la población de pobres, esa raza incómoda? Con este estado de cosas hay algunos que viven, y muchos más que sólo sobreviven.