“Tal como cuenta Marisa Tarantino en los primeros capítulos, existe desde hace muchos años un gran debate feminista, que todavía hoy sigue siendo una grieta: por un lado, estamos quienes defendemos el libre ejercicio del trabajo sexual, quienes señalamos que nuestro trabajo no debe confundirse con la explotación sexual y con la trata de personas y reclamamos al Estado que garantice a lxs trabajadorxs sexuales el acceso a los derechos que nos corresponden. Por el otro, están quienes creen que la prostitución debe abolirse porque siempre y en todos los casos es una forma de violencia contra las mujeres”, se lee en el prólogo que Georgina Orellano, secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR) escribió para el libro Ni víctimas ni criminales: trabajadoras sexuales de Marisa Tarantino, editado por el Fondo de Cultura Económica.

Orellano dice además que la mayor violencia que sufren las trabajadoras sexuales es “el hostigamiento policial y la violencia institucional. Eso es lo indigno para nosotrxs, que nos lleven presxs y que tengamos que soportar que otrxs, desde la comodidad de sus privilegios, quieran definir cómo tenemos que llevar adelante nuestra propia vida”. Fue por todas esas razones que en 1995 decidieron crear AMMAR porque entendieron que la organización iba a ser su principal herramienta para luchar por sus derechos.

En 260 páginas, Tarantino, abogada y especialista en administración de la justicia, analiza los discursos que, bajo el argumento de luchar contra la trata, “lo que hicieron fue justificar la negación de nuestros derechos y, muchas veces, también de nuestra propia existencia”, dice Georgina.

La portada del libro de Fondo de Cultura Económico

En los primeros capítulos, Tarantino da cuenta de cómo va cambiando, a lo largo de la historia, la construcción de las legislaciones sobre los cuerpos de las mujeres y cómo el Estado, entrado el siglo XIX, comienza a intentar controlarlos. “La prostitución fue considerada como un mal inevitable a la vez que como una actividad inmoral, cuya manifestación pública atentaba contra los valores morales de la sociedad burguesa y ponía en peligro la salud de la población”, dice la autora quien además agrega que la novedad no era la prostitución sino la respuesta estatal frente a ella, “indispensable para el establecimiento de estas formas de control social en el período de consolidación del sistema capitalista”.

Otro de los temas que aborda la autora en el libro es el del concepto de vulnerabilidad cuando es entendido como un dispositivo de gobernanza: “la alusión a la situación de vulnerabilidad de las personas que ejercen la prostitución fue una y otra vez explicada desde los organismos judiciales como una condición que afecta aquel “piso de dignidad” desde el cual las personas pueden ejercer sus opciones libremente”, explica Tarantino.

La autora escribe este libro desde adentro: entre 2009 y 2016 trabajó en una de las fiscalías en lo Criminal y Correccional de la Ciudad de Buenos Aires: “la búsqueda de respuestas a las permanentes preguntas y perplejidades que me generó la experiencia como operadora judicial en esos años fue lo que me llevó a comenzar el camino de la investigación que ha dado forma y contenido a este libro. Pero, fundamentalmente, fue lo que me impulsó a acercarme a las trabajadoras sexuales organizadas y conocer su incesante trabajo de construcción política”, dice Tarantino.

En palabras de Silvia Federici, durante una conferencia en el Centro Cultural Olga Vázquez, en La Plata, en octubre de 2019, citada en el libro: “Yo no creo que el feminismo debe ser un movimiento para decirle a la mujer cuál forma de explotación vamos a elegir. Pensar que el trabajo sexual es la forma más degradante, la forma más violenta, no solamente es una distorsión sino es ser ciegas a lo que millones de mujeres están diciendo en el mundo”