Pablo Avelluto, el exministro de Cultura de Mauricio Macri, reavivó la polémica en torno a los libros que publicó Victoria Villarruel, la candidata a vicepresidenta de Javier Milei. Avelluto dijo que, en su rol de editor, rechazó libros que proponía la actual diputada nacional porque justificaban los crímenes de la dictadura. Antes de las primarias, Cecilia Pando había arrojado la primera granada al postear en sus redes sociales que, en realidad, las obras habrían sido escritas por un represor de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), condenado a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad.

“Me acuerdo de haberle rechazado muchos libros a Victoria Villarruel con ese argumento: una cosa son las víctimas de la guerrilla y una cosa muy distinta es usar eso como justificación para la barbarie que vino después”, le dijo Avelluto a Ernesto Tenenbaum en la entrevista que le concedió el miércoles en Radio con Vos.

En el reportaje, Avelluto no dio más detalles sobre cuáles serían esos libros. Página/12 le consultó y respondió que se trataba de Los llaman… jóvenes idealistas, el primer libro que Villarruel publicó en 2009. A los cinco años, Sudamericana (Random House) –la editorial de primera línea que dirigió Avelluto entre 2005 y 2012– imprimió el segundo libro de la actual diputada –en coautoría con Carlos Manfroni– que lleva por título Los otros muertos.

Los llaman… jóvenes idealistas es una mezcla entre un manual de escuela secundaria y una revista, que combina textos cortos con fotografías y gráficos. Según explica Villarruel en el prólogo, fue parte de un proyecto de investigación encarado desde el Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv), la ONG que ella preside desde 2006. El libro demoniza a las organizaciones político-militares de izquierda a lo largo de 300 páginas. Hay un capítulo dedicado a “la respuesta del gobierno de jure” –al que jamás llama dictadura y no explica que la respuesta fue básicamente un plan sistemático de desaparición de personas– y en menos de una hoja dice que el de 1976 no fue un golpe tradicional. “Las Fuerzas Armadas lograron pacificar la Argentina en tres años”, destaca.

Inicialmente, Villarruel publicó Los llaman… jóvenes idealistas en la editorial Edivern. Es el mismo sello que imprimió Un canto a la patria, de Arturo Larrabure –otro integrante del Celtyv– y que en 2006 le abrió las puertas a Juan Bautista “Tata” Yofre para publicar Nadie fue –que fue financiado por un “consejo de sabios” según dijo el extitular de la SIDE menemista. Yofre después pegó el salto a Sudamericana, como haría al tiempo Villarruel --que aparentemente quiso que su primer libro fuera republicado por ese sello.

Esa editorial, como destaca Ezequiel Saferstein en ¿Cómo se fabrica un best seller político?, fue la protagonista del boom del revisionismo de los setenta. El cerebro detrás de la movida fue el propio Avelluto, a quien el autor define como un “editor que se metía de lleno en la disputa por la memoria desde la empresa editorial más poderosa de la Argentina”. En una entrevista con Saferstein en 2015, Avelluto dijo: "Yo no inventé los libros revisionistas de los setenta. Ya estaban, pero en un plano marginal. Eran consumidos por nostálgicos resentidos de la dictadura. Se les dio una exhibición mayor".

La publicación de Los otros muertos  --que se concretó cuando Avelluto ya no estaba en Random-- fue parte del proceso que funcionó para Villarruel como un trampolín hacia las ligas mayores. Al año siguiente, en 2015, la invitó Elisa Carrió a una charla en el instituto Hannah Arendt. En enero de 2016, ya había logrado entrar al Espacio Memoria y Derechos Humanos –exESMA– para entrevistarse con el entonces secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj. Después vino el prime-time televisivo con Intratables y, más adelante, la alianza con Milei.

En julio pasado, Pando estalló en redes sociales contra su otrora compinche y la acusó de haber firmado los libros que, en realidad, escribió Alberto González, un represor de la ESMA condenado a prisión perpetua por crímenes aberrantes –incluidos delitos de índole sexual contra prisioneras de ese campo de concentración. Este diario pudo confirmar que Villarruel mantenía contacto con el “Gato” González, quien, además, fue historiador de la Marina –como el abuelo materno de la actual diputada de La Libertad Avanza (LLA).

Fue a partir de un posteo del marido de Pando, el mayor retirado Pedro Rafael Mercado, que se supo que Villarruel mantenía y organizaba reuniones con Videla. La abogada querellante Guadalupe Godoy encontró que la abogada también aparecía como contacto de Miguel Osvaldo Etchecolatz en el cuaderno en el que el exdirector general de Investigaciones de la Bonaerense preparaba su defensa para el primer juicio que debió enfrentar tras la inconstitucionalidad de las leyes de impunidad. Además, figuraba como visita de Norberto Cozzani, la mano derecha de Etchecolatz.

Después de estas revelaciones, Villarruel apareció en un programa de la señal La Nación Más con un ejemplar de Los llaman…jóvenes idealistas y dijo que los encuentros tenían una razón de ser: la investigación para sus libros. El portal El Destape divulgó una serie de encuentros con otros represores que habrían tenido lugar en 2016, cuando los dos libros ya estaban publicados. Este lunes, este diario difundió una ponencia en la que Villarruel decía –en línea con quienes solía visitar– que todo lo que se dijo en los últimos 40 años sobre el pasado de la Argentina era falso y que era una construcción de la izquierda, de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.

Villarruel no suele mencionar dentro de su obra la que hizo en colaboración con Alberto Crinigan, un represor del Batallón 601 de Inteligencia que actualmente está siendo juzgado por crímenes de lesa humanidad en La Plata. Se trata del libro La nación dividida: La Argentina después de los años ‘70.