La primera semana luego del balotaje transcurre a un ritmo desenfrenado para la política, la economía y las finanzas. Las noticias van y vienen con cambios permanentes. Se toman definiciones que cambian a las horas, se postergan viajes, se disputan lugares claves para la gestión y se especula con un abanico de estrategias para encarar los desafíos de la macroeconomía.

El mundo de las finanzas, los inversores locales y extranjeros, el mercado sigue de cerca cada una de las novedades y hace apuestas. En principio, una de las tendencias que se observó en los últimos días fue una ola de compra de activos argentinos en casi todas sus variantes. Desde acciones de la bolsa porteña hasta bonos en moneda extranjera y títulos que ajustan por inflación.

Si el mercado termina de convencerse de que la Argentina puede recuperar el acceso al crédito internacional es posible que los activos sigan marcando subas extraordinarias. Son las paradojas de un país de extremos, en donde se puede pasar de un momento a otro de tener una brecha cambiaria de más del 150 por ciento a iniciar un nuevo proceso de apreciación de la moneda con el regreso de los inversores dedicados al carry trade.

El caso de la petrolera YPF fue uno de los más impactantes por la velocidad a la que aumentaron sus acciones. Desde la Libertad Avanza aseguraron que tienen una hoja de ruta para volver a transformarla en una petrolera de capitales privados, y la respuesta del mercado fue de euforia, con subas diarias de hasta casi 40 por ciento. En el mes la empresa acumula un salto del 100 por ciento y en el año avanza al 450 por ciento (supera por lejos el ritmo de la inflación y de las subas de los distintos tipos de cambio).

Este compartimiento de euforia se replicó en casi todos los activos argentinos e incluso alcanzó a los bonos soberanos en moneda extranjera, que ya empezaron a acercarse a los 35 dólares de paridad, y muchas consultoras aseguran que en el corto plazo estarán arriba del 40 ó 50 por ciento.

La pregunta es evidente: ¿cuál es el precio real de las acciones y los bonos de la Argentina? Si una petrolera estaba realmente destruida, difícilmente pueda convencer a un fondo de inversión de comprar sus acciones al punto de que suban 40 por ciento en pocas horas. Si un bono parece impagable, resulta difícil pensar que su precio pueda saltar más del 30 por ciento en semanas.

La respuesta posiblemente sea la misma de siempre. Los precios son resultado de la irracionalidad impactante de los inversores. Antes los fundamentos de la economía no estaban tan mal para justificar paridades del 20 por ciento de los bonos, como ocurre en países en guerra o bloqueo geopolítico, y ahora no están libres de riesgos para justificar las subas exponenciales.

Los desafíos para los próximos meses son importantes en todos los frentes. El monetario es posiblemente uno de los que más de cerca siguen en el mercado, al existir una suma de 12 billones de pesos de leliqs y otros 11 billones de pesos de pases pasivos que podrían hacer estallar el tipo de cambio.

Sin embargo, el principal desafío no es económico ni financiero sino social. El programa para revitalizar la confianza de los inversores, conseguir que crean que la Argentina recuperará de nuevo el acceso al crédito internacional y que efectivamente le prestarán nuevos fondos frescos requiere avanzar en un ajuste de proporciones colosales y apertura indiscriminada.

Esto último equivale a enfriar la actividad económica, comprimir el consumo del mercado interno, encorsetar la producción de las empresas locales y llevar el desempleo nuevamente a tasas de dos dígitos.

En otras palabras: provocar un impacto distributivo regresivo y estructural que la Argentina no está preparada para soportar por su historia y su idiosincrasia. Conseguir transformar el país en Chile o en Perú en términos de desigualdad no sólo no es viable, sino que pone el límite de lo que pueden durar las ilusiones del mercado y sus apuestas con los activos financieros.