Tradicionalmente, los cuadros políticos usan sus redes sociales para mostrar hechos significativos de su gestión y construir discursivamente la figura que quieren proyectar públicamente. Los referentes del PRO, como Larreta, son de los más cuidadosos a la hora de cumplir con esta tarea. Un ejército de community managers, social media strategists y diseñadores gráficos lo siguen en cada una de sus actos para ofrecer un perfil curado hasta el último detalle, donde a él se lo muestra canchero y descontracturado, pero también serio y confiable (aunque patinó tratando de hacerse el papá cool en TikTok, en su intención de conquistar a la audiencia sub 22).

Sin embargo, si algún usuario estuvo navegando en las redes sociales de Milei últimamente, (sobre todo IG), habrá notado que sus posteos son, básicamente, una correntada de imágenes eclécticas que parecen sacadas de un grupo de compra venta de Facebook, un chat de mamis del jardín, una cuenta de memes de shitpost, los mensajes que manda una tía por whatsapp (le falta el Tweety deseándote un feliz jueves) y un foro de Reddit gestionado por adolescentes de 14 años. Todo acompañado sistemáticamete de un “VIVA LA LIBERTAD CARAJO…!!!”.

Imágenes hechas con IA por sus fans (¿o quizás por él mismo?) donde se lo ve caracterizado como un león guiando al pueblo de corte mesiánico, fake news donde asegura que no se coge a la hermana, capturas de Twitter donde aparece como trendic topic, memes, recortes de notas sacas de contexto y fotos de él en un sistemático ángulo contrapicado con cara de enojado (y con una eventual borrada de papada), son algunos de los inquietantes materiales que suele compartir. Pero, dentro de este compendio que sin dudas en 100 años (esperemos) será analizado por científicos sociales como un fenómenos curioso y enigmático, se encuentran imágenes de su dibujante predilecto: Nik.

Todos los gobiernos suelen tener referentes culturales que acompañan su gestión reflejando, desde el arte, su visión sobre el mundo. Como la comunidad artística tradicionalmente suele tener ideas progresistas, a los espacios de derecha se les hace, a veces, un poco complicado encontrar a estas figuras que los respalden. Sobre todo por su vocación de desprestigiar, desfinanciar y ajustar todo lo que tiene que ver con creaciones artísticas, y estigmatizar y desconfiar de las personalidad detractoras.

Sin embargo, de a poco, van apareciendo sus aliados: Anamá Ferreira, Flavio Mendoza, Connie Ansaldi, Flavia Palmiero, Cinthia Fernández y claro, Fátima Flórez, entran en esa línea. Pero, con quien tiene un vínculo más estrecho, alineado discursivamente y simbiótico en sus formas estéticas “superiores” y contenido es, como habíamos adelantado, Nik.

El historietista argentino Cristian Gustavo Dzwonik, más conocido como “NIK”, es famoso en el ambiente artístico por haberse ganado el repudio de sus colegas más renombrados. Dibujantes de la trayectoria de Caloi, Daniel Paz, Rudy y Fontanarrosa lo acusaron de haberlo plagiado en numerosas oportunidades. El mismísimo Quino, creador de Mafalda, expresó: “Diría que en general me llevo bien con todos, menos con Nik, que publica en La Nación y empezó robando muchísimo a Rudy, a Daniel Paz, de Página/12. Nik vino a crear un malestar por primera vez entre los dibujantes argentinos. Nadie lo soporta. Al punto de que, si hay una mesa redonda, todos participan con la condición de que él no esté". También fue expulsado de ferias del libro de países como Chile y Perú.

Alto gaturro

"Hace unas semanas me comunicaron que soy un candidato al Premio Konex, en una terna que comparto, entre otros, con este señor Nik. Bueno, aprovecho estas líneas para renunciar a ese privilegio. No quiero que me metan en la misma bolsa. Muchas gracias", escribió Miguel Rep en una columna publicada por este diario en el 2004. Placas de The Economist también fueron víctima de sus plagios y somos generosxs si decimos que Gaturro no es una copia del lacónico y ácido Garfield.

Más allá de que muchos historietistas locales y extranjeros se niegan a reconocer su valor artístico, lo cierto es que sí encuentra ese reconocimiento de parte del mercado. Desde 1994 colabora con La Nación y desde el 96 publica las tiras de Gaturro, que no hace falta presentar. Este gato ya cuenta con 35 libros editados, una película, todo tipo de merchandising y una plataforma virtual. Sus tiras configuran un sentido común tradicional con una energía que remite a Los Simpsons, donde la fuerza centrífuga que une a todos los personajes es un papá panzón que sale a trabajar, la mamá ama de casa incogible y dos hijos que cumplen el rol de pibes (ella: frívola y boluda, él es un poco más copado).

Las temáticas más reiterativas parecen una amalgama de los chistes de Casados con Hijos pero tamizados por un filtro naif. En sus redes, a su vez, tampoco faltan las imágenes de un gaturro llorando, un mapa argentino llorando o un mundo llorando cada vez que hay una tragedia, según corresponda el nivel geográfico.

Más allá de esta supuesta inocencia, las tiras de NIK construyen una mirada conservadora sobre el mundo recurriendo a estereotipos que, ciertamente, envejecieron mal, y que más de una vez le implicaron alguna metida de pata importante, como la desafortunada tira que hizo para Tarjeta Naranja. Su desprecio por las luchas sociales, la omisión que hizo en varias ocasiones sobre la dictadura militar y sus chistes cada vez más ofensivos, -sobre todo los dedicados a CFK-, su impronta inocente anti-política y su bajada de línea moralista aumentaron el volumen de su virulencia a lo largo de los años. No es de extrañar que sea uno de los favoritos de Milei.

Los sentidos que construye el "humor" de Nik

A lo largo de la campaña presidencial, la intención de Nik de acompañar a Milei se hizo cada vez más clara. Entre sus posts de memes (ahí nadie puede decirle que hizo un plagio), imágenes de sus tiras, las promociones de sus libros y las placas de COHERENCIA POR FAVOR, empezó a aflorar cada vez con más asiduidad su apoyo al líder “libertario”, mostrándolo como un león encima de la cadena alimentaria. De hecho en algunas de sus tiras hasta se reía de Bullrich, hasta que esta casta apareció abrazada a quien durante meses la acusó de asesina de niños. Desde ese momento, fue otro personaje con un valor privilegiado en su espacio virtual.

Las caricaturas donde muestra a Milei como un prócer, representante de las ideas de la libertad y el mérito, se mezclan con sus fotos junto a Fátima Flórez y posteos que apuntan, especialmente, contra el feminismo, la izquierda, el peronismo y el sindicalismo, que son sus cuatro jinetes del apocalipsis. Sobre todo contra Baradel, de quién se mofa por “gordo”, invitando a sus fans de que también se rían de él por su contextura física. Esos mensajes violentos se intercalan con imágenes de Gaturro recordándonos que Dios nos ama.

Por otro lado, Nik también cumple una función didáctica. Tiene la voluntad de explicar, de forma condescendiente a sus lectores más distraídos, cómo “la casta” (a quien caracteriza con hombres de saco y corbata) chantajea a las pobres personas de bien con planes sociales para asegurarse sus votos. En ese sentido, quienes reciben planes ponen palos en la rueda del progreso y son serviles a esta supuesta extorsión. “Depender del Estado” (o ser aliado de luchas populares) es visto como una condición degradante y los sindicalistas como los máximos representantes de la corrupción social. De hecho, en uno de sus últimos posts, invita a sus followers a denunciar si alguno está siendo obligado a ir al paro del 24 de enero: “Si sos un argentino que la pelea todos los días para SALIR adelante y te extorsionan o te aprietan para que el 24 e enero hagas paro, defendé tus derechos haciendo una denuncia”. Lo que Myriam Bregman definió como el 0800 carnero.

Es significativo, a su vez, cómo cada vez que dibuja a “gente pobre”, los muestra emparchados, sucios, ingenuos, entre basura y ratones, incapaces de ver la realidad en la que están subsumidos, presos del miedo y víctimas del chantaje de “la casta”.

Últimamente, su cruzada por la meritocracia aumentó varios niveles al exaltar valores tradicionales, como la familia, el sacrificio, la abnegación y “ser feliz con poco”, como bajadas morales patrióticas. Sobre todo, frente a un escenario que nos pide “ajustarnos el pantalón” sin quejarnos.

Recientemente subió una foto de él cuando era chico, celebrando cómo su papá trabajaba 12 horas por día y pasaba sus veranos en una pelopincho, adelantándose con felicidad al ahora tan aplaudido “no hay plata”. “¿Dónde quedó esa argentina del laburo, del sacrificio, de poner el lomo todos los días y ser felices con tan poco?”, se pregunta, “nunca me quejé, nunca corté calles, nunca me victimicé, nunca salí a protestar”, escribió. En otro posteo que genera más escozor compartió una foto de jóvenes de los 70’s bailando en una fiesta, con el siguiente texto: “SOMOS UNA GENERACIÓN QUE NUNCA MÁS VOLVERÁ”. Uno pensaría que habla de los desaparecidos, pero obviamente no: “Una generación que fue a la escuela y volvió a pie, una generación que coleccionaba canicas, una generación que amaba los chupetines…”, manifestó en una oda irritante a la nostalgia despolitizada.

Sin embargo, su lucha más reciente es contra la inflación. Desconociendo cómo funciona el mercado, los monopolios y la función regulatoria que cumplía el Estado en este ámbito, está incentivando a sus followers a “boicotear” a las grandes marcas comprando segundas, hasta que bajen los precios. Como si recién descubriera que existen las segundas marcas, invitó a sus fans a armar “una red colaborativa” de productos de líneas alternativas (que ya conocemos todxs y que no son nada nuevas) para “ayudar a bajar aún más la inflación”. Los quesos untables Tonadita y la Cunnington son, al parecer, sus primeros caballitos de batalla a la hora de construir la idea de que las acciones individuales son más influyentes que las políticas públicas. (Nos imaginamos a Juan Carlos Danonne llorando en su country en Miami porque tres personas compraron Tonadita en vez de Casancrem).

En el último posteo que Milei compartió de Gaturro, parece hecho a su medida. Tras los dichos del presidente de que en 35, 15 o 40 años, quizás, seremos Irlanda, y que nos esperan meses duros y de mucho sufrimiento (sobre todo si “la política” no lo acompaña), Nik hizo un dibujo que reza: “El cambio es complejo al principio, trabajoso a la mitad y precioso al final”, una frase del coach Robin S. Sharma. Si Pablo Echarri, Lali Espósito y Peteco Carbajal fueron eternamente estigmatizados por estar “ensobrados”, ¿los fans de COHERENCIA POR FAVOR le harán honor al nombre de esta página y dirán lo mismo de Cristian Gustavo Dzwonik?