En su discurso de Davos, el presidente Milei realizó una profunda crítica a la teoría neoclásica dominante en la academia. La escuela marginalista, en su afán de presentar al mercado como ultra competitivo, debió sacrificar la idea de rendimientos crecientes. Es que si la productividad aumenta a medida que se acumula capital y se avanza en la escala productiva, las empresas más exitosas tienden a transformarse en corporaciones con poder de mercado.
Pero el costo de negar la realidad de los mercados oligopólicos para sostener la ficción de la competencia perfecta, implica desconocer el impresionante desarrollo de las fuerzas productivas que caracterizó el capitalismo, donde la productividad aumentó mucho más allá de la simple expansión cuantitativa de los recursos productivos.
Ahora bien, el problema es que Javier Milei, como muchos otros libertarios y seguidores de diversas variantes de la escuela austríaca en el tercer mundo, no lleva a fondo las consecuencias de reconocer la existencia de rendimientos crecientes a escala, especialmente en lo que hace a los resultados que implica para la teoría del desarrollo de las empresas y de las fuerzas productivas de las naciones.
Nuestro presidente citó en la conferencia un ejemplo dado por Adam Smith en su obra La riqueza de las naciones, en donde dice que la escala de producción de una empresa permite el incremento en la producción por trabajador de alfileres frente a lo que podría producir un artesano en soledad.
Sin embargo, tal como señalara el padre del historicismo alemán, Friedrich List, el filósofo escocés sólo menciona la idea de rendimientos crecientes en el ejemplo de la fábrica de alfileres, pero la olvida en el resto de su obra, especialmente en sus recomendaciones de libro comercio internacional y libre movilidad de los capitales.
Es que si una empresa mejora su productividad a medida que aumenta su escala productiva logrando una posición dominante en los mercados globales, ninguna empresa nueva podría ingresar a dicho mercado y competir con ella. Asimismo, si una Nación se desarrolla primero y sus empresas tienen posiciones dominantes en los mercados globales, bloquearía el desarrollo de las demás naciones y sus empresas, que no podrían competir con los productos importados más baratos.
La idea de rendimientos crecientes también implica que el capital rinde más no allá donde escasea (tal como pregona la escuela neoclásica) sino donde es más abundante. En consecuencia, si un país de bajo desarrollo productivo libera los movimientos de capitales, en lugar de recibir un aluvión de inversiones de parte de los centros desarrollados, verá fugarse sus escasos capitales.
El concepto de rendimientos crecientes levantado por nuestro presidente puede ser la base para justificar las ideas de libre comercio y movimientos de capitales en los centros desarrollados, ya que sus empresas pueden a partir de ello consolidar sus posiciones dominantes a nivel global, declarando una competencia a muerte a sus competidoras del tercer mundo y recibiendo gratuitamente fuentes de financiamiento global a partir de los capitales fugados de esas economías. El problema es que Javier Milei es el presidente de una nación del tercer mundo llamada Argentina, que se vería altamente perjudicada con dichas políticas.
@AndresAsiain