Pocas veces los que lo secundan lo vieron tan fuera de su eje. El primer baño de realpolitik tradicional le cayó al presidente Javier Milei como una bomba al carácter, al ego, y expuso a la vez la primera gran crisis política del Ejecutivo en sólo un mes de gestión. Horas antes de que el ministro de Economía, Luis Caputo, anunciara en conferencia de prensa la baja del paquete de fiscal dentro de la Ley Ómnibus a cambio de intentar conseguir votos para sacar la norma, la secretaria de Presidencia, Karina Milei le comunicó a su hermano las malas nuevas. "Esto no va ni para atrás ni para adelante. Las provincias no quieren saber nada", le dijo, según contaron fuentes oficiales a Página I12.
En ese momento, Milei volvió al histrionismo de sus épocas de panelista y lanzó insultos diversos a los gobernadores. Tardó un rato en calmarlo, pero Karina, una de las pocas personas en las que el presidente cree cien por cien, logró que entre en razones. Así y todo, le aclaró a su hermana que lleve el mensaje de que "el ajuste se hace, sí o sí. A mí no me van a joder".
¿Cómo se hará y por dónde vendrá entonces el regreso del Plan Motosierra? Según confirmaron desde Casa Rosada a este diario, en las próximas horas las terminales oficiales empezarán a marcar la cancha de que se viene un ajuste más duro en la obra, en las transferencias a las provincias y, sobre todo, que en marzo el Gobierno presentará una nueva ley fiscal que ya se redacta.
Un dato extra y muy relevante: la caída en desgracia del paquete fiscal preocupa en Washington. Emisarios del Fondo Monetario (FMI) ya le pidieron al gobierno que dé precisiones de cómo cerrarán los números, dado que está para su aprobación el primer desembolso del organismo para la gestión Milei y la obsesión histórica del FMI —bajar jubilaciones y subir retenciones— está frenada. En paralelo, de entrar en sesiones ordinarias, una nueva ley fiscal entraría recién en vigencia en junio, con buena parte del ejercicio jugada y las exportaciones agropecuarias ya anotadas en su totalidad para todo el año.
Crónica de una derrota
Naturalmente, en este contexto, la hermana del presidente había pasado ya dos días viendo cómo se caía a pedazos la paz política con los opositores filo oficialistas del PRO, Pichetto y una parte del radicalismo. El jueves, de hecho, fue en persona al Congreso y elevó la voz con muchos diputados de La Libertad Avanza. Luego comió con el titular de la Cámara, Martín Menem, y le pidió explicaciones. Es que el riojano venía vendiéndoles a Milei y a Karina que la ley salía y los votos estaban, pero en realidad la escena era la inversa.
"No es tanto el tema blanqueo y Ganancias, pero si no bajamos la reforma jubilatoria y la suba de retenciones, esto no sale", le dijo Menem y le mostró un esquema donde el cálculo de conseguir votos era un imposible, incluso con el apoyo masivo del PRO, furgón de cola de los libertarios que le había prometido a la propia Karina "bancar cualquier cosa que tenga la Ley". Karina recibió, también de Menem, la posición de muchos goberndores, como el caso de Entre Rios, que blanquearon ya no tener plata para pagar sueldos.
Al primer aviso de Karina al Presidente sobre lo disputado del escenario, el mandatario siguió en su tono de no tocar nada. Por la tarde del jueves, hubo una reunión de Juan Pazo, secretario de Coordinación de Hacienda, con empresarios y dirigentes políticos. En ese mitín, del que participaron ceos de la Unión Industrial (UIA) y la Coordinadora de Productores de Alimentos (Copal), el exsocio de Francisco De Narváez en el Grupo Alas les dijo a los presentes que "si no apoyan la ley, están poniendo en riesgo la política económica del Gobierno". Unas horas después, hubo otro hecho bizarro: Eduardo Serenellini, el tambaleante secretarios de Medios, armó una reunión con empresarios en Casa Rosada de la que participaron Caputo y el asesor en desregulación, Federico Sturzenegger.
Si bien ese encuentro tuvo foto difundida a los medios de una mesa grande con empresarios, la realidad es que los atendieron en forma individual. Un sector le pidió al gobierno no tocar retenciones y otros "no privatizar el Banco Nación, que es el banco de la producción". Fueron pasando de a uno, les dijeron gracias, un café, un vaso de agua y los despacharon. A la salida del encuentro, Serenellini los llamó por teléfono pidiéndoles que, más allá de lo que dijeron en el mitin, "salgan a bancar la ley". No lo consiguió porque todos declararon lo mismo que adentro del encuentro. Karina Milei puso, entonces, el grito en el cielo por otra infructuosa gestión de Serenellini, a quien rechaza de plano y ya ordenó que le saquen su secretaría. Nada estaba ordenado ni cuadraba.
Días complejos para "Toto"
"Decile a Caputo que lo diga él", le pidió Milei a uno de sus asesores, que en horas del mediodía le informó al ministro de Economía que debía dar una conferencia de prensa afirmando todo lo contrario a lo que el Presidente había dicho horas antes, en una entrevista a una cadena internacional de noticias. Caputo habló en La Rosada y aseguró que se baja el paquete fiscal y que la dolarización no está hoy en los papeles. El ruido entre ambos existe y es cada vez más manifiesto.
Pero la derrota más fuerte de Caputo fue la baja del paquete fiscal, que es, ni más ni menos, que el fin de su plan de estabilización. Vale recordar que la Ley Ómnibus de Sturznegger no lo incluía. Fue Milei el que, por incapacidad de armar él mismo un plan fiscal, convocó a Caputo para que lo hiciera. Ese plan terminó agregado a la ley, pero Sturzenegger nunca lo quiso.
Finalmente, el extitular del BCRA con Macri es quien volvió a ganar en este río revuelto: la salida del plan fiscal deja a la ley reducida a su mayor deseo, la desregulación total de la economía. Y por estas horas "Sturze" se congratula de que "no hay ni un diputado ni un gobernador que me haya querido parar la desregulación". Sturzenegger juega, y fuerte, sin esconder cartas ni intenciones.
En la otra esquina, el que pierde es Caputo porque se debilita el plan económico, que estaba centrado en ajustar jubilaciones para reducir el gasto y en subir retenciones para aumentar la recaudación. A eso se suma que la caída del blanqueo es otro golpe, porque el gobierno tenía allí mucha expectativa puesta. En los despachos de Hacienda hay nervios por la reacción que puedan tener los mercados este lunes, dado que ya descuentan que la movida será leída como una crisis política pero, sobre todo, como la postal de un gobierno débil que no puede instalar cambios de fondo. La otra luz amarilla que se prendió en el quinto piso es la de la inflación, que Caputo creyó poder frenar no sólo congelando la economía, sino con un fuerte ajuste fiscal. Lo que el ministro esperaba que pase en breve, de ocurrir, aparecerá como ajuste recién más adelante.