Una de las claves narrativas del actual gobierno está centrada en desprestigiar los Derechos Humanos, la cultura y las políticas de género acusando que estas cuestiones no interesan a aquellos sectores de la población que están lejos de la vida de las grandes urbes.

“Los niños del Chaco” son la representación paradigmática de esta estrategia narrativa. El gobierno insiste en denunciar que los impuestos, recursos y políticas destinadas a mujeres, diversidades y eventos populares son una confiscación inmoral que afecta a la alimentación de los sectores más vulnerables de la sociedad. Javier Milei y su ejército de trolls insisten con esta ficción discursiva que reduce a “los niños del Chaco” a meras víctimas de un modelo político que invierte montos desmedidos en temas que sólo parecen interesar a los progres palermitanos que toman flat white

Pero “los niños del Chaco” no sólo tienen hambre, también son víctimas de discriminación, violencia de género y vulneraciones a sus Derechos Humanos y de hecho muchas de las politicas que el actual gobierno critica han sido fundamentales para el sostenimiento de las vidas al márgen de esos niños chaqueños.

Las recientes provocaciones del vocero presidencial Manuel Adorni respecto al cierre del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) son también parte de esta estrategia narrativa. La descalificación de instituciones como Conicet, INADI, Universidades Públicas y otros, siempre está reforzada en la ficción de que estas son inútiles para el bien de los sectores de la población que tienen hambre.

Los argumentos de la libertad, carajo

Esta ficción es exitosa, lo vemos en los distintos móviles de la TV en donde personas de a pie defienden los argumentos “libertarios”. Este éxito es en buena parte culpa de nuestra propia opacidad política que nos lleva a defender estas instituciones con argumentos que sólo interpelan a los ya convencidos. Si el debate que este gobierno quiere dar es sobre economía, sobre hambre y sobre la vida de los sectores periurbanos es ese el terreno en donde debemos discutir y sobre los cuales debemos evidenciar la relevancia de las instituciones y la democracia. Si queremos defender al INADI podemos poner muchos argumentos: se trata de una política internacionalmente adoptada, es una institución creada por ley y no puede ser cerrada sin suficientes consensos políticos, su funcionamiento es clave para defender a muchos otros sectores además de las mujeres y diversidades. Pero ¿cuál es el impacto real, palpable y material que tiene INADI en los territorios?

El funcionamiento del INADI es clave para defender a muchos otros sectores además de las mujeres y diversidades. Foto: Archivo y Memoria LGBT de la Prov de Salta.

 

La llegada del INADI a Salta

En 2006 asesinaron en Salta a Pelusa Liendro. Ella fue la organizadora de las tres primeras marchas del orgullo en Salta y su reclamo por el fin de la violencia policial en la zona roja conmocionó a la sociedad salteña. Unas semanas antes de su asesinato realizó una camará oculta para la televisión local donde podía verse a un comisario solicitarle coima. El hallazgo de su cuerpo acuchillado dentro de su automóvil despertó acusaciones cruzadas que involucraron a la policía y la política local

Este evento fue el aglutinante para que muchas travestis trabajadoras sexuales que habían compartido con Pelusa la organización de las marchas del orgullo se movilizaran cada vez con más fuerza para solicitar que se termine la violencia, las detenciones arbitrarias y la coima policial en la zona roja. Rosario Sansone, amiga íntima y mano derecha de Pelusa, fue una de las que más enfáticamente acusó a la policía hasta que tuvo que refugiarse en Buenos Aires y Bahía Blanca tras haber recibido amenazas. Estas denuncias dieron visibilidad de la situación a nivel nacional y poco a poco a partir del 2007 las travestis salteñas se organizaron en espacios más formales, vinculados a organizaciones nacionales. En paralelo, hacia finales de ese año se inaugura en la provincia la delegación de INADI, algo que marcaría el rumbo de los activismos LGBT salteños.

“El INADI en Salta fue un puente para trabajar las primeras políticas públicas que se empezaron por lo menos a hablar en la provincia” recuerda Inu Yaku Veleizán, ex dirigente de la Asociación en Lucha por la Diversidad Sexual (A.Lu.Di.S) y actual integrante de la agrupación lesbotransfeminista “Arpias”. En aquel tiempo era muy difícil para la comunidad LGBT salteña manifestarse públicamente y existían muy pocas organizaciones formalmente constituidas. Inu Yaku era militante en el Partido Socialista (PS) y desde esa plataforma constituyó junto a Victoria Liendro la primera organización LGBT de Salta. A.Lu.Di.S se construyó lentamente entre quienes provenían del PS y un grupo de jóvenes gays que se reunían en la plaza principal, en cybers y boliches. “Sí queríamos hablar con diputados nacionales o funcionarios, el INADI ayudaba a que esas reuniones se realicen. Esos primeros momentos fueron muy importantes. El INADI sirvió para que las organizaciones podamos llegar a esos espacios a dialogar. Recuerdo que en esos momentos tuvimos una reunión en la Cámara de Diputados, lamentablemente no fueron todos los diputados, pero el INADI propició eso”. Además de A.Lu.Di.S había en las provincia otros proyectos que trabajaban en la temática LGBT, como el grupo Pensar el Género que surgió de la Universidad Nacional de Salta y el Consultorio Amigable del Hospital San Bernardo, donde un grupo de profesionales promovían la salud para personas LGBT. Estos pocos espacios encontraron en la apertura de la delegación de INADI un espacio de cobijo.

Pelusa Liendo. Foto: Archivo personal de la familia. 

Un espacio de formación

“Lo primero que hizo INADI fue convocar a foros de la ciudadanía. Fue algo muy estratégico que impulsó Verónica Spaventa, quien por entonces era directora. Dentro de eso se conformó una comisión de la diversidad. Allí se debatía y las organizaciones teníamos la oportunidad de participar. Éramos un grupito medio ínfimo, por ahí aparecían amigos. Pero era lo primero que se armaba y fue para muchas de nosotras un espacio de formación y aprendizaje” recuerda Victoria Liendro. INADI fue la primera institución que abrió sus puertas a la participación de las nóveles organizaciones LGBT. Las mesas de la diversidad fueron espacios de reunión que permitían a los activistas reunir información sobre las políticas LGBT que se aplicaban en otros puntos del país, sobre aspectos jurídicos de sus reclamos y trabajar con una visión de conjunto que hasta ese momento no se había dado. En marzo de 2008, A.Lu.Di.S presentó un proyecto de unión civil ante el Concejo Deliberante de la localidad de Cerrillos. Esta acción conmovió a la opinión pública salteña, en especial por tratarse de una de los municipios más tradicionalistas. “En ese momento INADI nos acompañó en la presentación de esa reforma, también cuando propusimos celebrar en Mayo una semana dedicada a la diversidad sexual. Fueron muchos los proyectos en los que nos acompañaba INADI” rememora Inu Yaku. “Ese INADI, el de los primeros años fue el espacio donde nos instruimos. No era sólo un espacio de recepción de denuncias, era un espacio que nos nutría. Fue un espacio de asesoramiento jurídico e intelectual” declara Victoria.

Contrario a la narrativa que intenta imponer el actual gobierno, el INADI tiene efectos muy precisos fuera de la metrópolis. Salta, es la prueba de cómo las instituciones se sienten más cerca en estos espacios. Según estos testimonios recogidos, el vínculo entre los organismos LGBT y el INADI era cercano, cotidiano y amigable. Quizás en la Ciudad de Buenos Aires pocas veces experimentamos de cerca el impacto de las instituciones, pero en las provincias el trato entre la ciudadanía y las instituciones estatales es otro, teñido de familiaridad. INADI era el espacio al que acudir cuando un empleador te discriminaba por tu condición sexual, cuando la policía te detenía arbitrariamente, cuando en un medio de comunicación se referían a vos de un modo insultante, cuando un patovica te violentaba en la puerta de un boliche. Más allá de las políticas LGBT, INADI además accionaba en los casos de discriminación y violencia en las comunidades originarias del Chaco Salteño y en casos de violencia contra las mujeres, las comnidades migrantes o las personas con discapacidad.

Foto: Archivo y Memoria LGBT de la Prov de Salta

 

Luchando desde abajo

“A las travestis nos costó mucho más llegar a conectarnos con el INADI y no fue fácil, muchas veces tuvimos que presionar para que nos pongan atención” dice Mary Robles, dirigente histórica del movimiento trans y fundadora en 2007 del Grupo Transparencia Salteña, la primera organización trans formalmente constituida. “Nadie nos abrió las puertas, ninguna oficina del gobierno quería ayudarnos. En ese tiempo estábamos luchando contra el código de contravenciones y apenas podíamos salir a la calle porque nos detenía la policía. Recién en 2008 fuimos recibidas por el gobierno y gracias a que fue Anibal Fernández el que les dijo que nos reciban. En ese año tuvimos por primera vez una reunión con Maria Pace (Ministra de Derechos Humanos) para reclamar por las contravenciones. Ahí nos pusimos en contacto por primera vez con el INADI, que también estuvo en la reunión”, recuerda Mary. 

Las travestis heredaron tras el asesinato de Pelusa Liendro la responsabilidad de luchar contra los edictos policiales. Tras estas primeras reuniones, las travestis impulsaron la creación de un número donde recepcionar las denuncias contra la policía y lucharon hasta conseguir que el jefe de policía deje de actuar como juez contravencional, funcionamiento que facilitaba las detenciones arbitrarias. “Primero nos detenían por 2 o 3 días, después bajaron a 48 horas y después 24. Al final logramos que nos dejen en 6 horas máximo y eso gracias al acompañamiento del INADI y de Derechos Humanos”. Sin embargo Mary recuerda que no fue fácil, fue una lucha impulsada desde abajo que afortunadamente encontró en INADI a un cómplice para avanzar en la lucha iniciada por Pelusa. “Además el INADI nos ayudó mucho en la lucha contra el derecho de admisión en los boliches, realizamos muchas denuncias que hacían que los boliches tomen conciencia sobre los actos discriminatorios. Nos permitieron luchar en los medios de comunicación donde los periodistas hablaban cualquier barbaridad, pero desde la llegada de INADI se capacitaron o al menos tuvieron miedo de decir cosas discriminatorias” dice Mary sobre la tarea del INADI en aquellos primeros años.

¿Polenta o derechos?

Este breve recorrido histórico sobre los primeros años del INADI en Salta nos habla sobre la centralidad que tienen estas instituciones tan denostadas por el actual gobierno en las provincias. Si Javier Milei pretende apelar al argumento de que estos temas no son relevantes en las provincias o entre las personas más pobres, entonces tendrá que discutir esta historia, que se parece a la de muchas de las provincias. Si pretenden sostener que las políticas antidiscriminatorias y de género son pura tilinguería porteña van a tener que enfrentarse a la evidencia que el accionar de INADI ha dejado en muchas provincias. 

“Incluso cuando no era su responsabilidad directa el INADI nos puso la comida en la boca cuando en medio de la pandemia muchas compañeras trans estábamos muriéndonos de hambre”, dice Mary al recordar cómo fue a través de INADI que se adquirieron bolsones de alimentos para los sectores más vulnerados. Apelar al hambre de los niños del Chaco para descalificar el rol fundamental que tienen INADI, CONICET y tantas otras instituciones conquistadas desde el retorno a la democracia es una expresión más de la crueldad, el cinismo y la malicia con la que el actual gobierno construye sus ficciones narrativas que sustentan una tensión entre la polenta y los derechos que NO EXISTE. 

No podemos negar ese hambre, ni podemos desconocer que los últimos diez años Argentina vive en una enorme recesión económica (responsabilidad de todo el arco político), pero ninguno de estos índices sirven para echar por la borda los Derechos Humanos y las conquistas y victorias de la democracia. Cualquier modelo de país que queramos discutir debe incluir los valores constitucionales, el respeto por la diversidad cultural, los derechos sexuales y la valorización de la ciencia. No hay hambre que importe lo suficiente para renunciar a nuestros derechos.