Las bibliotecas no solo almacenan libros, pueden guardar objetos maravillosos que en la infancia nos señalan un camino invisible, que transitamos empujados por el deseo. Kümei Kirschmann, de 35 años -una de las artistas jóvenes emergentes más prometedoras en el ámbito de la fotografía rosarina- inaugura mañana, a las 18, su muestra "Un sueño lleno de enemigos", en la planta baja de Biblioteca Argentina (Presidente Roca 731), donde su largo camino de experimentación podrá verse en un trabajo atravesado por lo onírico.

La artista recuerda sus comienzos donde el arte formaba parte de su cotidianidad y educación. Su tía estudiaba Bellas Artes y era quien la cuidaba y quien la inicio de pequeña en el camino de la experimentación, al proponer y alimentar esa curiosidad que muchas veces saciaba con tinta china, ceritas y lápices. En la biblioteca de esa tía había una cámara analógica que Kumei siempre observaba: “estaba ahí quieta y nadie se animaba a tocarla”. Un tiempo después, en mi adolescencia la heredé y fui dándome cuenta que ese objeto podía tener movimiento. “Comencé mi experiencia con la fotografía analógica en blanco y negro, en los laboratorios de la Peña Fotográfica Rosarina", recuerda, y también alude a la marcada rigidez en sus formas. Cuando salió de la secundaria estudió traductorado de inglés. Se recibió y un trabajo la llevó a instalarse en la República Checa, de donde regresó para dedicarse de lleno a la fotografía. Además de la Peña, pasó por Zona Roja, el ISET18 y la Musto.

“Era todo muy estricto, en los tiempos, en los químicos, la temperatura... No me estaba sintiendo cómoda, en el cuarto oscuro tenía miedo, si me pasaba unos minutos podía arruinar absolutamente todo”. En ese entonces, en plena rebeldía pubertaria, comenzó a cuestionarse el disfrute en relación a la fotografía.

Se abrió a interrogantes cómo ¿Que nos mueve al deseo de hacer una imagen? ¿Qué es lo correcto? ¿Cuándo una imagen es bella? En un viaje a Alemania, donde se instaló en Berlín, descubrió el “lado B” de la fotografía. Comenzó a indagar en autorxs que dejaban, al igual que ella, su alma retratada de otra manera, vanguardistas como Man Ray (un precursor de la fotografía surrealista/experimental), López Calvín, Slawomir Decyk o Pawel Kula (Solarigrafía).

Desde sus comienzos, en los talleres de procesos fotográficos alternativos (con Sany Silva), comienza a explorar con técnicas de mediados del siglo XIX: cianotipia, albúmina, papel salado bandaik, diferentes técnicas, químicos y colores. “Jugar mientras estas creando es esclarecedor”, dice Kumei.

Así comienza la etapa de la Solarigrafia, que son fotografías de larga exposición que registran la huella del sol en su movimiento aparente sobre el cielo. Para obtenerlas se usan cámaras estenopeicas cargadas con papel fotosensible en blanco y negro, que luego es escaneado y procesado con un programa para obtener un archivo digital. Son necesarias exposiciones prolongadas en el tiempo que llevan desde un día, hasta meses o años, y dan como resultado una línea por día como rastros solares.

“En Solarigrafia no hay que estar controlando el ISO, la velocidad, etcétera. Se instala una lata que hace las veces de cámara oscura y se deja. En ese tiempo le pasan muchas cosas, puede llover, haber sol o ambas. Eso afecta al papel y genera un cambio en su textura. Esa misma luz puede ser la que la destruya o le de vida, el negativo tiene vida propia, lo que tiene fijado es puro movimiento”, explica Kumei y asegura que el resultado la conmueve desde siempre, no importa cuántas copias lleve hechas.

La mayoría de sus cámaras son realizadas de manera íntegramente artesanal, con materiales muy simples y reciclables, que hacen que las pueda realizar cualquier persona. Una latita de gaseosa (para solarigrafias), un envase de cartón en forma de cilindro (para estenopeica), bastan para desplegar un andamiaje de creatividad donde la democratización en la fotografía es real y absoluta.

Otro de los procesos alternativos que Kumei explora -y uno de sus favoritos- es la Cianotipia. Por lo general, este proceso se enseña a hacer con vegetales. Sin embargo, fiel a su estilo vanguardista, ella plasma en algunas imágenes con ésta técnica, su gusto por la arquitectura y la ciudad que eligió para vivir: Rosario.

"Un sueño lleno de enemigos" está atravesada por lo onírico en sus formas, su identidad, con retratos de su abuela, su madre y autorretratos, así como edificios testigos de sus constantes cruces de continentes y urbanidad. Este proyecto de doble exposición de cianotipias rosa y azules, en el que estuvo muchos meses trabajando, lo llama “the doppelgänger” (doble malvado), una excusa para hablar de las cosas buenas y malas que se viven cuando se viene y va de una ciudad a otra, en el exilio. La convivencia de ambas caras, el lado luminoso y el lado oscuro.

Foto de la abuela de la artista, impresa en cianotipia. Imagen: Kümei Kirschmann.

Luego vendrán otros proyectos como plasmar parte de su identidad en su cabello con la técnica de cianotipia con químicos rosas. Para avanzar más allá de los límites, redoblando la apuesta al trabajar con químicos y comenzar a pintar con ellos, desplegó una técnica no tan conocida por aquí, que data de mediados del 1900, llamada quemigrama. Una técnica pictórica que produce imágenes combinando procedimientos y materiales propios de la pintura y de la fotografía donde los materiales fotográficos sensibles a la luz se utilizan sin la mediación de una cámara y en un ambiente iluminado.

“Suelo aburrirme, por eso voy probando y combino, por ejemplo fotos de mi abuela analógicas con técnicas de cianotipia o los quemigramas con solarigrafias o técnica de movimiento Bougé -confiesa-. Para producir tengo que divertirme, juego mucho en la edición digital”. Así muestra lo importante que es lo lúdico en su producción. “Se trata de flexibilizar los usos”, asegura.

Desde esa cámara inerte en la estantería de una biblioteca familiar, hasta esta muestra en la Biblioteca Argentina, se fueron abriendo muchas puertas. “Llego a un punto de explotación de la técnica donde siempre se abren nuevas posibilidades, y parece un camino infinito”.

Lo más innovador de la muestra es el resultado de un proyecto ganador del “Plan Fomento 2023” que dependía de la Secretaria de Cultura de Santa Fe, donde logra acceder a una impresora 3D con la intención de construir cámaras a gran escala. Con impresora en mano, y nuevamente, la necesidad de la experimentación surgió otro proyecto realizado con técnica “Litofania” que también se podrá ver y “tocar” en la muestra. Imágenes con filamento blanco que por la cantidad, se le agregan capas de profundidad, con luces y sombras. Así, se muestra un adelanto de su último trabajo donde comienza a imprimir fotografías en 3D (fotos con textura y con materialidad).

Un trabajo que une arte, ciencia y tecnología, una conjunción hermosa que aporta y tiende puentes entre las técnicas antiguas, lo moderno y lo contemporáneo que cuenta lo que está pasando. Algo que no es solo una pieza decorativa, sino arte.

Kumei logra descifrar el carácter mágico de las imágenes, sin perder la génesis de la fotografía. Construye sus cámaras como juguetes,- funcionalmente simples-, casi sin costos, para que todxs puedan acceder a ellas desde los cinco hasta los noventa años. O la realización de charlas, capacitaciones o talleres sobre técnicas de Solarigrafia que lleva a cabo para jóvenes del barrio FONAVI de la zona sur de Rosario, o en lugares como el “Experimenta Photo Festival”, en España.

“Nos quisieron hacer creer desde la educación formal, que la importancia en un proceso es el resultado final. Es al revés”, reflexiona Kirschmann. El disfrute está en ese tiempo que nos damos mientras vivimos un proceso no forzado, si queda “mal” también sirve. En realidad el resultado si es distinto, puede ser mucho mejor.

La obra de Kirschmann hace reflexionar. Todo el recorrido de su obra rescata en la creación artística el disfrute de una expresión intuitiva, de la obra ligada a un íntimo deseo.

En éstos momentos que vivimos hostigados por la falta de tiempo, obligados a producir a corto plazo, ésta obra nos devuelve a lo maravilloso de explorar el necesario letargo de los propios tiempos. Lo importante de romper reglas establecidas. La mentira de la meritocracia, y el mito de que todo lo mejor finalmente no se consigue sólo del otro lado del charco, sino que para ser mejores artistas basta con tener ganas de arriesgarse a ser una misma. La búsqueda, la espera, todo lo contrario a estos tiempos de digitalización e inmediatez es lo que devuelve Un sueño lleno de enemigos.

 

La artista logra subvertir el orden de las cosas, las mezcla, juega con ellas. Como lo personal es político, Kumei enseña a no perder nunca el asombro y entusiasmo primitivo, en la ingenuidad y la ternura de poder jugar como una niña. Así en el arte, como en la cultura está el futuro.